Rafael Solana

Rafael Solana el cronista anónimo
(prologo)

Mario Saavedra

El presente texto, así como las críticas teatrales de Rafael Solana que el lector encontrará en este sitio web, fueron editados con anterioridad en: Crónicas Teatrales de Rafael Solana 1953-1992 / Mario Saavedra, comp., Jovita Millán, edit., México, CITRU-INBA, 2004, (Biblioteca Digital, 1).

El periodismo fue para Rafael Solana la raíz y el tronco de su existencia. Según las estaciones de su vida, fue dando los flores de nueve libros de poesía; las muchas hojas de cerca de veinte cuentos y nueve novelas; el fruto, a veces ácido y otras dulzón, de miles de representaciones de veinte comedias, varias de ellas traducidas a otros idiomas y representadas en el extranjero; diez o doce películas, y algunos tomos más de crítica… Tomando al pie de la letra una famosa expresión del singular poeta praguense Rainer Maria Rilke, Luis G. Basurto atinó en el sentido vital de su cercano amigo y colega: “Escribir o morir”.

Rafael Solana desempeñó un doble papel con admirable destreza: fue un escritor profesional y un hombre culto que escribió. Al llenar su primer papel, en una vocación de verdad inaplazable, tal y como lo supo percibir y describir Basurto (“¿Se puede afirmar mejor que con Solana, esta forma de respiración moral y social, esta condena terrible y luminosa a la vez que es la vocación de escribir y el oficio de hacerlo con la mente y con el corazón?”), escribió para casi todos los periódicos y revistas de México, en donde por más de cincuenta años reflexionó sobre prácticamente todos los quehaceres y hechos de la vida pública nacional, dentro del arte y al margen de éste. Y aunque también se ocupó de otras realidades extra estéticas, lo cierto es que siempre lo hizo con sus característicos estilo magistral y lucidez.

¿Qué dejó Rafael Solana en su largo (no como muchos hubiésemos deseado), fructífero y estimable vivir? Un aprendizaje incansable, una moldeación constante que departió a manos llenas, como maestro y líder de causas nobles; y docenas de libros, miles de artículos, cientos de charlas, como uno de nuestros más sabios y generosos humanistas. Escritor brillante y prolífico, dotado de una fuerza y un ánimo de trabajo como pocos, animó innumerables campañas a favor de causas nobles, como la educación, el respeto a los derechos humanos y el cultivo del arte, sobre todo del arte teatral, que hizo su primera y fundamental tribuna de trabajo. Él mismo escribió alguna vez: “Han dicho de mí que soy un polígrafo, en cuanto he abordado casi todos los géneros y formas de la escritura; pero me considero, ante todo, hombre de teatro y prensa…”

Y esas dos actividades las hizo coincidir, precisamente, como crítico teatral, oficio que ejerció, sin dilación ni cansancio, por casi todo lo que duró su desempeño periodístico, que inició a los catorce años y se detuvo sólo con su muerte, a los setenta y siete. Sus pininos los hizo en la crónica taurina, que heredó de su padre, don Rafael Solana “Verduguillo”, y conforme fue desarrollando su talento literario y afinó tanto su educación como su pluma, pasó a otras manifestaciones del arte, entre otras, la pintura, la música (la ópera representó otra de sus grandes pasiones), el cine, la danza y prácticamente todos los géneros literarios. Murió frente a la máquina de escribir y con un libro ante sus ojos (se podría decir), ejercicios ambos que intercalaba, para descansar del otro, cuando no estaba en una función o de viaje, ya que viajar (otra forma según él, de aprendizaje) también estuvo entre sus mayores placeres.

Solana demostró desde temprana edad, apenas entrada la adolescencia, devoción y talento como escritor, lo que lo condujo a escribir para los principales periódicos de México. A partir de 1929, cuando contaba con poco más o menos de catorce años, trabajó para El Gráfico, luego el Universal Gráfico, después el Diario del Sureste, enseguida El Nacional; otras publicaciones que vieron su nombre, además de los trascendentales Taller Poético y Taller (por él fundados, junto con Octavio Paz y Efraín Huerta), Letras de México (director), Todo, Cine, Rotofoto, Hoy, Mañana, Siempre!, Jueves de Excélsior, La Prensa Gráfica, El Taurino, Toros y Deportes, Multitudes (director), Claridades (director), El Torito, Última Hora, El Mundo, El Heraldo de Zacatecas, El Heraldo de Aguascalientes, México en el Arte (fundador y director), El Hijo Pródigo, Nouvelles du Mexique, Estaciones, Cuadernos de Bellas Artes, y tantas otras de vital importancia en el curso de nuestra prensa periódica.

Con don José Pagés Llergo, de igual modo muy cercano amigo y colega, y según el propio Solana, otro de sus maestros de indeleble memoria, éste en las lides periodísticas, colaboró a lo largo de casi toda la destacada carrera del eminente periodista tabasqueño. En Todo, Cine, Rotofoto, Hoy, Mañana y Siempre!, que cubren buena parte del quehacer periodístico mexicano en el presente siglo, don Pepe Pagés contó con Rafael Solana entre sus colaboradores de cabecera, quien agradecido (otra de sus virtudes) jalaba a cada nuevo proyecto del aguerrido e inolvidable entrevistador. Dentro de la nómina de fundadores que cada aniversario saca dicha revista, rindiendo así homenaje a tan ilustres personajes, Solana nunca faltó, mientras vivió, a Siempre!, lo cual podría parecer un pleonasmo; cuarenta y tres años de ininterrumpida participación semanal, con dos diferentes espacios en la misma, un editorial firmado y su por todos conocida sección de Espectáculos.

