FICHA TÉCNICA



Título obra Plagio de palabras

Autoría Elena Guiochins

Dirección Elena Guiochins

Elenco Teresina Bueno, María Renée Prudencio, Rossana Barro, Ricardo Lorenzana

Escenografía Juliana Faesler

Espacios teatrales Teatro Coyoacán




Cómo citar Obregón, Rodolfo. "El free". Proceso, 2000. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

imagen facsimilar 2

Proceso

Columna Teatro

El free

Rodolfo Obregón

Algo pasa que no pasa. En la cruel displicencia que parece definir a la generación emergente, se lee la visión de una realidad a la que se han extirpado los conflictos. O, al menos, la presencia de una juventud que cultiva con rigor casi científico la indiferencia frente a éstos.

Por ello, una crítica tan admirable como Olga Harmony, forjada en un tiempo de certezas absolutas, califica como una obra carente de convicciones a Plagio de palabras, texto que otorga pasaporte de autor (rubricado por Sabina Berman y suscrito al calce por un servidor) a la veracruzana Elena Guiochins.

El largo colmillo de espectador no confundiría la significativa abulia del universo representado con el punto de vista de su creador. La fuente de confusión, en cambio, podría estar en la puesta en escena que la misma dramaturga realiza sobre las rosáceas y aromáticas tablas del Teatro Coyoacán.

En efecto, algo pasa que la obra no pasa. Como si la inasible identidad de los personajes (“mi vida se convierte en algo ajeno a mi persona”) se transmitiera a una escenificación irreprochable donde todos los elementos, desde el original programa de mano hasta la brillante escenografía de Juliana Faesler, denotan un cuidado y una pertinencia absolutas.

Como si la ausencia de tono anímico, que constituye la seña particular más evidente en estos jóvenes, terminara por permear la actoralidad de Teresina Bueno, María Renée Prudencio, Rossana Barro y Ricardo Lorenzana, actores eficaces, a pesar de alguna inevitable incurrencia en el “naturalito”, y entregados en buena lid al juego escénico.

Como si la ligereza resultante de su anorexia emocional esterilizara a la comedia, neutralizando todo afán perturbador, eliminando con rigurosa asepsia la inquietud que, en teoría, es producto de la incertidumbre.

Como si la supresión clínica de los compromisos, por demás evidente en una generación que ha redefinido las relaciones de pareja con el término free, restara convicción a la interpretación de un texto que la describe con precisión y brillantez artística.

Por ello, y la ausencia de atractivo de su título, Plagio de palabras corre el riesgo de no ser valorada como lo que es, una lúcida y aguda construcción dramática, plena de teatralidad, que otorga carta de ciudadanía escénica a mujeres y hombres nacidos después del emblemático 68.

La obra de Elena Guiochins puede no ser comprendida como un documento de identificación de la juventud de una época, en la línea que va de Las cosas simples a Sexo, pudor y lágrimas, y no obtener el éxito de ambas; éxito que merecería, pues presenta una estructura mucho más compleja que la primera y carece de los chistes fáciles y las concesiones melodramáticas de la segunda.

La incertidumbre de esta comedia no debe confundirse pues con la angustiosa obsesión del teatro light por suprimir toda afirmación sobre el mundo. En realidad, su intrincada y ágil urdimbre relativiza los puntos de vista y reconoce, según el principio de Heisenberg, que la identidad del objeto se modifica conforme a quien lo observa (“La identidad sexual se adquiere. Así que ten cuidado”).

El inteligente humor que se expresa a través de un diálogo de precisión e ingenio poco frecuentes en nuestro teatro, no debe pasar inadvertido por la ausencia de contrastes en la puesta en escena y de agudeza mental en los actores.

El implacable peso de actualidad, tanto en su temática como en su incorporación de formas provenientes del pensamiento científico contemporáneo, no ha de confundirse con inmediatez.

Alguna certeza, aunque sea relativa, está ausente de la puesta en escena y el desempeño actoral y es quizás la responsable de que el espectador quede al final tan admirado como incierto. Para la escéptica generación que este grupo de creadores representa, tal vez sea la comprometedora certeza de que entre manos tienen una importante obra de teatro. Tal vez...