Trampa para un hombre solo. Teatro de los Insurgentes. Autor, Robert Thomas. Traducción, Lucila
Henderson. Dirección, Manolo Fábregas. Escenografía, Julio Prieto. Reparto: Fábregas, Miguel Manzano, Narciso
Busquets, Carlos Riquelme, Lorena Velázquez.
Es Manolo Fábregas uno de los empresarios cuyas
producciones, por la propiedad con que las presenta, pueden servir de ejemplo
a propios y a extraños.
En su género esta obra reúne las cualidades
necesarias: suspenso, interés y solución sorprendente, aunque el recurso no
es burdo, sino que es, hasta cierto punto, lógica la solución.
Muy bien equilibrada, en ritmo y matices la dirección
de Fábregas, quien mantiene a sus actores en su justo tono.
El hombre que yo maté.
Teatro de la Esfera. Autor, Maurice Rostand. Traducción: Dhartes y Damel. Adaptación y dirección, Enrique Alonso.
Reparto: Carmen Molina, Lorenzo de Rodas, Guillermo Zetina, Pilar Sen, etc.
Sería necesario que México hubiera pasado una guerra
para que esta obra “llegara” a nuestro público. El tema es el problema de
conciencia que tiene que afrontar un hombre que ha matado a un semejante en
la guerra. Nadie lo culpa, no es perseguido. Él decide ir a Alemania a
conocer a la familia del hombre al que mató. El fondo pacifista de la pieza
se manifiesta claramente en los parlamentos de la madre del muerto, quien
achaca no a las otras naciones la muerte de su hijo, sino a los políticos, a
los financieros de todos los países, que se enriquecen con las guerras a
costa del dolor de los pueblos.
La escenografía de Lorenzo de Rodas logra dar el
ambiente requerido y la adaptación de Enrique Alonso, que sitúa la acción
después de la segunda guerra mundial y no de la primera (como es la obra
originalmente), está bien ajustada, aunque quizá necesitara algunos |
Diorama Teatral
Por MARA REYES
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cortes
de frases breves demasiado repetidas. La dirección correcta, adolece sólo de
lentitud en el ritmo, cosa que atribuimos a la precipitación del estreno,
pero que estamos seguros en unos días más adquirirá su tempo.
No tenemos espacio para referirnos a cada uno de los
actores, pero todos ellos se ven sobrios, mesurados; sorprende Guillermo
Zetina quizá por lo diferente de este papel con otros que le hemos visto
ejecutar.
Margarita Gautier.
Sala Chopin. Autora, Dolores Puche. Dirección, Dolores Puche. Diseños de la
escenografía y vestuario, Manuel Felguérez. Reparto: Pina Pellicer, Jean
Derval, Rosa María Moreno, Elodia Hernández, Justo Solís, Edgar Wald y
Alberto Galán.
Pocas veces nos habíamos encontrado ante una
acumulación tal de atrevimientos. Uno es el de quien firma como autora y osa
llamar a sus personajes con el mismo nombre con que Alejandro Dumas nombra a
los suyos en su famosa novela La dama de las camelias; obra en la que
según anuncia el programa se inspiró la autora de esta Margarita Gautier.
De no ser por los nombres, no hay ningún otro factor
que denote la tal inspiración. Otro atrevimiento es el de la señorita Pina
Pellicer, quien no posee ni el tipo de la mujer de mundo que tiene a sus pies
a París, ni el temperamento y personalidad necesarias para encarnar a esa
mujer, ni el oficio para dicha interpretación.
Lo que sí nos ha extrañado verdaderamente es descubrir
en el programa esta línea: Asesor literario, Carlos Pellicer. No
es posible imaginar que un poeta como Pellicer sea cómplice de este atentado
al teatro, al público y al buen gusto.
El actor Edgar Wald, igual |
que
los demás actores, parece una preciosa percha en la que se cuelga un traje
bien planchado, pero de ninguna manera resulta el galán romántico, amoroso y
desesperado que la obra (?) [sic] requiere.
La
dirección de Dolores Puche es inconcebible. Tanto desde el punto de vista
formal -no tiene idea de la técnica teatral- como desde el
punto de vista del espíritu de la obra. Denota un total desconocimiento de lo
que es el teatro y de lo que es el romanticismo. En una palabra, se trata de
una comedia de las que no será fácil olvidar y que deben tomarse de muestra y
ejemplo de lo que no se debe hacer en teatro. |
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