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Columna El Teatro

Surtido muestrario de autores extranjeros

Armando de Maria y Campos

La temporada actual ofrece a la curiosidad del metropolitano y del turista, provinciano o universal, un verdadero muestrario de géneros teatrales y le dan ocasión de elegir desde una pieza de Ionesco hasta una comedia de Alfonso Paso, aquél, si no la última, la penúltima sensación de París en genialidades dramáticas, éste un modesto oficial –que sabe su oficio– de hacer comedias a la medida de las varias censuras que padece el teatro en España, pasando por Vernon Sylvanie, autor inglés, Aldo de Benedetti, comediógrafo italiano, Elmer Rice, autor norteamericano, y Enrique Ibsen, clásico noruego. He citado únicamente aquellos espectáculos que por falta material de tiempo para presenciarlos –el crítico de teatro en México tiene que atender otras ocupaciones y a ésta darle un tiempo que nunca le produce para su sustento, ni compensa la molestia de ir y venir, escribir y cobrar– no he traído antes de ahora a esta columna; y cuando escribo se anuncia la inaguración del nuevo teatro Xola –en la colonia Narvarte–, el estreno para estas generaciones de Doña Francisquita, zarzuela del gran musicólogo español Amadeo Vives, y todavía el estreno de Horas robadas, comedia norteamericana que –ya veremos por qué– ha alcanzado fama mundial. Todo esto en menos de un mes.

Muchas hojas han caído al soplo de la adversidad, otras cayeron simplemente porque se desprendieron, es decir, porque cumplieron el término previsto de representaciones. Este es el caso de la pieza Amadeo, de Eugéne Ionesco, representada durante tres semanas en el teatro Orientación de la Unidad Artística y Cultural del Bosque de Chapultepec. Pieza en tres actos, para minorías, y conste que no siempre son selectas las minorías; minorías intelectuales, de humor y aun de buena voluntad. Ionesco comienza a pasar de moda en Europa. En México aún falta que se represente su también famosa pieza El rinoceronte, que alcanzará entre nosotros el mismo éxito de interés que El salón del automóvil y La cantante calva. Nos falta también conocer de él Las sillas. La que acaba de representarse, Amadeo, tiene ambiciones filosóficas pero no carecen del humor característico de Ionesco, y satisfará igualmente a quienes la crean onírica o simplemente moral. Un cadáver crece en escena. Un cadáver crece entre un matrimonio, y lo separa definitivamente, tanto que él se va de este mundo porque no puede soportar más ese cadáver que crece y envejece entre la vida de ambos y que puede ser el de un gran amor muerto o el de... lo que imagine el espectador. Todo muy cómico. Una prueba del ingenio de Ionesco es ésta:

Ella:–¿A dónde vas?
Él:– A ninguna parte.
Ella:– Te acompaño.

La presentación de Ionesco ha valido a la gran actriz mexicana Pilar Souza un éxito de actuación indiscutible, que compartió con mucha responsabilidad el buen actor Carlos Ancira. La dirección de José Solé entre onírica y surrealista, fue muy buena, irónica y cuidando todos los detalles de la sugerencia.

La comedia de Benedetti, 30 segundos de amor, es una nadería de esas que suelen entretener al público italiano, tan afecto al teatro que no dice nada y satisface. No es nueva ni siquiera en los escenarios de Italia, pero su tema será de actualidad en cualquier tiempo, y se le saboreará con fruición si está bien interpretada. ¿Qué tanta emoción cabe en un beso que dura treinta segundos? En ese brevísimo contacto labial puede una mujer honesta dejar de serlo o encontrar el verdadero amor, si además, ha atropellado a un individuo durante su aprendizaje de manejadora de auto. La protagonista está siendo encarnada por la vedette Evangelina Elizondo, que luce muy bella, no sólo porque viste bien, y actúa como actriz responsable y sugestiva. La rodean actores profesionales entre los que hay que destacar a Nicolás Rodríguez, Mario Orea y el galán cinematográfico Ramón Gay, cada obra más hecho como actor. Julián Duprez la dirigió dándole un ritmo frívolo y alegre.

En el gran teatro de los Insurgentes se representa con gran categoría –por lo que significa el teatro y por algunos de sus intérpretes– la muy modesta comedia de Alfonso Paso, El canto de la cigarra, que apenas si alcanza la categoría de melodramita de costumbres madrileñas contemporáneas. ¡Qué castigo tan tremendo estará expiando al público de España! En fin, crímenes son de Franco y no de España, comentó alguien reformando el verso popular de Juan de Dios Peza. Manolo Fábregas, que actúa y dirige, se encontró con un problema imposible de resolver con veracidad: presentar una mísera buhardilla en un escenario estupendo; no lo logró. Y como actor se enfrentó a otro problema, el de darle vida a un personaje imitado del que realizó en la pantalla francesa Jean Gabin como Arquímedes, el vagabundo. Acompañan en la interpretación a Manolo, la señora Mapy Cortés, que aún luce mucho, y que llena de fe se inicia como actriz de teatro; la incipiente e inteligente Angélica María, que si bien esta en edad, por su edad no es aún actriz para cargar con tamaña responsabilidad; el galán Tony Carbajal y el genérico Pepet, que cumplen.

Las representaciones de El pato salvaje o La máquina de sumar, quedan fuera de la jurisdicción de estos comentarios por tratarse de representaciones francamente escolares. Locura de juventud pasó por el teatro Fábregas como una fresca ráfaga de teatro sano y divertido.