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Se alza el telón Entre niños y... adultos

por Malkah Rabell

Natural que los niños sean los espectadores más asiduos de una representación infantil como El dedal mágico, que presencié el domingo 23 de enero. Pero ¿será igualmente natural que "Adultos" -así con mayúscula- auténticos adultos presencien, aplaudan y se rían a carcajadas de un espectáculo llamado Hay que enterrarlo parado, que actualmente se presenta en el teatro Principal (ya definitivamente desprestigiado), y que tuve la desgracia de ver el domingo 30 del mismo mes? He visto muchas obras malas en el transcurso del año pasado en el género que dan en llamar vaudevilesco, y otros nombran "carpero", pero nada semejante a este "Enterrado" desde La pulquería. En este género a menudo se encuentran actores que conocen su oficio y podría en otra clase de papeles demostrar toda su capacidad. Como Alberto Rojas "El Caballo"; Polo Ortín, o Kippy Casado. Aquí no hay nada de tal. Ninguno es actor. La estrella del espectáculo es un señor llamado Rafael Inclán, que, según parece, es un cómico muy popular en el cine y en la televisión (nunca lo ví, gracias a Dios, o por lo menos no lo recuerdo), quien se dedica a hablar como un molino a viento y decir puras leperadas (como me lo explicó una señora muy amable sentada a mi lado y que tampoco se reía). Como hablaba tan de prisa no logré captar ningún chiste. En esta farsa -para llamarla de algú modo- de Gerard Paz y Francisco del Toro, había una graciosa ocurrencia. Al propio Rafael Inclán, le daba la oportunidad de representar dos papeles, de hermanos muy parecidos. Pero el actor cambió de traje y siguió hablando como un molino a viento, esta vez con acento cubano, de un cubano que llega directamente de los Estados Unidos. Su personaje seguía siendo igualito, igualito al otro, el hermano borracho que los vecinos adoraban como a un "ídolo", sin cambios interiores o por lo menos exteriores.

En cuanto al ambiente popular de la farsa, colocado en un vecindario de México, "quien sabe cuando", y que el Güero Castro considera "una verdadera joya de la literatura mexicana", sólo me parece una deformación caricaturesca

de la vida del pueblo mexicano, sin llegar a mayores honduras, sin esa gracia popular que puede dentro de lo cómico sugerir lo trágico, con las dificultades y los problemas del pueblo que sabe reír de sus propios males.

Lo único que llamó la atención en esta representación, es la escenografía que, sorpresivamente pertenece a Félida Medina, y le queda realmente grande a semejante "Enterrado".

 

La obrita infantil, El dedal mágico, que me tocó ver la semana anterior, fue en el minúsculo teatro Jesús Urueta, el cual, por más reducido que fuera su cupo no llegaba a llenarse. Luego los entendidos se quejan de la falta de repertorio infantil en la capital. A decir verdad, esta obrita de Loris Salache, nada tenía de extraordinario. Puesta en escena por la Compañía "de teatro Urueta" (¿recuerdan a esos jóvenes actores que se iniciaron en la misma sala con Hedda Gabler de Ibsen? son ellos), que busca toda clase de experimentos: clásicos, modernos o infantiles, usa, y a veces abusa, de morcillas locales y políticas que pueden divertir a los papás, pero muy poco a los niños. Y creo que había más papás en la sala que niños. Ha sido dirigida por María Luisa, que imagino es María Luisa Medina, la Hedda Gabler -excelente- del drama ibseniano. A "María Luisa" aún le falta la experiencia en los dos campos tanto en el directivo como en el infantil.

De todo el grupo de actores, todos adultos, sólo dos me resultaban conocidos, y me alegré de volver a reencontrarlos en el escenario: Álvaro Tarcicio, el juez de Hedda Gabler y Cristina del Castillo, la Sra. Elvster de la misma obra. Aquí, el primero hacía un servidor de los reyes, y Cristina Castillo era la princesa, hija de los mismos monarcas. Ambos muy agradables físicamente, pero sin ninguna posibilidad de lucirse, aunque lo tomaban muy en serio y hacían todo lo que podían. Se ve que el espectáculo ha sido realizado con mucho cariño para el espectador infantil, pero con pocos conocimientos en tal género, y éste no deja de ser muy difícil, aunque parezca lo contrario.