diorama teatral |
en
un ruido; cada reacción, en una
reacción; formando así una estructura imaginística, un espectro,
con su acepción física de: resultado
de la dispersión de un conjunto de
radiaciones; de descomposición de
luz a través de cuerpos refrigentes.
Este espectro es formado con
significativas imágenes de: explosión, derrumbamiento,
refracción, rompimiento, ilación,
reverberación, en un sucesivo
destruirse y reconstsruirse, que
conduce al espectador al vislumbramiento, en su sentido
profético, de mundos y universos
íntimos y cósmicos. El
símbolo Nínive, meta íntima -en la obra de Elena
Garro- deviene meta cósmica, por esa
representación en la que cada
individuo, cada objeto, viene a ser efectivamente la
“representación” de una dinámica que hace estallar, como cartucho explosivo, la energía comprimida. Esa liberación de energía es el poema escénico. Poema, en el que este
director usa la metáfora plástica, metáfora que es condensación simbólica, y con la cual va conformando un nuevo código de signos, un lenguaje más que ideográfico, sensográfico, puesto que es recibido por el espectador
más como estremecimiento sensorial, sinestésico y menos como ideal reductible a la razón.
Alexandro se sirve de la pantomima,
precisamente, como recurso para llegar a la sinestesia. Cuando Ancira camina arrastrando una pantalla de televisión, Alexandro hace una metáfora, trasplantada de la región intelectiva, hacia la plástica. La actitud de un
personaje que no vive, que contempla la vida de los otros, es percibida por
el
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espectador como estímulo visual:
las palabras del personaje toman
cuerpo en la imagen física;
como también vemos con la
metáfora de la leche que se
derrama al final de la obra. Cosa similar ocurre
cuando en Las sillas, la Vieja dice al
Viejo que “rompió su
vocación”, en ese momento “vemos”
la vocación rompiéndose
dentro del personaje, como una acción que se
expande por el tiempo hasta
el infinito; todo lo que sucedió, sigue
sucediendo y seguirá
sucediéndose en el futuro.
Uno de los pilares del arte de Alexandro, es evadir las barreras
de tiempo y espacio, porque Alexandro es un poeta de la escena, que utiliza como materia el misterio y de ella son
subsidiarios los cuerpos, las ideas,
las palabras, los gestos, los sonidos,
elementos que no son nunca estáticos, que son como ondas radiales que brotan del misterio y se extienden concéntricamente por la
atmósfera.
Carlos Ancira,
Magda Donato, Héctor Ortega y María Teresa Rivas, son también creadores mágicos de ese universo, los estimuladores de todos los sentidos, su arte queda inscrito en el epicentro de la poesía, han traspasado las lindes de
la "actuación", pues de Actores, han pasado a ser Símbolos de visualización
multidimensional: ojos, voz y cuerpo del poema escénico.
Patricia Morán y Luis Bayardo denotan
su rápido asimilamiento a una nueva técnica, expresándose en magníficas actuaciones, dentro de esta forma estética.
Este todo, del que el montaje
sonoro de Alexandro y las
escenografías y trajes de Lilia
Carrillo y Jorge Manuel
son otros tantos pilares que
sostienen el milagro teatral, revela una vez más, el genio de
su creador.
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