FICHA TÉCNICA



Título obra Moctezuma II

Autoría Sergio MagaÃ’a

Dirección AndrÈ Moreau

Elenco Ignacio LÛpez Tarso

Escenografía Graciela Castillo del Valle

Vestuario Graciela Castillo del Valle

Productores INBA

Notas Obra inaugural del ciclo de novedades teatrales organizado por la AsociaciÛn Nacional de Directores del INBA




Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "Moctezuma II de Sergio Magaña, bajo los auspicios del Instituto Nacional de Bellas Artes". Novedades, 1954. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Novedades

Columna El Teatro

Moctezuma II de Sergio Magaña, bajo los auspicios del Instituto Nacional de Bellas Artes

Armando de Maria y Campos

El INBA ha presentado al público de México la pieza en tres actos y un prólogo, Moctezuma II, de Sergio Magaña, joven autor mexicano, inteligente e inquieto, iniciando con este interesante estreno un ciclo de novedades teatrales que queda a cargo de la Asociación Nacional de Directores, dependiente del propio Instituto –tres de cuyos agremiados: Seki Sano, de origen japonés; Fernando Wagner, de ascendencia alemana y Celestino Gorostiza, mexicano, se excusaron a su tiempo de dirigirla, imitando a Novo, director también mexicano, que dio excusas y no la montó–. Dirigió la pieza del joven autor de Los signos del zodiaco, el director de origen francés André Moreau.

Singular expectación –un poco artificial, oficial mejor dicho– precedió a la postura escénica de esta pieza, a la que su autor anunció como "la primera tragedia" del teatro mexicano y dio sus motivos que, a la postre, visto lo que es este drama entre familiares de Moctezuma, resulta excesivo. Sergio Magaña, inteligente y ambicioso, acertó a crear un Moctezuma con perfiles tan singulares y reacciones tan novedosas, que nadie dejará de reconocer que es "su" Moctezuma, personaje antihistórico, tanto como lo son ya el Juárez, el Maximiliano y la Carlota de Usigli.

Conviene recordar quién fue Moctezuma II, según lo que hasta ahora se sabe de su vida; de la historia, la leyenda y la crónica testimonial. A Moctezuma II se le llamó Xocoyotzin, señor sañudo; noveno rey azteca de 1502 a 1520. Hijo de Axayácatl. Actuó como emperador y sumo sacerdote. De carácter altivo, severo y supersticioso, hizo degenerar la monarquía en absoluta y despótica; impuso tributos onerosos, promovió guerras injustas y creó un ceremonial riguroso, haciendo que se le acatara como un dios. Durante su reinado desplegó un lujo extraordinario. Servíanle de habitación y de lugares de recreo los baños y el parque de Chapultepec. Tenía a su servicio tres mil personas. Cortés se aprovechó de su difundida enemistad con los tlaxcaltecas, para llevar al cabo la ruina del imperio mexicano. Muy poco tiempo después de entrar Cortés a México (1 de noviembre de 1519) los redujo a prisión. Habiendo salido Cortés para Veracruz para destruir la expedición de Pánfilo de Narváez, a su vuelta a México encuentra a los españoles que dejara al mando de Pedro de Alvarado, sitiados en su mismo cuartel; después de una lucha encarnizada, vióse Moctezuma obligado a servir de mediador; salió a la azotea del edificio que le servía de prisión, para arengar a su pueblo, pero apenas había pronunciado las primeras palabras cuando una lluvia de flechas lo hizo caer herido, sucumbiendo al cabo de tres días –el 30 de junio de 1520– si hemos de seguir creyendo la versión de antiguos cronistas y recientes historiadores, aunque no faltó quien afirmara que Moctezuma fue asesinado por los españoles... Nada de estos hechos de elemental historia figura en la pieza dramática de Magaña.

