FICHA TÉCNICA



Título obra Cueros y pieles

Autoría Ray Coone; John Chapman

Dirección Hugo Macías

Elenco Mary Carmen Resendos, Sacnicté Maldonado, Eva Muñoz (Chachita), Aldo Monti, Luis Bayardo

Notas El título del encabezado se cambió de Cuerpos a Cueros correspondiendo con el título de la obra a la que hace referencia el texto.




Cómo citar Rabell, Malkah. "Cueros y pieles". El Día, 1983. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Cueros y pieles

Malkah Rabell

¿Qué decir de una de esas comedias vaudevillescas, como Cueros y pieles, que se parece a otras cien del mismo género? Como en todas ellas, o en la mayoría, encontramos al marido que engaña a su dulce y fiel cónyuge con la esposa de uno de sus clientes. Este a su vez engaña a su esposa con su secretaria. Y ¡oh! sorpresa del último momento, la dulce y fiel esposa legitima del primero, lo engaña ni más ni menos, que con el esposo de la amante de aquél. Y en todo este círculo vicioso, en esta rueda de engaños, bailan las pieles una salvaje zarabanda. Como en toda empresa de la alta burguesía que se respeta, el precio de las pieles importa mucho más que todos los amores. En realidad ¿cuáles amores? Cuando se trata de revisar la comedia con anteojos un poco más gruesos se da uno cuenta que en todos sus quid pro quo, donde la mujer busca al hombre, y el hombre busca ala mujer, en todos estos quid pro quo que abundan como en todo vaudeville, lo único que falta es precisamente el amor. Lo que interesa a los protagonistas, y lo que subrayan los dos autores, Ray Coone y John Chapman (¿ingleses o norteamericanos?) es el precio del abrigo de miné que lleva puesto la señora escondida en la habitación de la derecha o de la izquierda, y no al corazoncito de su portadora. Todas las uniones y desuniones en esta comedia se hacen y se deshacen por el precio de un abrigo de pieles. En realidad, si este vaudevillehubiese sido escrito con un poco mayor profundidad, con un poco más de espíritu crítico y un poco más de locura hilarante, podíamos muy bien considerarlo como una excelente comedia digna de figurar en una serie de críticas teatrales de la sociedad burguesa. Pero algo le falta. Hay una especie de frialdad en su construcción que llega a veces a fastidiar, y hasta hay momentos cuando un poco aburre.

Lo que si es digno de tomarse en cuenta en esta puesta en escena de Hugo Macías es la limpieza del lenguaje, la decencia de la realización. Es bastante raro encontrar en nuestro ambiente escénico de la comedia frívola, una ausencia tan visible de chistes a doble sentido, de malas palabras o de actitudes pornográficas. Debajo de los abrigos de pieles, durante la mayor parte del espectáculo, dos actrices han de escoger su desnudez, o como dice el título: "Sus cueros". Pero esas mismas intérpretes, Mary Carmen Resendos o Sacnicté Maldonado, que ni son muy penas (como lo exigen sus papeles) ni son grandes actrices (ni mucho menos) por lo menos no se quitan sus abrigos de pieles, y su desnudez es sólo verbal.

La famosa Evita Muñoz, conocida desde su infancia como "Chachita" y como excelente intérprete de papeles infantiles, que desde años está reducida a personajes especiales por falta de figura, no deja de ser una actriz cómica de primera magnitud, y en la presente comedia, en esta Cueros y pieles hace el papel de la secretaria del dueño de esa "tienda exclusiva de abrigos de pieles en la zona rosa". Papel con el cual en realidad saca agua de una piedra. El personaje de Prudencia Gutiérrez, mano derecha y confidente de Amador del Busto, patrón del negocio, que además de explotar su trabajo, la hace víctima de todas sus desvergonzadas, contra las cuales la secretaria no puede defenderse por miedo de perder el empleo, papel que presenta muy poca posibilidades de lucimiento. Es un papel seco, sin brillo, sin propia comicidad. La comicidad se lo inventa y se lo impone la actriz a fuerza de conocimientos profesionales. El papel central, y que mayores posibilidades tiene de acaparar el escenario es el de Aldo Monti, el patrón de la empresa. Aunque tampoco él logra imponerse mucho al público. Se le puede felicitar más que nada por la compostura de actor digno que conserva todo el tiempo, sin recurrir a payasadas ni exageraciones cómicas. Mucho menos logra darle vigencia a su pálido personaje es este siempre excelente actor que es Luis Bayardo, que hace mucho no tuvimos oportunidad de ver en la escena.

Quizá a la dirección le faltó un ritmo más trepidante, con mayor rapidez en las escenas y mayor vigor en el desempeño de los actores. Mas, de todos modos, gran parte del público se reía con muchas ganas. Y si yo no pude reírme ¿será culpa mía?.