En años recientes, Boris Schoemann ha consagrado su energía a la generosa tarea de traducción y difusión de textos dramáticos contemporáneos (Koltès, Copi, Müller y Mueller, entre otros). Hoy, en diferentes espacios de la ciudad de México, se presentan dos obras dirigidas además por él, 2050, la balsa de los muertos y Los endebles, de Michel-Marc Bouchard, que realiza temporada de viernes a domingo en La Capilla.
Trabajo de graduación, la puesta en escena de Los endebles reúne a egresados de varias generaciones recientes del Centro Universitario de Teatro, todos ellos varones dados los claros ecos genetianos del texto -cero y van cuatro- quebecois.
Estructura poliédrica de representaciones martirológicas, la obra de Bouchard se centra en la apasionada relación homosexual de una pareja de adolescentes en el intolerante contexto de un pueblo canadiense de principios de siglo.
A pesar de su intrincada organización en forma de cajas chinas, la obra no logra trascender el contexto sentimental de la anécdota pues, a diferencia de Genet, los múltiples juegos de representación jamás ponen en duda la realidad de la materia representada y los personajes, poseídos de una exaltación melodramática, carecen de complejidad.
Más nacional que los nacionales, acostumbrados a un teatro y un cine sobresentimentalizados, Schoemann se apropia con entusiasmo del material dramatúrgico y construye una ágil y limpia puesta en escena, sólo enturbiada en algunas escenas de grupo, y una eficaz actoralidad apoyada en la unilateralidad emotiva o la caracterización corporal, en franco contraste con el exceso de coloquialismo -ausencia de construcción- presente en las formas del habla.
El amplio elenco masculino, como la viña del señor, muestra una gran variedad de estilos y posibilidades actorales. En el papel de los sobrevivientes, organizador e involuntario espectador de la representación autobiográfica, Raúl Adalid y Rubén Castillo se limitan a ilustrar su antigua rivalidad y desperdician la posibilidad de evolucionar emotivamente conforme a los avances narrativos de su pasado. Con un físico que los iguala en edad, Fernando Briones aparece como un actor más sincero colocado en un personaje menor.