podía quedar a salvo del desastre. Fue precisamente el
requerimiento del rey Luis XIV lo que
hizo a Molière perder la nitidez del dibujo de sus
tipos. Es de imaginarse ¡cuánto debe haber protestado interiormente por tener que poner el arte al servicio de un capricho del rey!
La representación en el Xola tiene aciertos muy
valederos, la comicidad fue llevada por el director dentro de un tono de farsa que se acomodara más a la bufonería de los dos últimos actos (la obra original tiene cinco actos, pero
para esta representación se hizo un solo corte quedando dividida en sólo dos actos) que a la menos exagerada de los tres primeros. Con ello logró el director que la mascarada del hijo del “Gran Turco” resultara más coherente y menos extraña a la obra.
La vis cómica de Guillermo Orea se pone nuevamente de manifiesto, la versatilidad de este actor, que tanto encarna a un personaje cómico de Molière, como a un cardenal de
los que aparecen en Becket o el honor de Dios de Anouilh, o que a un personaje eminentemente dramático como el de Tchin-Tchin de Billetdoux,
es asombrosa. Al
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comentario que se ha hecho de que repite sus recursos, podría replicarse
que si esos recursos, aunque
repetidos, sirven para diversos fines y están correctamente empleados ¡qué importa
que los repita! por otra
parte ¿quién es aquel que no repite sus recursos en un momento dado a lo largo de una prolífica carrera artística?
En general todo el reparto, que es numerosísimo, realiza una labor
sumamente estimable. Sobresalen Carlos
Monden, Mercedes Pascual, Luis Gimeno,
Roberto Rivero, Farnesio de Bernal, Álvaro Carcaño, Queta Lavat, Mari Carmen Vela y otros como la actriz que encarna a Nicolasa y el actor todavía un poco verde pero que se
advierte susceptible de pronta maduración que interpreta a Cleonte. Desgraciadamente la carencia de programas (durante los primeros
días de estrenada la obra) me impidió conocer el
nombre del director, del escenógrafo y de algunos de los actores, cantores y del
cuerpo de ballet.
Uruapan
La Sociedad de
Amigos del
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