En 1963 apareció un libro con más de trescientos cincuenta páginas, Noches de estreno, que reunía varias de las más importantes críticas y crónicas de Rafael Solana más de cien en torno a los estrenos de únicamente autores nacionales. Volumen sui generis en su tipo, y por lo mismo, de puntual importancia para recoger el desarrollo de nuestra dramaturgia, donde por cierto figura como autor el mismo maestro Solana, por derecho propio. Quienes conservan Noches de estreno, conservan un auténtico incunable. En esas deliciosas líneas, rebosantes de gracia, conocimientos diversos, certeros tino y perspicacia, frescura, aguda ironía, humana comprensión e implacable pluma, en un estilo que en la claridad y la precisión fijaba su mayor maestría, aparecen, entre otros de nuestros dramaturgos y escritores de primera línea, en varias de sus más celebradas “noches de estreno”, los cito conforme van apareciendo en el texto, Luisa Josefina Hernández, Luis G. Basurto, Jorge Ibargüengoitia, Ignacio Retes, Federico S. Inclán, Celestino Gorostiza, Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia, Emilio Carballido, Wilberto Cantón, Antonio Magaña Esquivel, Elena Garro, Jorge A. Villaseñor, Juan García Ponce, Jesús Sotelo Inclán, Hugo Argüelles, Sergio Magaña, Fernando Sánchez Mayans, Antonio González Caballero, Alfonso Anaya, Héctor Mendoza y hasta nuestro ilustrísimo Juan Ruiz de Alarcón…

Lo que hace ahora el Centro de Investigación Teatral “Rodolfo Usigli”, a manera de continuación obligada o segunda parte de Noches de Estreno, responde a una iniciativa lanzada por Hugo Argüelles en algún homenaje a Rafael Solana, y tomada con entusiasmo por el doctor Gerardo Estrada y el entonces director del área de teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes, el maestro José Solé. Se me pidió que me tirara a la difícil pero seductora tarea de rescatar las críticas y crónicas de don Rafael en la revista Siempre!, ante lo cual también se contó con el apoyo generoso e irrestricto de su directora, la señora Beatriz Pagés Rebollar. Tarea eso sí engorrosa, por la cantidad de páginas que del archivo había que sacar, expurgar, leer detenidamente, fotocopiar, clasificar. No menos valiosa resultó la colaboración de algunos de mis más capaces discípulos en el Centro de Estudios Universitarios PART (fundado por el destacado periodista Guillermo Pérez Verduzco, y del que fue rector don Rafael también hasta su muerte), entre ellos, Armando González Tejeda, que ahora está haciendo una interesante cerrera en España.

Con poco menos de cinco años de espera, por cambios y movimientos que obligadamente iban retrasado los proyectos, por fin sale a la luz este trabajo, el cual estuvo supervisado con toda puntualidad por Jovita Millán. Ya no sólo figuran aquí autores mexicanos, que era un poco el sello distintivo de Noches de estreno; aparte de ellos, cuya nómina se amplía con otros nombres de generaciones más recientes (Wilebaldo López, Ignacio Solares, Carlos Olmos, Víctor Hugo Rascón, Sabina Berman, Tomas Urtusástegui, entre otros), se incluyen aquellos nombres de autores extranjeros que marcaron huella en la escena nacional. Teatro experimental, universitario, comercial, institucional, en espacios grandes y probados, o en otros de menos capacidad y más incómoda estancia, todo ello cabe en este volumen indispensable para conocer y adentrarse en el curso del quehacer escénico mexicano de más de cuatro décadas. Desde los cincuenta hasta iniciados los noventa, aquí asistimos al reconocimiento de uno de nuestros más sabios y entusiastas comentaristas de teatro, y cuyas opiniones pesaron en lo hecho por todos nuestros teatristas: dramaturgos, directores, actores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, empresarios y demás oficios vinculados con la actividad del espectáculo teatral.

El propio Rafael Solana, como dramaturgo importante que fue, encabezó por varios años la Asociación Nacional de Autores, y estuvo entre las piezas indispensables, al lado de José María Fernández Unsaín, en el movimiento y el desarrollo de la Sociedad General de Escritores de México. Como hombre siempre de teatro, de igual modo estuvo al frente de la Federación Teatral, organismo que agrupa a prácticamente todos los sindicatos que tienen que ver con nuestra vida teatral. Como crítico y periodista en el ramo, figura entre los fundadores de las más antigua de las agrupaciones del género, la Asociación Mexicana de Críticos de Teatro (con más de cincuenta años de vida), desprendida ésta a su vez de la Unión Mexicana de Cronistas de Teatro Música, en ambas presidente por muchos años y en varias ocasiones. Por ésta y muchas otras razones, celebro la aparición del presente volumen, ya obligado e indispensable en toda biblioteca teatral, y documento de gran provecho para todo aquel que quiera conocer el desarrollo de nuestro quehacer escénico en las más recientes cinco décadas o segunda mitad de siglo. Para la fecha de donde arranca este libro, y sólo para calificarlo en su justo valor, Rafael Solana (Premio Nacional, entre otros muchos reconocimientos) ya llevaba para entonces y largo camino recorrido...

México, 1997