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Una escena del Hamlet en el Puente de Xalitic, en Jalapa, Veracruz. [Pie de foto.]

     Los caballeros de la mesa redonda. Teatro Xola. Autor: Jean Cocteau. Traducción: Miguel de Hernani. Dirección: José Solé. Escenografía y vestuario: Julio Prieto. Música: Eduardo Hernández Moncada. Reparto: José Gálvez, Rafael Llamas, Ofelia Guilmain, Jorge Martínez de Hoyos, Enrique Reyes, Patricia Morán, Guillermo Aguilar y Juan Salido.

      Esta obra es buena muestra de que una cosa es la intención y otra la realización. Jean Cocteau pretende dar a esta obra una acción dramática que lleve hacia la aceptación de la realidad en la vida; su frase de que son preferibles “los muertos de verdad a la vida falsa”, es bastante ilustrativa. Trata de que sus personajes trasciendan su individualidad para convertirse en símbolos. Para este autor el retorno del Grial no es más que “el rarísimo equilibrio -del hombre- consigo mismo”, según sus propias palabras. Hay en Cocteau una intención sana de hacer comprender que la vida real es violenta, es dura, pero es mejor que fabricarse una vida artificial... todo esto no obstante quedó en intención debido a los recursos tan poco legítimos de que se valió para enviar su “mensaje”. Pretendió también hacer poesía y ésta resultó pobre. La anécdota es retorcida y si bien pudiera ser de interés la creación de ese demonio: Ginifer, que toma el cuerpo de otros personajes y que sólo es reconocible por la forma de comportarse de aquellos en los que encarna y por la manera de pronunciar algunas palabras, el tal Ginifer se pierde en la maraña de sucesos, intrigas y seudomagia con que está rellena la obra.

diorama teatral

la mesa redonda

hamlet en jalapa

Por MARA REYES

     Para colmo la dirección que hizo José Solé acabó por desvirtuar el sentido de la obra.

     Tuve la suerte de haber presenciado una de las funciones en que ocurrieron algunas calamidades en la escena, y digo la suerte, porque esto hizo que en vez de aburridora [sic] la escenificación resultara un éxito cómico (nunca lo hubiera sospechado Cocteau). Si los trucos que en el segundo acto se ponen en juego y que el autor exige, ya de por sí no cumplen una función mágica sino que caen en la falsa teatralidad -penetrar en la magia es apasionante, parodiarla es grotesco- tal como estuvieron realizados, tanto por lo que toca a la dirección, a la escenografía y a la actuación resultaron ridículos e hicieron patente una falta absoluta de imaginación. Vino a contribuir al divertimiento la aparición en escena de un perro curioso, cosa que pone al descubierto el poco profesionalismo de los responsables del foro.

      La escena entre el rey Arturo y Blandina, escena en la que éste trata de indagar si Blandina es realmente hija suya o de Lancelot, fue suprimida por haber padecido Patricia Morán un violento ataque de tos, aunque según notamos no era necesario ningún pretexto para suprimir escenas, pues José Solé borró varias del texto, como la del falso Galahad y cambió el final en el que en lugar de sentirse la vuelta a la realidad, después de terminar el encantamiento cayó en la cursilería con esa ascensión de los cuerpos de la reina y de Lancelot, truncando la obra que con este final quedó su sentido totalmente distorsionado. En el texto original al descubrir el lecho donde yacían los amantes, este se encuentra vacío y los hijos son los que toman la figura de ellos, Blandina de la reina y Segramor de Lancelot.

     Ni qué dudar que esta escenificación es de las menos afortunadas del Seguro Social y la peor de Jose Solé -hasta los mejores directores tienen malos momentos- pero no sólo ha sido deficiente la dirección: también lo ha sido la escenografía y el vestuario. La ausencia de originalidad tanto en lo que toca a imaginación cuanto al uso de escenografías y trajes de algunas obras anteriores.

      El tercer acto era una verdadera

retacería en la que era inevitable reconocer la cama de Otelo, el tapiz y la cruz de Beckett, las columnas de... etcétera...

