FICHA TÉCNICA



Título obra Zen

Dirección Luis Ibar

Grupos y Compañías Cartaphilus Teatro

Elenco Carmen Baqué, Marina Boido, Gabriela Lara, Judith Urdiales, Carlos Hernández, Sebastián Mariscal, Ricardo Palacio, Luis Iber

Coreografía Alma Bernal

Espacios teatrales Tenis 88, Country Club




Cómo citar Bert, Bruno. "Zen
Estado de conciencia". Tiempo Libre, 2011. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



imagen facsimilar

Tiempo Libre

Columna Teatro

Zen
Estado de conciencia

Bruno Bert

Los grupos independientes no abundan pero tampoco faltan. Algunos con años de trabajo y una interesante trayectoria que aún se mantiene bastante en silencio en nuestro medio teatral. Uno de ellos es Cartaphilus Teatro, con dirección de Luis Ibar. Tienen un pequeño espacio, con una escuela, oficinas y un minúsculo foro a un par de calles de los Estudios Churubusco y la Escuela Nacional de Arte Teatral, de donde son egresados algunos de los componentes del grupo, incluyendo al propio director. Ahora estrenaron un particular trabajo al que llaman Zen y que definen como "espectáculo multidisciplinario basado en la filosofía budista, que describe un estado de la conciencia humana". El trabajo imagino es una creación colectiva bajo la dirección y con dramaturgia del propio Ibar, apoyado coreográficamente por Alma Bernal.

Lo primero en capturar la atención es la prolija escritura del espacio, donde en pocos metros cuadrados se reúne una veintena de espectadores en completa cercanía con los actores. Héctor Falcón se encarga de la ambientación, que incluye proyecciones de video y una cobertura de los fondos y laterales con un tema pictórico prácticamente abstracto.

Allí, Carmen Baqué, Marina Boido, Gabriela Lara, Judith Urdiales, Carlos Hernández, Sebastían Mariscal, Ricardo Palacio y el propio director del rol actoral, asumen la construcción de una obra que bien podríamos llamar no narrativa, aunque ciertas acciones y objetos presupongan una secuenciación que no llegamos a hilvanar como una historia reconocible. Y bien, ¿por qué pedirle al teatro lo que no se le exige ni a la música, ni a las artes plásticas, ni a la propia danza dentro de lo escénico? Es un buen momento para variar el punto de aprehensión de un espectáculo: habitualmente lo hacemos a través de una historia reconocible en su concatenación, sea o no de carácter lineal. Ahora nos hallamos frente a un lenguaje que no se decodifica tan fácilmente. Como si viéramos las partes de un ritual o alguna manifestación de una teatralidad que nos es ajena, como las distintas variedades del teatro oriental, por ejemplo.

Cuando no hallamos los caminos habituales para la comprensión racional, creamos, con nuestros antecedentes culturales, caminos alternos que pueden o no ser justos desde la perspectiva del hacedor, pero que seguramente permitirán dialogar con el trabajo. Las imágenes en movimiento necesariamente se alían con nuestra fantasía. Los elementos objetales significan y se resignifican ante nuestra vista. Los ritmos, la música y las voces juegan a trenzar referentes y en definitiva el sentido de unidad prevalece como cuando escuchamos una conversación en un idioma que desconocemos: no entendemos, pero nos resulta claramente verosímil. Esa unidad –que nos da el lenguaje teatral que frecuentamos con más o menos asiduidad, con sus consignas, horizontes y limitaciones– contiene asimismo un sentido de la belleza que no puede desprenderse de los cánones que manejamos tanto creadores como espectadores, dado que pertenecemos a la misma cultura en un mismo espacio/tiempo. Por ende, si logramos superar el obstáculo de querer que la historia sea el camino real de nuestra comprensión, empezamos a ampliar nuestros canales de percepción asimilándolos a los de tantas otras artes como las que mencionábamos. Allí puede comenzar el disfrute en donde "comprender" y "compartir" tengan otro sentido.

Además, los artistas de Zen sugieren una cercanía con el surrealismo, con lo que nos dan una pista suplementaria –aunque de ninguna manera infalible– para el procesado del espectáculo, sus originalidades y su humor irónico: la oniria, el juego y el "sin sentido" como partes de la valija de riquezas personales.

Bien, un camino original, un interesante rigor, un resultado que vale la pena ver si nos lavamos los ojos de la bruma de la costumbre. Pero recuerde que sólo caben unos pocos y hay que pedir cupo por teléfono.

ZEN. Dir. Luis Ibar. Con Cartaphilus Teatro. Tenis 88, Country Club (Metro General Anaya). Viernes, 20:30; sábado, 19:00 horas. Locs. $150 general; $100 con descuento, cupo 30 personas. Confirmar 5549-0001. Adolescentes y adultos. Duración aproximada 75 mins. (Sur)