Cualquier miércoles. Teatro: Manolo Fábregas. Autora: Muriel Resnik. Dirección: Manolo Fábregas. Escenografía: Julio Prieto. Reparto:
Silvia Pinal, Marilú Elízaga, Manolo Fábregas y Fernando Soler.
Ilusión
de casi todo actor y
director teatrales es la de poseer un teatro propio en el cual desarrollar su labor. Manolo Fábregas, después de muchos años de lucha infatigable, como actor, director y empresario, ha logrado hacer realidad esa ilusión, consumando, como
corolario de sus afanes, la
construcción de un teatro al que ha puesto por nombre su propio rubro.
Eligió para estrenar su teatro una comedia de la escritora Muriel Resnik: Cualquier miércoles a la que podría clasificarse como comedia de circunstancias más que como vodevil. Aunque figuren dos equívocos como ejes, el desenvolvimiento de la acción no depende tanto de estos equívocos como del carácter de los
personajes, a los que la autora dio una dimensión más completa que la acostumbrada en
el género vodevilesco. Los personajes
no son simples siluetas ni tipifican al clásico millonario o a la clásica “amante interesada”,
por lo contrario la autora dio a sus personajes
una determinada sicología, un
carácter definido que los hace más humanos. Una característica de la comedia es lo bien balanceado de sus situaciones. La dosis de crítica se equilibra con las dosis de comicidad y hasta de ternura, desembocando en un desenlace encaminado a satisfacer la moral
burguesa.
Sólo cuatro
personajes intervienen en la comedia, de los
cuales uno es interpretado por el propio
Manolo Fábregas y los otros por tres actores de elevada estatura teatral: Silvia Pinal, Fernando Soler y
Marilú Elízaga.
Silvia Pinal hizo alarde de su gracia y de su
ángel al encarnar a ese
personaje pintoresco que va por
la vida
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buscando afecto. Su facilidad para emocionar al público se puso de manifiesto nuevamente. Es de las pocas actrices que convencen lo mismo en la pantalla cinematográfica que en el escenario de un teatro y de las más pocas aún a las que no les importa desmerecer en belleza, si ello es necesario para merecer en actuación; de las que se atavían como lo requiere su
personaje y no como lo pide la última moda del
“buen vestir”. (¡Cuántas actrices hemos
visto aparecer encarnando
a una simple empleada,
vistiendo trajes a los que poco falta para que lleven la firma de Christian Dior!)
Los años han respetado la tradicional simpatía de Fernando Soler, del que todavía se
recuerda su aparición en aquella
película que hacía resaltar
precisamente esta cualidad: ¡Qué hombre tan simpático!, pero lamentablemente no le han respetado sus recursos físicos, esto
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