      No sabemos hasta qué punto hay que culpar a Ofelia Guilmain o a Guillermo Aguilar por su interpretación del personaje de Ginifer, pues es evidente que el error comenzó en la concepción del personaje por el director. José Gálvez -ya especialista en reyes- ya no distingue entre un rey de la alta Edad Media y otro de la baja Edad Media; Jorge Martínez de Hoyos totalmente anodino; Enrique Reyes y Patricia Morán discretos. A Rafael Llamas también le faltó dirección. A quien sí hay que recomendarle que comience por estudiar lo que es el teatro, es a Juan Salido.

      Bello panorama, ¿no?

 

   Hamlet, Príncipe de Dinamarca. Puente de Xalitic, Xalapa, Ver. Autor: William Shakespeare. Asesor literario: Emilio Carballido. Dirección: Marco Antonio Montero. Música: Rafael Elizondo. Diseño del vestuario: Guillermo Barclay. Técnica del duelo: mayor Antonio Haro Oliva. Reparto: Héctor Ortega, Farnesio de Bernal, María Luisa Castillo, Manuel Fierro, José Antonio Salmerón, Sonia Montero, Alfonso Meza, Sóstenes Blanco, Mario Octuna, Alejandro Matus, Felipe Casanova, José Villarreal, Servando Díaz, Vicente Luna Gómez, Jorge Humberto Robles, Guadalupe Contreras, Marco Arturo Montero, etcétera...

     Con una adaptación de Emilio Carballido, excelente para los fines que se persiguen de difusión cultural, ha sido llevada a escena al aire libre en Xalapa esta tragedia de Shakespeare por estudiantes de la Universidad Veracruzana, trabajadores de distintas ramas y unos cuantos actores profesionales.

     La dirección de escena estuvo a cargo de Marco Antonio Montero, quien cuidó ante todo el elemento plástico logrando hallazgos muy dignos en su distribución de planos, en la iluminación de las distintas áreas, en el desplazamiento de los actores, equilibrado siempre; bastante difícil resultaba la composición por la forma totalmente asimétrica del lugar donde se llevó a cabo la representación y por sus muy variados niveles.

Héctor Ortega, un actor formado en la escuela alexandrina, que se reveló en el teatro profesional con Fin de partida, de Samuel Becket, y que ha desempeñado papeles de gran envergadura como el estudiante en La sonata de los espectros, de Strindberg, el padre en Penélope de Leonora Carrington, Fando en Fando y Lis de Arrabal, además de otros papeles no sólo del género dramático, sino del cómico como los que realizó en ¿Crimen? ¿Suicidio? de Tardieu; La mujer transparente, etcétera... además de varias pantomimas. Ortega comprendió al complicado Príncipe de Dinamarca y su interpretación fue sobria y adecuada. Las objeciones qué caben son más que nada en lo que se relaciona a su voz; todo el dominio que tiene sobre su instrumento corporal le falta en el manejo de la voz, del volumen, del fraseo, de la entonación que descuida; ese latigar los finales de frase no corresponde a un actor de su categoría, pues ya ha demostrado que la tiene y por lo mismo a él se le debe exigir más que a ningún otro de los intérpretes de esta obra.

     Otro actor profesional es Farnesio de Bernal, de actividades varias -es coreógrafo también y bailarín- y que también ha descollado en muchas de las obras montadas por Alexandro: La sonata de 1os espectros, Penélope, La ronda, Fando y Lis, Grajú -en la que hizo un papel doble de primera línea- etcétera... En esta ocasión desempeña el papel de Polonio, que cuidó en forma extrema logrando aciertos muy dignos de consideración. Su actuación fue sincera, proyectó la psicología del personaje y sostuvo en todo momento un alto nivel en su actuación sobresaliendo indiscutiblemente.

     Aun cuando el resto del reparto estaba formado por actores sin experiencia, todos ellos sacaron sus respectivos papeles con decoro.

     Otros detalles como el vestuario -diseñado por Barclay-, la música de Rafael Elizondo, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Xalapa, el coro de la Universidad Veracruzana y el Quinteto de alientos del INBA, contribuyeron a la mejor realización de la representación.

     Ha sido un esfuerzo de la Universidad Veracruzana muy digno de encomio.

José Antonio Salmerón y Héctor Ortega en el Hamlet, en Jalapa, Veracruz. [Pie de foto.]