FICHA TÉCNICA



Título obra El jefe máximo

Autoría Ignacio Solares

Dirección José Ramón Enríquez

Elenco Emilio Guerrero, Jesús Ochoa, Miguel Flores

Escenografía José de Santiago

Música José de Santiago




Cómo citar Rabell, Malkah. "El jefe máximo: una obra interesantísima". El Día, 1992. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

El jefe máximo: una obra interesantísima

Malkah Rabell

Unos meses antes de morir, Luis G. Basurto nos dejó una obra biográfica sobre la personalidad, la vida y la muerte frente al pelotón de fusilamiento del Padre Pro... En cambio, nadie en los últimos años nos habló detalladamente del caudillo, Presidente de la República y creador del Partido Oficial hoy llamado PRI, Plutarco Elías Calles. Uno de los jóvenes dramaturgos, surgidos de la nueva generación, Ignacio Solares, reunió esos dos nombres, haciéndolos "protagonistas de un momento culminante de la historia" como dice el programa de mano; introducción firmada por el director de la puesta en escena, José Ramón Enriquez. Víctima el Padre Pro, y victimario Calles, quien mandó ejecutar al sacerdote, acusándolo de haber participado como la mente intelectual en el asesinato del general Álvaro Obregón. Más, el autor, dejando de lado el realismo de un encuentro vivo de esos dos personajes que han impuesto un sello peculiar cada uno sobre su época, los hace encontrarse frente a frente cuando el Padre Pro ya dejó de existir, y el político, el Jefe Máximo ya en decadencia física, se dedica a buscar consuelo en las aguas turbias del espiritismo, en la presencia de las almas y hasta de los fantasmas.

Este encuentro entre un muerto y un sobreviviente permite plantear ante el espectador la situación política y social del país. ¿Quién de los dos tiene razón? ¿Calles en su dureza desalmada, o el sacerdote en su postura de hombre que persigue desde la infancia el martirio? Calles expone todos los motivos que lo obligaron a separar el Estado de la Iglesia contra la cual tiene la mano dura y hasta despiadada, sin tomar en cuenta la religiosidad del pueblo.

Esas dos figuras que se encuentran y se enfrentan descubren las múltiples voces que se alzan de las filas del pueblo, desde Zapata hasta Álvaro Obregón. Voces diversas, ya de quienes trataban de salvar el país, ya de quienes trataban de hundirlo.

Ignacio Solares encuentra caminos novedosos para presentar a sus protagonistas. Son actores que representan en el escenario a los personajes auténticos, a Calles y al Padre Pro. Es teatro en el teatro durante un ensayo ante un director de escena interpretado por Emilio Guerrero, otra especie de Jefe Máximo, que no perdona la menor falla, el menor olvido y equivocación. Y los dos actores a su vez no perdonan a su director el menor cambio en las ideas que ellos mismos tienen de sus protagonistas y de sus vivencias. Sobre todo el director trata de transformar las modalidades de Calles el actor, ya enfermo, ya anciano. En tanto el Padre Pro se transforma en múltiples figuras que adquieren diversas máscaras, tal como lo hacía en vida cuando trataba de cambiar de identidad ante sus perseguidores policiales.

Y esos dos personajes son interpretados por dos excelentes actores que tenemos pocas oportunidades de encontrar en el escenario: Jesús Ochoa como Calles y Miguel Flores como el Padre Pro. Y ambos han creado dos figuras inolvidables. Sobre todo Miguel Flores que cambiaba de rostro, adoptaba diferentes maneras de caminar, de mantenerse erecto o desgarbado, que ya tomaba las facciones de Zapata, o la presencia de un manco como Álvaro Obregón, hasta volver a la nerviosa figura del Padre Pro, un santo para unos y un demonio para otros; un demonio que sabía insuflar en su interlocutor la duda y hasta el miedo. ¡Excelente actor!

En cuanto a Plutarco Elías Calles, Jesús Ochoa, con su propio rostro, sin maquillaje ni artificios, con su propia figura, logró desempeñar su papel en diversas épocas de la vida de su protagonista, en diversos momentos de su lucha consigo mismo y con sus dudas. Solares rodea a sus dos figuras de paredes movibles, que aparecen y desaparecen, provistas de fotos, de imágenes, de retratos ya de uno, ya de otro de los dos actores. Y lo que llama la atención, es la gran cantidad de sentido de humor que demuestra el dramaturgo, con lo cual aligera los momentos más dramáticos del texto.

A esos juegos escénicos dio movimiento, rapidez y ligereza, el estupendo escenógrafo, José de Santiago, quien también fue el autor de la musicalización, tal como acostumbra con su don de la música. Y a todo el conjunto que se formaba y se desplazaba en el escenario daba vida el otro director, el auténtico que nunca aparecía en las tablas, José Ramón Enríquez.