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Siempre, 8 de noviembre de 1978

 

Teatro

Rafael Solana

El pagador de promesas de Díaz Gómez, dirige Lorenzo de Rodas

De las tres obras presentadas este año por la Compañía Nacional de Teatro (el año pasado fueron seis) la que ha obtenido más franco éxito ha sido sin duda El pagador de promesas, la primera, Opereta, dividió opiniones; la segunda, Arturo Ui, fue muy apreciada, pero resultó algo aburrida; El pagador de promesas, en cambio, fue un deslumbramiento de principio a fin, convenció a todos, con todo, y encendió entusiasmo.
           
Desde luego se trata de una magnífica obra, y tiene sobre otras muy buenas que esa compañía ha escogido anteriormente la doble ventaja de ser de nuestro tiempo y de nuestra gente; es una obra latinoamericana, que presenta tipos, problemas, maneras de pensar y de actuar, que mucho se parecen a lo nuestro. Al observar cómo una pieza brasileña despierta interés mucho más vivo que una polaca o una alemana, y que las inglesas o rusas o suizas que antes nos han sido ofrecidas, ¿no se nos ocurre que mayor todavía sería ese impacto, sería más estrecha esa comunión si se tratara de una obra mexicana? Pues bien, esa observación obvia no la ha hecho la Compañía Nacional de Teatro. La felicitamos por haber escogido a un autor brasileño de un gran talento: pero seguimos sin comprender que no se haya enterado de que en México los hay del mismo tamaño, y podría auspiciarse el nacimiento de otros. Obras tan buenas como El pagador de promesas, que es espléndida, las tienen Emilio Carballido, Hugo Argüelles, Vicente Leñero, y tal vez algunos otros. Esperaremos a que los descubran en el extranjero, y les pongan sus piezas la Compañía Nacional de Teatro de Brasil, o la de Cuba, o la de Alemania, o la de la República Argentina....
           
Muy buena es la obra, si bien se hace un poco larga porque, además de sus cuatro actos,  tiene un cuadro extra, con un bailable. Y estupenda es la dirección, de Lorenzo de Rodas que, con Montoro, con Gurrola, tal vez con dos señoras, Susana Alexander y Marta Luna, habrá de figurar entre los finalistas por el premio de dirección en este formidable año en que hemos visto varias direcciones extraordinarias. Lorenzo nos ha dado ya antes una Fuenteovejuna, Un sombrero lleno de lluvia y otros trabajos espléndidos; pero ahora, además de una obra de gran calidad, tiene un reparto insuperable, y todo el dinero que quiera para la producción, extras, y todo lo que se le ocurra; su labor, así para mover a sus muchos personajes como para entonarlos y hacerlos rendir soberbias interpretaciones es digna de mayor elogio. Toño López Mancera ha hecho una escenografía grande y justa, vasta como la de una ópera, y que sirve a la pieza a la perfección.
           
En cuanto al capítulo de las interpretaciones, en esta compañía lo difícil es escoger por dónde empezar, pues esta obra, como otras de la CNT(1), tiene una docena de nombres estelares en el reparto. El papel que da título a la obra lo hace Miguel Córcega, quien el año pasado, en Luces de Bohemia y en otra obra tuvo papeles chicos. Está brillantísimo; nos recuerda una actuación suya anterior, en una obra tan buena como El pagador de promesas, que fue Los prodigiosos. Hace una creación de su ingenuo y dulce personaje, que le resulta latinoamericanísimo, casi mexicano, en su autenticidad emotiva. Inmediatamente detrás hay que citar como otra creación que es la perfección misma el papel de Rosa, que hace Meche Pascual, a quien otras veces hemos visto tan lejos de personajes semejantes, y que han hecho en el cine Pilar Pellicer y otras muchas actrices. También está magnífica Mónica Serna, y Otto Sirgo cubre con gran lucimiento el que sin duda es el mejor papel que ha tenido en su vida.
           
Pero no para allí la cosa. Si para los cuatro papeles más visibles hay estas cuatro estrellas, también las hay para los personajes secundarios. Fernando Mendoza está de un pieza en el papel de cura. Farnesio de Bernal triunfa en el suyo, y Miguel Maciá, Carmen Sagredo, Blanca Torres, Jorge del Campo, Carlos Bribiesca, Ángel Casarín, Alberto Gavira, Tomás Bárcenas, cubren otros más pequeños, y todavía hay otros personajes más, y mucha comparsería, con bailes, música, canto; el escenario se llena de animación en las escenas que lo requieren.
           
Suponemos que será de las tres obras de este año la que más guste, la que arrastre más gente, la que se sostenga más tiempo en cartel, y la que dé una lección de cómo deben hacerse las cosas el año próximo. Este triunfo grande, impresionante, de El pagador de promesas, de Díaz Gómez, nos hace pensar lo que sería, puesto por esta compañía, El relojero de Córdoba; o El tejedor de milagros, o Los albañiles.

 

1. Compañía Nacional de Teatro