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eje que da vida con su voz al resto de los personajes. Germán Robles actúa con naturalidad, pero la naturalidad, que en otra obra se vería como cualidad, en ésta en cambio resta calor a la escena, la priva del embrujo del sueño, de la magia del cuento. No es una obra realista esta de León Felipe, para exigir naturalidad a los intérpretes. No puede decirse como si se estuviera conversando en un café aquello de que:

 

“Soy aquel viejo vendedor de
      sombras y de llanto
que ahora pregona cuentos...

Aquel juglarón soy de     enigmas y acertijos

que ahora fabrica sueños...

Me durmieron con un cuento...        y me despertaron con un       sueño...”

  Ni Enrique Reyes como director, ni Germán Robles como actor, deben temer al artificio en una obra como ésta, en la que la fantasía reina sobre la escena. ¿Por qué no abandonar la naturalidad cuando ésta no es necesaria, y más aún, cuando entorpece? El actor no está encadenado a ella, no debe estarlo al menos. Si Germán Robles se decide a dejarse llevar por la senda imaginaria que señala León Felipe, logrará dar esa atmósfera que los personajes de los cuentos reclaman... y Robles puede hacerlo.

     Excelente la selección musical realizada por Luis Rizo e interpretada por él y su Conjunto Barroco Independiente.

 

    Lorenzo de Rodas anuncia para el día 21, El bosque petrificado de Robert Sherwood, que alternará en horario con El Juglarón.