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Jornada Semanal, 1 de septiembre del 2002
 

teatro

Noé Morales Muñoz

FESTIVAL DE MONÓLOGOS COAHUILA

I

Estallan risas entre los contertulios que contrarrestan la canícula con bebidas ad hoc, pero el columnista sigue elocuente cual mimo. ¿Razones? Dos: la primera, para muchos inusitada, es que está reflexionando. La segunda es que el azar le ha colocado frente a Pilar Medina, quien dos horas atrás ha cimbrado el Teatro del IMSS con una soberbia interpretación en Con tinta de hojas. Termina distanciándose de la deliciosa charla y dando con una interrogante. ¿Existe realmente el punto en el que no puede subordinarse a un actor consagrado a la disciplina de un director en tanto acabará ineludiblemente pasándola por alto, como le ha dicho Fernando de Ita? Evidentemente se trata de una generalización como todas injusta, pero el asunto no es indagar en su veracidad sino en sus posibles ventajas. El espectáculo mencionado, localizando su origen en una búsqueda personalísima, pudiera indicar que en algún caso prescindir del director se vuelve un hecho afortunado. Porque aterra imaginar cuánto de frescura y transparencia hubiera perdido el montaje. Sin embargo, la tesis reaparece días después, a propósito de la presentación de Marta Aura en La mujer rota, y de Patricio Castillo en Einstein. En el primer caso se percibe urgente la presencia de alguien que depure, resignifique, modere. El otro viene a ser un claro ejemplo de cómo condescender con el público en aras del aplauso. Al final no puede haber ninguna conclusión firme. Si acaso tranquiliza saber que si un hombre tan lúcido se permite a veces teorizar desde la víscera, el crítico incipiente aspira al indulto por lo aquí dicho a lo largo de estos meses.

II

Hemingway sugería leer poesía por ser el mejor método para encontrar títulos bellos. En lo que habría que pensar es hasta qué punto el nombre de una obra puede ser premonitorio, para bien o para mal. El Festival de Monólogos Coahuila ha ofrecido ambas variantes. Pasaporte con estrellas, de Emilio Carballido, cumple a la perfección: en diez minutos la atención del auditorio enfila rumbo a los más recónditos parajes de la galaxia. Mientras Emma Dib pinta desde la perspectiva de género un universo entero con Ella imagina. Y en el que, con fascinante economía de recursos, una mujer se pone a imaginar. 

Pero también no es dada una tercera vía: cuando entre nombre y nombrado hay un desfase kilométrico. Héctor Jiménez escogió bautizar Ibargüen...¿qué? a un montaje en el que no hay nada del autor guanajuatense. Alguien comenta: bien pudo haberse llamado Cervan...¿qué? o Lope de ...¿qué?. O quizás simplemente ¿qué?

III

monologosComo parte del Festival, el INBA y el Instituto Coahuilense de Cultura han programado tres noches de stand up comedy del Grupo Pastegé. En la clausura, Juan Carlos Vives azuza a la saltillense concurrencia con un par de jocosas provocaciones sobre la eterna pugna entre capitalinos y provincianos. Divergencia que se cuela en el nivel global de la programación. Decir que el quehacer teatral de los estados está lejos en calidad del chilango sería de un maniqueísmo execrable, pero sobre todo equivaldría a suscribir la política de paternalismo centralista que tanto ha dañado al país en todos sentidos, incluido el cultural. Están los casos de Tijuana, Monterrey, Guadalajara, Xalapa y Querétaro como ejemplos categóricos de lo contrario. Sin embargo, en el caso específico del Festival hoy comentado se impone un replanteamiento de los mecanismos de selección de las puestas a participar en años venideros (vengan de donde vengan), considerando la loable idea de la Coordinación Nacional de Teatro de crear una Red Nacional de Festivales durante su ejercicio. Sobre todo porque el aún escaso a diferencia del de Monclova, ciudad en la que se gestó el Festival a instancias de José Palacios público de Saltillo presenció en su primer evento más de una escenificación endeble, muchas de ellas de provincia. El método más seguro para atraerlos será elevar la calidad. Aunque pensar en llenar siete noches seguidas el enorme Teatro de la Ciudad con montajes no comerciales se antoja titánico. Pero no imposible, hay más de un signo que lo sustenta.

IV

La delegación remata la noche de clausura en el Tex-Mex, un rodeo que rumbo a las dos de la mañana se pone fellinesco: es posible ver sombreros y botas moviéndose al compás de Shakira bajo un juego de luces más bien techno, mientras las pantallas ofrecen un Harry Potter subtitulado. El columnista, mermada su economía, recuerda que sólo podrá comprar un par de bolsas de pan de pulque como testimonio de su estancia. Pero, cursi como es en las despedidas, piensa que se lleva más de su primer festival como periodista. La autosuficiencia de Teresa Selma, un par de chistes memorablemente lacerantes de Mónica Huarte, las charlas del trío Leñero-Soberanis-de Ita, la delicia vocal de Gareth Armstrong, la inefable generosidad de los coahuilenses. Pero sobre todo, la sorpresa de que es leído quincenalmente en lugares que no imaginaba. Una cerveza cortesía de Logística lo interrumpe. Mal momento para ponerse serio.