Autores: Millôr Fernandes y Flavio Rangel. Traducción, Margarita Mendoza López.
Música: la que pide el texto, salvo en
tres canciones Milton Redi. Dirección, Rafael
López Miarnau. Escenografía, Julio Prieto. Producción,
Teatro Club. Reparto: Emma Teresa Armendáriz, Augusto Benedico y Jorge del Campo. Solistas, Chela Nájera y Nan Redi. Músicos: Amado Díaz
Muñoz, Javier Sánchez Cárdenas y Fernando Sánchez Madrid. Coro: Milton Redi, Ma. Elena Osmanchuck, Ma. Cristina Steger,
Silvia Ortega, etc.
Con la
presentación de la obra ¡Libertad!
¡Libertad! de los autores brasileños Millôr Fernandes y Flavio Rangel, el director del grupo Teatro Club, Rafael López Miarnau, y con él toda la compañía, obtiene uno de sus mayores éxitos. Estas líneas no son otra cosa que la prolongación
del aplauso que estalló en las manos
de un público entusiasmado.
Sería
difícil definir el estilo de dicha obra, pues aunque tiene música, no podría jamás catalogarse
como una comedia
musical, tampoco como una tragedia musical. En ella, por medio del humorismo y la denuncia, quedan plasmados los momentos luminosos y los momentos vergonzosos de las luchas
libertarias que la humanidad ha vivido y vive. Los libertadores, los
sojuzgados, los héroes y los
antihéroes, los que han
caído por defender la libertad humana y los
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que han caído por querer doblegarla, los que la
cantan y los que la enmudecen: todos, ocupan su lugar en el tapete.
"¡Libertad, esa palabra
que el humano sueño alimenta
que nadie hay que la explique
ni nadie que no la entienda”.
Bajo este signo
se desenvuelve una obra llena de esperanza en el futuro y condolida por todos los
sacrificios que exige el futuro. Al ser pronunciada la palabra final de la obra, por labios de Prometeo: ¡RESISTO! es el pueblo del Brasil el que habla, pero son también todos los pueblos del mundo, actuales y pasados; es Sócrates y Lincoln, es García Lorca y Bertolt Brecht, es Morelos y Tiradentes, es el pueblo judío y es el negro.
Una
obra escrita como protesta musicada, magna por cuanto que no fue
concebida de manera localista; sus autores no se sitúan sólo como
brasileños, sino como ciudadanos del mundo y toman la palabra por el pueblo norteamericano y por el ruso, por el francés o por el español. Contraponen la tragedia con la
sátira y pugnan por el canto y por la risa como medios catalizadores, o purificadores.
Paradójicamente,
los autores enfrentan las palabras de Hitler:
“¡Instalaremos tribunales nazis y rodarán las cabezas!”
con la de Kennedy: “¡Conciudadanos
del mundo: preguntad, no qué pueden hacer por vosotros los Estados
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