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Amor Loco de André Roussin en el teatro Bon Soir

Armando de Maria y Campos

    En la pequeña salita Bon Soir se ha estrenado un éxito de París. Si en México sube a escena una pieza de teatro de origen galo es porque ha sido un éxito que ha movido a traductores o daptadores a ofrecerla a las empresas. Esto es evidente. Sin embargo, ¿por qué algunas piezas mediocres alcanzan tan sonados éxitos en la capital de Francia que dan motivo a que representen en lenguas extranjeras? Esto nunca se lo han explicadolos cronistas de teatro del anterior y del presentes siglo. No obstante, un "éxito de París" sube constantemente a los escenarios de España, Norteamérica, México o America del Sur.
    El último éxito de París que por razones difíciles de explicar ocupa alguno de nuestros escenarios es la comedia en tres actos Amor loco, de André Roussin, que su traductora, la hábil y experta Magda Donato, ofreció a la actriz Blanca de Castejón a su regreso de un reciente viaje por los teatros de París.
    La comedia de Roussin es una comedia más, y no de las mejores. Su argumento es pueril e intrascendente. Una señora de tantas, con hijos de dieciocho y diecinueve años, se encuentra en la calle con un tenorio profesional -casado por añadidura- que le ofrece una aventura, se mete en la casa de la protagonista y se atreve a pedirle al marido que se divorcie, para legalizar la aventura. Situación absurda, porque el galán no habla de divorciarse a su vez. Los hijos se enteran, el marido, tonto de verdad, pide consejo a un hermano suyo, y a la postre no pasa nada. Una comedia con trama tan pueril como la relatada, sólo puede salvarse y hasta alcanzar algún éxito si está muy bien interpretada y por comediantes de indiscutible autoridad. Eso habrá ocurrido en París...

    En México es difícil que Amor loco alcance un éxito estimable, a menos que el público continúe sin brújula. Blanca de Castejón ha renunciado definitivamente a ser una actriz respetable; una actriz que se respete a sí misma, o que la respeten y merezca el respeto del público. Sus talentos como buena comedianta son indiscutibles. Pero de algunas obras a la fecha -iba a decir: de algunos años acá-, se ha vuelto por su propia voluntad en una actriz risible, quiero decir y entiéndase esto bien claro, en una actriz cuya única aspiración parece ser la de hacer reír después de cada palabra que pronuncia o por cualquier movimiento que ejecuta. Y es una pena, porque Blanca de Castejón tiene sensibilidad y talentos suficientes para ocupar por derecho propio uno de los puestos cumbreños de nuestro movimiento teatral contemporáneo. Como la madre madura que se encuentra al borde de peligrosa aventura, se convierte en una mujer tonta con la generalidad de las esposas norteamericanas en el mundo de la chistomanía. No se concibe esposa y madre más tonta, como no sea en caricatura, y eso es lo que Blanca de Castejón dibuja con Amor loco: una burda caricatura de un personaje con posibles, perfiles humanos. Siento pena al decirlo, pero es la verdad.
    Cuatro actores acompañan a Blanca de Castrejón: Juan José Martínez Casado, que hace el personaje del marido. Martínez Casado, cubano de origen, se revela desentrenado y con una dicción poco clara. Realizó una interpretación borrosa. Ignacio Navarro "gigolizó" su personaje tenoriesco, y como es natural en él, tan encariñado con tipos de este corte, se dejó llevar por las actitudes chocarreras. Su considerable estatura física no

está proporcionada a la modestia de aquel escenario; desafora demasiado. Guillermo Zetina no logra darle relieve a su personaje. Debutó como galán cómico el joven actor Arturo Cobo, de la familia de buenos cómicos, pero como llega a los escenarios frívolos -Iris, Lírico-, trae esa desenviltura propia de los actores que se forman en el género de los sketckes que ahora se estila. Conteniéndose un poco en este género, llegará a ser un buen galán comico de comedia.
Reapareció dentro de este modesto elenco la excelente, fina y exquisita actriz Patricia Morán; es la única que está en su sitio, porque está buena actriz. Bien entonada siempre, muy discreta en sus movimientos, nadando contra la corriente, llega felizmente a la orilla de una muy digna interpretación.
    La traducción de Magna Donato, salvo algunas morcillas de mal gusto que la sitúan momentaneamente en algunos círculos sociales poco escrupulosos de México, es correcta y leal al original.
    Aparece como director el señor Roberto Kremper, de origen francés -que dicen vio esta obra en París-; antiguo actor en los Comediantes de Francia, grupo francés que dirigió André Moreau, hace sus primeras armas -después de algunos escarceos dirigiendo alguna obra en francés en el teatro del Caballito- y no las emplea bien, porque no da el blanco. Muchas de las escenas las mueve frente a la cuarta pared. Es decir, que hace hablar a sus actores dirigiéndose al público. Lo demás, con tener alguna importancia en una dirección moderna, no debe tomarse en cuenta ya que resulta secundario.