FICHA TÉCNICA



Título obra El médico de su honra

Autoría Pedro Calderón de la Barca

Dirección Antonio Marsillach

Grupos y Compañías Compañía Nacional de Teatro Clásico

Elenco Ángel de Andrés López, José Luis Pellicena, Marisa de Leza, Francisco Portes, Vicente Cuesta

Escenografía Carlos Cytrynovski

Iluminación Carlos Cytrynovski

Vestuario Carlos Cytrynovski

Eventos Muestra de Teatro Español en México




Cómo citar Rabell, Malkah. "Recuerdos de una representación: El médico de su honra". El Día, 1993. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

Recuerdos de una representación: El médico de su honra

Malkah Rabell

La obra de Calderón de la Barca: El médico de su honra ha sido comparada a menudo con el Otelo de Shakespeare. Pero muchísimas son sus diferencias. Otelo es un apasionado que ofrenda su propia vida en aras de sus celos. Es un ser que nos despierta simpatías y piedad. Tenemos ganas de gritarle desde las gradas del público: "Cuidado Otelo, no escuches a la serpiente que vierte veneno en tu oído y en tu corazón". En cambio el Don Gutierre de Calderón es un perfecto sinvergüenza que mata a su esposa más por cuidar su pundonor, ese falso honor de un asesino que por auténticos celos, y presenta ante el rey su asesinato como un accidente. El rey lo disculpa y le ofrece a otra esposa que Gutierre acepta. ¿Quién puede tener simpatía por semejante personaje? Desde luego un asesino con tales características se debe mucho al ambiente histórico y moral de sus coetáneos que consideraban despreciable a un ser humano no por el daño que él hacía a los demás sino por el daño que le hacían a él. La escritora inglesa Kathleen Gouldson en su libro: Spanish Golden Age Poetry and Drame (1940) subraya: el deshonor (en la época de Oro española) consistía no en cometer una ofensa sino en recibirla. Así un código que debía sus orígenes en altos móviles terminó en una perversión de todo sentido ético".

Mas aunque en desacuerdo con los móviles morales (o inmorales) del protagonista de la obra –a la cual muchos estudiosos han dejado de considerar tragedia. y sólo la colocan en las filas del drama– el espectáculo que con la obra de Calderón de la Barca puso en escena la Compañía Nacional del Teatro Clásico durante la Muestra de Teatro Español en México, era estupenda no sólo por los valores formales de la pieza, sino también por la interesante dirección escénica de Adolfo Marsillach quien entrecruzó lo moderno con el clasicismo del siglo XVIII. Empezó por agregar al texto original cuatro figuras surrealistas que constantemente nos recordaban las tradicionales escenas de esta tendencia artística. El director los llama "personajes anónimos", pero quienes con sus sotanas y sombreros negros sugieren a cuatro eclesiastas quienes a su vez sugieran la Inquisición que en aquella época dorada influía todavía en la sociedad y en la vida moral y política del país. De todos modos, si el director de escena no trataba de sugerir pensamiento especial estas cuatro figuras resultaban sugestivas. con fuerza dramática que nacía de su simple presencia. y de la lentitud de sus movimientos. Cuatro personajes "anónimos" que con estilo brechtiano se dedicaban a los esfuerzos tramoyistas: traían y sacaban los muebles desnudaban y adornaban el escenario con elementos escénicos nuevos. Y tal como tenían misterio esas figuras, también lo tenían la escenografía que permitía la acción en distintas áreas. Muy interesante resultaba también el vestuario que no dejaba de exhibir elementos modernos y orientales debidos a mucha imaginación, que encontrábamos tanto en la escenografía la como en el ropaje y hasta en las luces. Todo ello debido y movido por Carlos Cytrynovski.

Cada uno de los actores, que nos resultaron desconocidos dominaba su protagonista con profesionalismo, sobre todo a los personajes centrales tales como Angel de Andrés López en el papel del Infante. Don Enrique así como Don Pedro. el hermano del rey (a quien en la historia real asesinó Don Enrique para apoderarse de la corona). En el papel del rey, Vicente Cuesta, demostró que sí sabía manejar la dicción en español y no como nos lo hacía creer su interpretación de un personaje secundario en otra de las puestas en escena de la misma compañía: Los locos de Valencia donde usaba un caló valenciano. Pero en cambio le faltaban matices para la personalidad del rey. En la figura central de la pieza, don Gutierre, el actor José Luis Pellicena creaba un carácter angustioso y angustiante quien pese a su falta de simpatía sabía dominar el escenario e imponerse al público. Muy dúctil y adaptada físicamente y dramáticamente a su personaje de la esposa Doña Mencia. resultaba Marisa de Leza, actriz joven y bien parecida. Quizá el actor que más facetas sabía encontrar para pasarse de la comedia al drama y viceversa, resultaba Francisco Portes en el papel del bufón, Coquin el único personaje que contenía algo de humorismo en esa obra carente de humorismo en toda su construcción. En general, entre el conjunto de actores, pese a tratarse de intérpretes disciplinados y conocedores de su oficio ninguno llegaba a grandes alturas interpretativas. Eran correctos, y nada más. Creo que ese conjunto dominaba la comedia con mayor ductilidad.

En cuanto a la dirección de Adolfo Marsillach posee una rica imaginación y sabe salirse del texto original para darle vuelo, pero sin falsear el pensamiento del autor. Aunque a veces demasiado lento se hace el ritmo que daba un tono muy especial al drama calderoniano. Creo que también Adolfo Marsillach domina mejor la comedia que el drama.