FICHA TÉCNICA



Título obra El desafío chejoviano

Notas de autoría Carlos Ancira / adaptación teatral a cuentos de Antón Chéjov

Dirección Carlos Ancira

Elenco Carlos Ancira, Sonia Furió, César Bono, Álvaro Carcaño, Xóchitl Vigil

Escenografía Manuel Covarrubias




Cómo citar Rabell, Malkah. "El desafío chejoviano". El Día, 1975. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

El desafío chejoviano

Malkah Rabell

Según lo anuncia el programa, se trata de una obra "en dos actos de Carlos Ancira, inspirada en cuentos de Ánton Chéjov". Es decir que este Desafío chejoviano es un collage de cuentos del autor ruso unidos entre sí por un leve hilo temático debido a Carlos Ancira, y que consiste en "imágenes" de un viejo juglar que va por los caminos del mundo arrastrando su carro de marionetas. Estas terminan por rebelarse contra su amo y contra su filosofía. Una filosofía que no deja de ser de una extraña ingenuidad a estás alturas del siglo XX.

La proclamación que Ancira hace con tanto entusiasmo de su amor a la humanidad y de su confianza en el hombre y en su porvenir, lo podríamos admitir en los adolescentes, y en boca de éstos se nos haría muy fresca y hasta poética. Pero hoy son precisamente los adolescentes los menos ingenuos. Son los adolescentes y los jóvenes que ya no creen en nada ni en nadie. Y aunque uno desearla felicitar a Carlos Ancira por haber conservado su fe en el hombre, la fe que tuvo nuestra generación a los 20 años, no puede menos que sonreír y encogerse de hombros. ¡Una ingenuidad excesiva!

Mas, Ancira no se contentó con representar los cuentos chejovianos como demostración de la poca bondad que el hombre conserva en su alma. Se empeñó en adaptarlos al ambiente mexicano. Toda mi vida he sido enemiga acérrima de las adaptaciones. No se puede cambiar el espíritu de un autor ni la psicología de los personajes, que están ligados, como carne al esqueleto, al ambiente del original. Ni siquiera son válidas las adaptaciones de dramaturgos y comediógrafos de menor cuantía.Ni tampoco de obras que pueden tener cierta idiosincrasia familiar con México, como las comedias españolas o argentinas. Nada más falso que trasplantar El armario de Alfonso Paso, a México, cuando en el original se trata de un político que teme arriesgar su carrera si sus votantes llegan a enterarse de sus aventuras extraconyugales. Como si en México a alguien le importara semejante actitud de un político. Sería de temer más bien lo contrario. Asimismo, nada más falso que adaptar una comedia corno La fiaca que desde el título sé circunscribe a un determinado lugar, a una determinada región geográfica, la Argentina, y a la manera de ser de sus habitantes.

¡Cuanto más grave se torna el problema en el caso de Chéjov! No es posible trasplantar un personaje chejoviano a Toluca, como no es posible trasplantar un mango al clima de Moscú. Hay cierta semejanza entre el clima chejoviano y el clima de obras mexicanas que suceden en la provincia. Pero son semejanzas ambientales, de ritmo. Los personajes son diametralmente opuestos Nadie es tan psicológicamente ruso como Chéjov. Sobre todo si tomamos en consideración que Carlos Ancira, no sé si por instinto o por costumbre, no logró abandonar su actuación "a la rusa". No en vano se le considera desde años como el actor "ruso" de México; no en vano interpretó tantos personajes de la literatura eslava y fue el protagonista de El diario de un loco. Y esta similitud resultó una incongruencia. La obra, al dejarse los cuentos en su original geográfico, hubiera ganado mucho.

En cuanto a la parte estética del espectáculo, no dejaba de tener su nota agradable, debido sobre todo a las disciplinadas interpretaciones de este conjunto que intervino colectivamente en la dirección escénica. Al lado de Sonia Furió, excelente en los diversos caracteres que protagonizó y quien, caso raro parecía casi tan rusa como Carlos Ancira, los tres jóvenes actores: César Bono, Álvaro Carcaño y Xóchitl Vigil, competían con sus maestros. Si bien las pantomimas, en ciertas partes, como la imitación de las palomas con las manos, o la de la boa mientras se traga un conejo con el brazo, dejaban bastante que desear, en cambio la escenografía de Manuel Covarrubias resultaba muy interesante y funcional.

En general, un espectáculo que merece ser visto.