diorama
teatral |
fueron sólidamente estructuradas.
Débil en cambio, me pareció la escenografía que trata de ser
sugerente pero que no sugiere nada y sí se divorcia del vestuario, apegado a la
época. El mismo recurso de hacer aparecer el escenario como una empalizada, fue
utilizado por Julio Prieto en Las troyanas, pero ahí tenia un sentido, llenaba un objetivo, en cambio en Macbeth el sentido de su escenografía quedó tan oculto que no llega a atisbarse qué
pretendió sugerir con tal escenografía. No hubiera yo dudado en elogiarla, de
haberse tratado de otra obra, con la cual fuera congruente, pero esa congruencia,
con Macbeth, no la encontré. Con muy
buena voluntad traté de ver en ella el signo de la muerte, pero ni con las
cabezas esqueléticas que la coronan, ese sentido me fue ratificado.
Interpretar los personajes shakespeareanos es una empresa ardua, aun para los más dilectos actores, y puede decirse que
José Gálvez y Ofelia Guilmain al lanzarse a ella lo
hicieron con todos sus sentidos puestos al servicio de su arte. La gran
literatura teatral es como una sirena que arrastra a los actores a la
recitación pura, a la exaltación del texto, tratado literariamente más que dramáticamente,
sin embargo, Gálvez y la Guilmain, no cayeron
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en esa tentación y lejos de ser
simples expositores de las imágenes literarias, se sumergieron en el tenebroso
mar de las vivencias emotivas de Macbeth y de Lady Macbeth, alcanzando una penetración
interpretativa de altos vuelos.
Magnífica fue la actuación de las brujas: Cristela Guajardo, Lucía Guilmain y Lola Beristáin.
Sobresale también el trabajo de Luis Gimeno, a pesar de la brevedad de su
aparición. Macduff, Lady Macduff, Banquo y los hijos de Duncan, encontraron idóneos
intérpretes en Manolo García, María Idalia, Fernando Mendoza, Octavio Galindo y
J. Miguel Solórzano; estos dos últimos, por su juventud y sus dotes, son una
promesa para nuestro teatro.
A la figura del rey Duncan, trazada sobre una línea, por el propio
Shakespeare, sólo una gran majestad puede salvar su dimensión, y a darle esa
majestad no contribuyó ni el traje vestido por Miguel Maciá,
ni la composición plástica de las escenas en las que interviene.
Otros actores de valía, como Amparo Villegas y Ángel Casarín, participaron
en pequeños papeles. Por un momento pensé que Narciso Busquets representaba el
papel del Sargento, tal era el parecido de las modulaciones de la voz de Arturo
Benavides, con las de ese actor.
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