diorama teatral por mara reyes
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Quiero ser alguien
Teatro de los
Insurgentes.
Quiero ser alguien es una comedia superficial, simpática y
agradable de la que se sirve Joseph Stein para dibujar ciertos tipos
humanos de los que habitan en ese Nueva York al que ha
llegado a llamarse la “capital del mundo”. La comedia posee
como cualidad principal la forma en que el autor maneja
los diálogos, fluidos, ágiles y que denotan su sentido
de observación. Los diálogos, por ejemplo, entre los padres de David, así como los
que se suscitan entre David y su amigo Marvin o entre Foreman y David están
estructurados con excelencia. La anécdota, trivial, sirve
de marco para el lucimiento de los actores que en
ella toman parte, especialmente para el que interpreta el personaje de David, que en esta
representación fue Héctor Suárez, quien después de presentarse como un
actor dramático brillantísimo en Víctimas
del deber, de Ionesco, ahora lo hace como actor de comedia
demostrando así que posee un dominio de su oficio. Este es el caso verdadero de
una revelación teatral.
Otros actores sobresalen también en sus
caracterizaciones: Fanny Schillery León Barroso, en escenas
llenas de gracia. Eduardo Alcaraz y Horacio Salinas, cuyos personajes se prestan
más que otros al lucimiento, por la fina comicidad con
que están escritos. Buenos trabajos son también los de Irma Lozano, Gina Romand y en dos muy breves apariciones:
Carlos Nieto y Juan Saro.
Algunas escenas sin
embargo perdieron mucho de su gracia precisamente por tratar Rafael Banquells de exagerar esa gracia.
Aquella en que David
trata de interpretar al personaje de Otelo es tan exagerada que se rompe el equilibrio con
el resto de la comedia. La bufonería pasa a reemplazar a la comicidad. Rafael Banquells tiene la suficiente
experiencia para no perder la mesura; si lo hace es entonces como una transacción para complacer al público poco exigente, a aquel que prefiere lo obvio a lo fino, la carcajada a la sonrisa. Sólo que si complacer el gusto del público implica rebajar el nivel del espectáculo, ¿no será éste un precio demasiado alto para un director de escena?
López Tarso de gira
Al
recorrer la pasada semana varias ciudades del noroeste del país tropecé con los ecos que dejaran Ignacio
López Tarso
y María Teresa Rivas al pasar por esas
mismas ciudades la
víspera de mi arribo. En Culiacán supe que el teatro estuvo concurrido aproximadamente por mil quinientas personas (aunque el espectáculo fue gratuito, tal asistencia delata el interés de nuestra
provincia por los actos
teatrales y en general culturales), un éxito similar obtuvo en la capital sonorense. El
programa consistió en
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una selección de fragmentos de
algunas obras: Diálogo, de Salvador
Novo; Medea, de Séneca; Edipo rey, de Sófocles; Moctezuma II, de
Sergio Magaña; Los melindres de Belisa, de Lope de Vega; Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand; Tigre a
las puertas, de Jean Giraudoux; Macbeth, de Shakespeare; Juan Pérez Jolote, de
Ricardo Pozas-Ignacio Retes; finalizando el programa con la
puesta en escena de las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique.
Cito aquí las declaraciones que
Ignacio López Tarso hizo a la prensa de Hermosillo, por
considerarlas de interés:
“Actualmente
en nuestro país tenemos ya los tres elementos básicos para hacer teatro: dramaturgos,
intérpretes y público. No es cierto que el público mexicano no entienda o
no guste del teatro básico (supongo que se trata de una errata de imprenta y que López Tarso quiso
decir: “clásico”). La mayor ovación que he recibido en mi carrera ha sido la
proporcionada por 8,000 espectadores
en la concha acústica del parque
Agua Azul de la Ciudad de Guadalajara, en una representación de la obra Edipo Rey, de Sófocles; también en Culiacán, más de tres
mil almas nos brindaron su aceptación y eran públicos carentes en general de conocimientos profundos sobre este
tipo de representaciones. Se debe hacer llegar al pueblo, que las recibe acertadamente, esta
clase de actuaciones; nada de
“obritas”, comedias y demás”.
Hablando de los personajes que más satisfacción le han proporcionado al interpretarlos, López
Tarso respondió que “Moctezuma II, porque a mi juicio es uno
de los personajes de la historia de México, más sobresalientes,
más interesantes. La historia
lo ha tratado con injusticia, pero el autor de esa obra, Sergio Magaña, lo reivindica y yo, que soy un enamorado
de nuestro país, de nuestro pueblo, de sus
costumbres, sentí al interpretar ese papel, una comunión completa con el personaje,
volqué en él todos mis sentimientos y me dejó gratos recuerdos”.
Cuando le preguntaron que en su opinión en qué país se hace mejor teatro, el actor respondió: “Indiscutiblemente que en Inglaterra, los franceses dirán que en
Francia, los italianos que en su
país, pero imparcialmente es allá
donde se encuentran los mejores actores. Tienen además grandes autores, tradición teatral inmensa, un público conocedor y exigente. Además el gobierno
ayuda económicamente en forma
generosa. Hay más de 30,000 grupos de teatro experimental y todos reciben subsidio
oficial”.
Al hablar
sobre la función del teatro López Tarso indicó que “no debe tomarse sólo en el sentido de diversión; debe crear
en el público inquietudes, despertar en la
persona interés por problemas humanos. Es un magnífico
medio educativo de difusión de ideas, de formas de vida. Respecto a Sonora, viene a mí mente la magnifica obra de Luisa Josefina Hernández: La paz ficticia, que versa sobre el problema yaqui y que creo la Universidad de Sonora pudiera montar en escena”.
Ojalá la Universidad escuche la sugerencia de López Tarso...
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