“Una vez sobre el escenario, un objeto deja de ser él mismo: comienza a significar. Su valor de uso es relegado, incluso borrado, por su valor semántico. En cualquier caso, la importancia no está en lo que significa sino en la forma de significar y en el proceso de significaciones que éste alimenta a todo lo largo de un espectáculo. (…) Desde esta perspectiva, el actor se convierte tanto en un constructor como en un destructor de signos”.
Con estas palabras, Bernard Dort se acercaba a describir lo que, en su opinión, sería la vocación misma del teatro: no la ilustración de un texto ni la construcción de un espectáculo sino “la crítica en acto de la significación”.
Incluso en el sueño del gran renovador plástico del teatro, Edward Gordon Craig, donde el objeto (la supermarioneta) sustituye al actor, la significación proviene de su interacción constante con el espacio, la luz, el sonido y el movimiento.
Es el juego, la esencia de la teatralidad, el elemento que efectúa este proceso y el que determina la lejanía entre las artes de representación (como el teatro y la ópera) y la obra de Peter Greenaway presentada en el XXVIII Festival Internacional Cervantino: Cien objetos para representar el mundo.
Con el subtítulo de prop-opera (ópera de utilería), el espectáculo multimedia corresponde, en todos sentidos, a la concepción museográfica del proyecto original, cuyo brillante punto de partida es un catálogo personal equiparable a aquel con que los científicos de la NASA pretendían describir a una potencial inteligencia extraterrestre la vida en el planeta azul.
La aproximación del aclamado cineasta a los terrenos de la ópera parece coincidir con su conocido planteamiento de que el séptimo arte no es un hijo bastardo del teatro sino la evolución natural de las artes visuales en el siglo XX. Y, por si fuera poco, que ese arte está muerto.
En este espectáculo, pleno de escepticismo y desdén, los objetos no forman parte del juego sino que son exhibidos mientras el texto (la parte más interesante, a mi entender) describe irónicamente sus posibles significaciones. La imagen tecnologizada y una pista sonora también descriptiva completan el procedimiento.