FICHA TÉCNICA



Título obra Atrapado sin salida

Autoría Dale Wasserman

Notas de autoría José Agustín / adaptación

Dirección Rubén Proido

Elenco Ricardo Cortés, Eduardo Ocaña, Dino García, Laura Zapata

Escenografía Guillermo Gómez Mayorga




Cómo citar Rabell, Malkah. "Atrapado sin salida, estupendo espectáculo". El Día, 1990. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Atrapado sin salida, estupendo espectáculo

Malkah Rabell

Tal vez se trate del mejor espectáculo que se representa actualmente en México. Por lo menos de los que yo he visto, que son solamente parte de ese alud teatral que se ofrece en estos últimos años en nuestra capital. Avalancha escénica que muchos tratamos de explicarnos inútilmente, por la crisis económica que deja sin empleo a tanta gente.

Pero ahora hablemos solamente por el brillante escritor mexicano, José Agustín y el director Rubén Broido. Aunque personalmente se me hace una adaptación inútil, pues se trata de problemas y ambiente netamente estadunidense. Nunca he sabido que en México a un preso de derecho común se le encierre en un manicomio aunque esté perfectamente cuerdo, donde ha de purgar su pena sin un término determinado, y donde puede quedar encerrado para todo el resto de su vida, bajo el pretexto de que sigue siendo demente y peligroso para la sociedad.

Por fortuna, a pesar de la adaptación a México, nos sentimos fuera de sus fronteras, en otro país. Y ese manicomio está reproducido con una fuerza dramática que nos estruja el corazón y los nervios. En una escenografía sencilla pero funcional, debido al diseño de Guillermo Gómez Mayorga, se encuentran reunidos un grupo de enfermos mentales, que tratan de pasar el tiempo como pueden: unos Juegan a las cartas, otros miran la televisión. Y de pronto entra un nuevo pensionista. Y el mundo de los pobres encerrados en una institución que aún no aprendió a curar, pero ya sabe torturar, cambia totalmente. Gutiérrez preso de derecho común trasladado a un hospital de locos probablemente por su eterna rebeldía, encabeza a sus compañeros de celda y pone en sus pobres vidas una nota de interés y hasta a veces de alegría. Todo el drama gira en torno de esas vidas y de la de Gutiérrez. Y Rubén Broido, cuya labor directiva nunca tuve la oportunidad de presenciar, le impone a su puesta en escena un ritmo, un ímpetu, que no permite al espectador ni un minuto de indiferencia. En la sala, el auditorio está atrapado por la representación, por el drama colectivo e individual de una docena de vidas.

En los dieciséis papeles todo el mundo es excelente, perfectamente adaptado a su personaje, a los diferentes tipos y caracteres. Pero es Gutiérrez, el reo de derecho común, que trastorna la vida y la disciplina del manicomio, interpretado por Ricardo Cortés, quien ya se proyecta como el mejor actor del año. Y realmente ese actor poco popular crea a un personaje memorable. Un papel que exige un gran temperamento, y Ricardo Cortés demostró un temperamento tan juvenil y extrovertido, lleno de matices, que dejó entusiasmado al público.

No es posible hablar de todos, ya que forman un conjunto demasiado numeroso. Pero es, por lo menos, necesario nombrar a Eduardo Ocaña en el papel del jefe indio Escobedo, sordo y mudo, que sólo puede demostrar sus emociones con las expresiones del rostro. Una cara mutable, que vive en los ojos y en cada uno de los rasgos de este extraño personaje. Otro a quien no se puede olvidar, es a Dino García, como el tartamudo, a quien la propia madre encerró en esa casa del dolor, y quien empezó a tartamudear desde la primera vez que pronunció la palabra "madre". Es una madre a quien el autor no deja de acusar de la desgracia de su hijo. Según se puede desprender del texto, el dramaturgo Dale Wasserman es bastante enemigo del sexo femenino. Más a la mujer a la cual menos puede soportar es a la enfermera Sotelo, jefa de la sección, interpretada por esa joven, actriz, Laura Zapata, que llegó al escenario desde hace unos diez años en una tragedia griega: Ifigenia en Áulide (Si no mal recuerdo) y dejó admirados tanto a sus colegas como a los espectadores. En su actual interpretación de la enfermera Laura Zapata logra una frialdad altanera, una elegancia de mujer orgullosa y desalmada, que nunca pierde su presencia de espíritu se deja ganar por la piedad.Se hace casi difícil reconocer a esa actriz tan dramáticamente temperamental en otros personajes, que en la enfermera Sotelo se torna tiesa, bella pero rígida ¡Excelente! Con Ricardo Cortés hacen las dos primeras figuras del drama.

Y así con un conjunto de actores poco reconocidos, el director Rubén Broido logró una puesta en escena brillante y conmovedora, en la cual cada actor logró imponer un carácter perfectamente personal.