FICHA TÉCNICA



Título obra ¡Libertad... libertad!

Autoría Millor Fernández y Flavio Rangel

Dirección Rafael López Miarnau

Grupos y Compañías Teatro Club

Elenco Graciela Nájera, Augusto Benedico, Emma Teresa Armendáriz, César del Campo

Escenografía Julio Prieto




Cómo citar Mendoza, María Luisa. "¡Libertad... Libertad!". El Día, 1966. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



imagen facsimilar

El Gallo Ilustrado, El Día

Columna Teatro

¡Libertad... Libertad!

María Luisa Mendoza

Ya saben... “El respeto al derecho etc…”

El hombre de todos los tiempos está seco y sediento de la palabra ¡libertad!, aunque sea nada más la palabra..., pero una palabra que no esté dicha en el discurso común y corriente, trillado y milpero, ardiente y falaz. Por eso, en donde tiene mayor vigencia, en donde de veras saca las lágrimas, en donde apretuja el almerío interior esa palabra sagrada, es en el teatro... En el teatro, ninguna otra palabra adquiere su verdad tan asombrosamente como la libertad. Por eso, la pieza política que Millor Fernández y Flavio Rangel juntaron como un gran “collage”, para hacer dos actos musicales, recordatorios, humorísticos, dramáticos, es tan impresionante.

Indudablemente que el teatro político tiene un lugar muy alto en los géneros dramáticos, que es el menos transitado directamente, y tal vez, por la vitalidad que le es particularmente afín, el más difícil; ¡Libertad... libertad!, no es la excepción. Amasada con todas las frases que se han dicho en el mundo alrededor de la palabra, con escenas de obras sobre el tema, como Las bodas de Fígaro, La muerte de Dantón, La mujer hebrea, etc., con los Diálogos de Platón, discursos de Lincoln, de Juárez (“no debió de morir”), de Morelos. Poesía. Cantos negros, de resistencia, clandestinos, republicanos. Himnos de libertad de los negros, canciones de la guerra civil española, corridos revolucionarios mexicanos, etc., la obra no es perfecta y tiene carencias, pero es efectiva, emotiva, muy digna de sufrirse.

Son estampas en donde la palabra tiene la presencia total, palabras cantadas, evocadas, dichas, musitadas, gritadas. Frente a la escenografía de Julio Prieto hecha para servir al mensaje, y con actores en la más absoluta sencillez del traje, coros, músicos. Escenas que dirige Rafael López Miarnau con un nudo en su garganta de refugiado español, de hombre entero, hombre valeroso y bello por dentro, que ha hecho en México su patria nueva. Son las voces, señores, señoras y jóvenes de quienes en una posición política definida, dentro del teatro, (“somos gentes de teatro”), lanzan a los cuatro vientos las catástrofes guerreras por las que ha pasado la humanidad. Son contadores todos estos muchachos de Teatro Club, de gotas de sangre derramada por hombres como ellos, que en la circunstancia de la lucha por la libertad, dejaron abrirse sus venas, en el parlamento, en el foro, en el campo de batalla, en el campo de exterminio, en el campo de café, en el congreso, en la recámara hebraica violada por el nazismo.

Margarita Mendoza López fue al Brasil y cuando vio esta obra “volví a creer en el teatro”, dice. La trajo a México, y aquí López Miarnau la ofrece a un público electrizado que sigue las anécdotas totalmente arrobado. Y se alegra con las canciones hermosísimas de un coro excelente, con la gracia y el desparpajo de una Chela Nájera ya en el primer término de la interpretación melódica. Y no puede dejar de ver un solo momento a ese actor definitivo, a Augusto Benedico (Si alguien me condenara alguna vez tendría la voz de Benedico, que es la más iracunda, oscura, sanguínea, feroz de las tablas mexicanas... si alguien me amara una vez tendría su voz que puede penetrar en los resquicios más cerrados de la ternura).

Benedico es ya el gran actor de la libertad. Estuvo en El enemigo del pueblo, Estuvo en el perfil de Freud... estuvo en la raíz de lo libre, y aquí, en equipo, prueba una vez más si hiciera falta, su grandeza profesional. Como es la actriz más libre y libertaria Emma Teresa Armendáriz, incansable en la búsqueda del arte, aunque sea para minorías, aunque no la llene de oro, aunque no la lleve al estrellato, aunque no le conmueva la taquilla de su teatro para tan pocos y tan creyentes, tan heroicos. Gran actriz completísima. Y con ellos César del Campo, muy bien, muy adelantado, muy simpático y espontáneo.

Brasil se mira entero en su situación política de todos sus tiempos blancos y negros. América Latina se retrata en ¡Libertad... Libertad...! México se honra en presentar esta pieza libérrima y deja entrever su mayoría de edad en el teatro...