FICHA TÉCNICA
Título obra Olor de santidad
Autoría Luis G. Basurto
Dirección Luis G. Basurto
Elenco Luz María Núñez, Ema Fink, Héctor López Portillo, Patricia Morán, Soto Ureña, Patricia de Morelos, Gloria Navarro, Lavalle, Agustín Balvanera, Bruno Márquez, José Álvarez
Escenografía David Antón
Espacios teatrales Teatro Virginia Fábregas
Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "Olor de santidad de Luis G. Basurto en el Fábregas". Novedades, 1961. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
Novedades
Columna El Teatro
Olor de santidad de Luis G. Basurto en el Fábregas
Armando de Maria y Campos
Don Luis G. Basurto es un hombre de teatro en el más amplio sentido del concepto, porque a la vez ejerce desde hace muchos años como autor, empresario, promotor de negocios teatrales, director y propietario de un coliseo. Tiene, además, condiciones extraordinarias para ejercer la publicidad, que utiliza con habilidad y talento. Tengo para mí que lo que quedará del trabajo múltiple, y a veces disperso de Basurto será su producción teatral. Lo demás se perderá en las brumas del recuerdo o se lo llevarán los vientos del olvido.
Basurto escribe sin reposo de otras actividades. No me atrevo a decir que con prisa, pero creo que sin tiempo. Y ya sabemos: lo que se hace sin tiempo no lo respeta el tiempo.
A la obra dramática de Basurto hay que juzgarla, por ahora, por capítulos o por episodios, porque como Honorato de Balzac está llevando al teatro nacional la gran comedia h u m a n a ... nuestra. Toda su producción es en esencia mexicana, extraída de la propia entraña nuestra, lo mismo de los bajos fondos como en Cada quien su vida, o como esta Olor de santidad, que se refiere a nuestras más altas clases sociales. En ambas, y en otras, exhibe con "apariencia deliberadamente realista para llegar a todos lo públicos", todo lo que nuestro pueblo y sociedad tiene de noble y de podrido. Hombre de teatro múltiple, piensa primero en la realidad económica del momento que en el juicio de la posteridad. En esto está en su punto y en su sitio. En Olor de santidad, trata "de restablecer una verdad moral y social –uso de sus propias palabras– porque solamente la auténtica pureza, aún desamparada, puede vencer la soberbia, la codicia, el abuso, el odio y fanatismo que consumen a la humanidad." Esta interpretación de uno de los más hondos problemas del momento lo traslada en su obra a México, lo expone, lo desarrolla y lo resuelve con recursos teatrales característicos de lo que podríamos llamar alto melodrama, como hay alta comedia, para dignificar el discutido género melodramático. Abusa Basurto de lo narrativo y de lo discursivo; no escapa ninguno de sus personajes a la urgencia de una narración o de un discurso. Pero en obras de este género es necesario el método y no escapa ningún autor extranjero que lleva a escena problemas que reclama la inquietud y la desorientación de la hora que vive el mundo. La sociedad contemporánea está frente a este dilema: comunismo o cristianismo. Basurto no señala ningún camino a seguir; se limita a exhibir un caso, a denunciarlo también. Posee oficio eficaz y su mente está cargada de inquietudes. Con estos elementos ha construido un nuevo episodio de la "comedia mexicana" que viene realizado a la manera que Balzac, construye su comedia humana, inmenso mundo, verdadero censo humano, en el que caben todas las virtudes, todas las pasiones, todos los vicios, todos los aspectos de la vida. Basurto viene a ser el autor que está escribiendo la gran "comedia humana mexicana".
La interpretación en Olor de santidad es correcta. Destaca en primer término Luz María Núñez, que dice con autoridad escénica que ha logrado obra a obra su importante papel de Angélica Rivadeneyra, la ambiciosa y fría aristócrata mexicana, doña Ema Fink se abandona a impetuosos vientos melodramáticos. El resto de los actores cumple con responsabilidad insuflando de vida los personajes convencionales que les tocó hablar. Señalémoslos por orden de aparición en escena: López Portillo, Patricia Morán, Soto Ureña, Patricia de Morelos, Navarro, Lavalle, Balvanera, Márquez, Álvarez. Todos parecen representar personajes a su medida, como en un tiempo lo hicieron Benavente o Linares Rivas, en comedias de encargo. La dirección es austera y la hace más la falta de movimiento de brazos de todos los personajes. Por lo visto, para ser aristócrata mexicano hace falta tener plomo en las uñas ... La escenografía de David Antón ambiciosa, suntuosa, bien resuelta.