FICHA TÉCNICA



Título obra El inspector General

Autoría Nikolai Gógol

Dirección Pablo Salinas

Grupos y Compañías Alumnos del 3er Año de Escuela Dramática del Instituto Andrés Soler de la ANDA

Espacios teatrales Teatrín Pedro Infante del Instituto Andrés soler




Cómo citar Rabell, Malkah. "Un examen teatral, con El inspector de Gógol". El Día, 1985. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Un examen teatral, con El inspector de Gógol

Malkah Rabell

En el pequeño Teatrín Pedro Infante se llevaba a cabo un examen de alumnos del 3er Año de Escuela Dramática del Instituto Andrés Soler de la ANDA. La minúscula salida –construida en un lugar del sótano que llegó a desocuparse– estaba ese día del examen repleta hasta los topes, con gente en las gradas, en el suelo y en cada recoveco. Los discípulos del tercer año, presentaban, y representaban la comedia de Nikolas Gógol: El inspector General. Ya había yo visto la misma obra del escritor ruso de origen ucraniano, nacido el lo. de abril de 1809, en diversas oportunidades, pero era la primera vez que la presenciaba como jurado. Y no sé si fue debido a esta responsabilidad, o al valor artístico de los jóvenes intérpretes bajo la dirección del dramaturgo mexicano, Pablo Salinas, que la comedia gogoliana me hacía reír como nunca.

¿Quén no conoce a El inspector General de Gogol? Casi todo el mundo ha visto en una u otra oportunidad esta comedia. No obstante visto en el Teatrín Pedro Infante, en su escenario minúsculo, incómodo e improvisado, se hacía más actual y contemporáneo, con sus veinte personajes, con su alcalde corrupto hasta la médula de los huesos, y con sus funcionarios aún más corruptos y miedosos que su jefe, que esperaban todos la llegada de un inspector del gobierno estatal, que se imaginaban que ya llegó, pero que permanecía oculto entre la población y de lejos los observaba a todos para poderlos denunciar. Y resultó que unos hacendados del pueblucho, Dobschinsky y Bobschinsky, que siempre andaban juntos, se les ocurrió señalar a una figura de un joven llegado de Dios sabe dónde y que se ha instalado en el único hotel del villorio. Se trataba de un joven muy elegante, probablemente noble, llegado de Moscú, que tenía muchas virtudes pero ningún patrimonio, a quien el alcalde y sus funcionarios tomaron por el desconocido inspector.

El joven desconocido, tanto él como su sirviente que lo acompañaba, sufrían de una colosal hambruna, ya que el hotelero, al darse cuenta que sus inquilinos sólo tenían mucha labia, y ni un quinto en el bolsillo, ordenó dejarlos sin alimentos. Y el joven Jlestakov, no puede creer en su propia suerte al verse rodeado de la crema y nata de la población que no sólo nada le pide, sino que le "ofrecen" las famosas "mordidas" que en la época del zar eran el rasgo más lamentablemente conocido de los funcionarios rusos.

El final es tal vez bastante esperado. Si no mal recuerdo, existe un drama inglés contemporáneo –cuyo autor no logro recordar– pero cuyo título es: Llegó un Inspector, y que tiene un final semejante a la obra gogoliana. En la obra inglesa llega un personaje misterioso que conoce la vida y los milagros de todos en su derredor, que todos toman por un funcionario de la policía. Y sólo al irse éste llega al verdadero inspector. Pero en Gógol todo es broma, o como el mismo autor ruso afirma su intención era "acumular todas las cosas malas de Rusia y reírse de ellas". Más, aunque su obra llevaba como epígrafe: "No culpes al espejo si es tu propia cara la torcida", fue el primero en espantarse ante las reacciones de sus espectadores que se reconocieron en el "espejo". No obstante, por más protestas indignadas que le fueron echadas en cara al escritor, su obra queda viva y se hace clásica, interesando a toda clase de auditorios a través de los años, hasta la actualidad.

Desde luego, ni el director del espectáculo en el Teatrín Pedro Infante, Pablo Salinas, ni sus jóvenes intérpretes saben gran cosa de los rusos de la época zarista. A los jóvenes actores les faltaba aún mucho para dominar el arte escénico. Algunos que otros ya se muestran talentosos, pero la mayoría aún tantea en la oscuridad. Sin embargo como las situaciones y los protagonistas –con su imagen torcida en el espejo–, tienen una gran semejanza de lo que nos sucede en México, las risas se desataban a cada instante. En realidad todos nos divertíamos, por la sencilla razón que el director no buscó un montaje excesivamente intelectual o enigmático. Le dió la palabra a Gógol, y éste habló en el escenario con su propia voz. Nada de imágenes modernas y complicadas nada de subrayar complicadamente la actualidad del dramaturgo ruso. El director, no trató de jugar con la inteligencia de su auditorio, ni con la de sus intérpretes, no trató de ponerles máscaras contemporáneas a los protagonistas. Todo era simplemente tal como Gógol lo escribió. Y precisamente esta sencillez resultaba de lo más cómica y permitía absorber los verdaderos valores, eternos y adaptables a los más lejanos tiempos, como a los más modernos, que sin perder nada de lo gogoliano llegaba a ser mexicana y del siglo XX.