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Tres veces por semana, de François Campaux, en el teatro Arlequín

Armando de Maria y Campos

    El año teatral 1964 se cerró, en vísperas de la temporada de posadas, en el teatro Arlequín, con el estreno de la comedia en tres actos de François Campaux, Tres veces por semana, según traducción y adaptación del teniente coronel Antonio Haro Oliva. En los programas del estreno se define a esta pieza como comedia, pero en realidad se trata de un vodevil. Ante el temor de provocar el desconcierto entre el público no se menciona la definición tabú, y creo que hay error en esto, porque el mérito de la pieza francesa radica en que precisamente se trata de un fino e ingenioso vodevil, género que pertenece al carácter francés de un teatro de exportación. Probablemente ocurrirán en París muchas de las cosas que se relatan en los vodeviles, pero todo ello huele un poco a propaganda y a invención.
    No se puede relatar, ni aun en forma homeopática, el complicado y laborioso argumento de esta pieza, porque sin pecar de pudibundos habría más de un motivo para que el lector dejara volar la imaginación y en vez de ceñirnos a un comentario, caeríamos en la propaganda. Se trata de un vodevil para adultos, y esto es suficiente para eludir un argumento en el que ocurren cosas muy divertidas pero poco edificantes... fuera de los vodeviles.
    No conozco otras piezas de Campaux, pero para muestra de su ingenio basta con este botón

de picardía y desenfado. Queda, pues, reducido el comentario a su interpretación, que es, sin regateos, excelente.
    Aparece como protagonista Maricarmen Vela, que al cabo de los años está más hermosa que nunca y se ha convertido en actriz muy estimable. Debuta propiamente la señorita Andrea Cotto, que revela envidiables condiciones para situarse como una de las futuras mejores damas jóvenes de México, y para seguir con este "apartado" de mujeres, conviene decir que aparece por primera vez en nuestra escena una joven actriz de color, llena de atractivos y de intuiciones, Ela Laboriel. Circula por el tercer acto, creando un personaje anecdótico, la ahora excelente actriz de carácter Aurora Cortés, y muestra su "oficio" la muy estimable comediante Gloria Jordán.
    Alejandro Ciangherotti compone un galán maduro con la difícil facilidad de quien domina el oficio de representar y hacer gala de su flexibilidad de artista nato. Le secunda su hijo, de igual nombre y apellido, sorprendentemente dotado para situarse como excelente galán joven cómico.
    La dirección de Julián Duprez es muy movida y está a tono con el nudo de situaciones de la pieza de Campaux. La escenografía de Antonio López Mancera enmarca con propiedad esta obra que cierra la temporada 1964, pero que no carece de vitalidad para vivir en corte durante los primeros meses del año próximo.