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Columna El Teatro

Las brujas de Salem por la Compañía del Teatro Popular en el Ideal

Armando de Maria y Campos

La Compañía del Teatro Popular que funciona bajo el patrocinio del Instituto Nacional de Bellas Artes bajo la dirección de la muy experimentada actriz y directora Lola Bravo de Serret y se encuentra integrada por elementos seleccionados de la Academia Dramática del INBA es, sin duda, si nos atuviéramos exclusivamente al resultado de interpretación de la nueva postura de Las brujas de salem, una de las mejores del momento teatral que vive México.

Nada en este conjunto parece improvisado. La serena, responsable y disciplinada dirección de Lola Bravo, que fue cocinera antes que monja –haciendo femenino un conocido refrán–, porque primero fue excelente actriz y ahora, dueña de los secretos del juego escénico, se ha convertido en directora digna de jugar entre las mejores cartas de la baraja teatral de estos días. Fue un acierto elegir Las brujas de salem porque es obra de prueba para un elenco numeroso como el suyo, con variedad de personajes, todos con la importancia que las piezas de un rompecabezas poseen por separado y en conjunto y, sobre todo, porque esta admirable pieza de Arthur Miller es de actualidad no obstante que su acción histórica ocurre en salem, Massachusetts, en 1692. Miller habla al mundo de ahora y mantiene viva la tremenda situación que creó en los Estados Unidos la cacería de comunistas por un senador paranoico. Las brujas de salem no perderá vigencia durante mucho tiempo y por eso apasiona al espectador contemporáneo.

Admira la sobriedad y al mismo tiempo la riqueza de recursos de Lola Bravo para dirigir a sus alumnos. Posee habilidad y el gusto de los buenos sastres que visten a su clientela de pies a cabeza, y nadie advierte que va con un traje bien cortado y mejor construido. No se ven costuras ni alforzas; el corte es perfecto, las líneas caen bien y eso tan difícil que es no dejarse sentir estando presente, lo logra Lola Bravo con naturalidad que es maestría consciente. La escenografía de David Antón es una de las mejores y más impresionantes que le conozco a este talentoso pintor-escenógrafo.

Cómo lamento no contar con espacio para dedicar las líneas que merece cada uno de los actores-discípulos de Lola Bravo. Estoy cierto que la mayoría de ellos tienen por delante brillante porvenir. En la necesidad de mencionar exclusivamente nombres, coloco en primer término a Rogelio Quiroga que tiene gran planta de primer actor, a Liza Willert, a Julia Marichal, a Aura Rivas, a Vicente Cabello a Diego Landeros, a Iván García y, en seguida, a todos los componentes del conjunto, que se mueve en admirable concierto y que por esta afinada circunstancia produce un espectáculo digno del más justo elogio, de la mayor atención.