El joven autor creó varias situaciones, dramáticas algunas, teatrales la mayoría, para que Moctezuma –a veces Xocoyotzin, en ocasiones Ilhuicamina– tuviera y sostuviera escenas violentas con el rey de Tlacopan (galán con técnica a lo Romeo, enamorado, claro, de una Julieta azteca, Tecuixpo, hija de Moctezuma, que había de adoptar el nombre de Isabel al recibir las aguas cristianas); Ixtlixóchitl, Cacama, Cuauhtémoc, Cuitláhuac, los señores de Culhuacán, de Xochimilco y de Coyoacán, el embajador maya Chan, y el ministro (especie de poder tras el trono, anticipo teatral de Richelieu). También aparecen la madre del emperador azteca, y el hijo menor, Axayácatl. Todos intervienen para que el poderoso Señor Sañudo se convierta en águila que cae en medio de discusiones, disputas y aun un monólogo hamletiano; todo con un marcado propósito dramático, nunca trágico, a pesar de la aparición –reminiscencia del teatro trágico de los griegos– de tres viejas agoreras y adivinas, que después, a su tiempo y en su tiempo, el genio de Shakespeare había de fijar en la escena universal como brujas macbethianas... Construida la pieza de Magaña con intuición y habilidad, hablada con dignidad, a veces el lenguaje se eleva más allá de lo normal pero en ocasiones roza lo vulgar; las metáforas no siempre son claras, exponentes al fin del fino y fresco ingenio de los indígenas. Pero es en todo instante una gallarda muestra del talento de quien no se conforma con la áurea mediócritas del teatro de aficionados y estudiantes que es característica de esta época nuestra.

Cuando apenas contaba quince años de edad, el gran poeta cubano José María Heredia, tan incorporado a la vida política y literaria de México, escribió una tragedia en tres actos y en verso, que tituló Moctezuma y los mexicanos. No llegó a representarse, tampoco a imprimirse. De esta obra dijo Heredia: "El siguiente ensayo, hijo de la presunción y juego de los quince años a que se escribió, debiera condenarse a las llamas por cualquiera que no fuera su autor. Empero, no he querido destruir estos borradores y los conservo para divertir alguna vez mis horas melancólicas con estos primeros vagidos de mi poesía, que sea cual fuere su absurdidad, se emplearon para desfogar pasiones altas y generosas...", como las que movieron a Magaña a escribir su apasionada versión sobre un Moctezuma II según él lo ve, lo siente y lo sufre. Quién sabe si con el tiempo el Moctezuma verdadero aún desconocido, se nutra de esta o de aquella escena del drama de Magaña, porque la tradición o la leyenda, sin fantasía o sin imaginación, ¿a quién interesan, entretienen o divierten...?

Lo más selecto de los actores experimentales, aficionados y estudiantes de la materia teatral, integran el amplio reparto de Moctezuma II, y todos con plausible dignidad. Algunos son ya casi profesionales por la continuidad de sus actuaciones en grupos experimentales o de radio y televisión, y éstos son los que naturalmente más dominio demuestran en tan apasionado oficio. A la cabeza de todos, el joven Ignacio López Tarso –en Moctezuma–, que lleva el mejor camino para hacerse profesional y vivir con comodidad y respeto en tan ingrata profesión. El resto –creo que es inútil citar a todos e injusto dejar de hacerlo con algunos– desempeña sus partes con amor y disciplina. No se puede pedir más a quienes se acercan al teatro movidos por el noble y generoso impulso de su afición.

El director profesional Moreau acertó al extraer de la acción y del sentido esotérico del diálogo, lo mejor del sabor local, ese aire de historia que sopla a lo largo del argumento convencional. A veces se antoja que el movimiento es lento, que la acción se arrastra. Pero, ¿no podría ser esta característica del tema y de la tragedia que los personajes llevan en su pecho, cargada de sangre, guerras y supersticiones...? El decorado –escenografía y vestuario de Graciela Castillo del Valle– simple, no da idea nunca de lo que fue la residencia imperial de Moctezuma II y, los trajes, si bien propios, no del mejor gusto en la elección y selección de los colores y de los atuendos.

Es de reconocer el respeto que campea en toda la postura Moctezuma II. Es natural que así sea, si un hombre como Celestino Gorostiza anima esta actividad teatral oficial. Con el teatro ocurre lo que con algunas personas, que cuando más se las conoce, más se las respeta. Es un privilegio excelso. Hoy resulta infrecuente encontrar quien respete medianamente el teatro; por eso escasea la reverencia hacia él.