FICHA TÉCNICA
Título obra Tereso y Leopoldina
Autoría Willebaldo López
Dirección Willebaldo López
Elenco Ana Bertha Espín, Manuel Ojeda
Espacios teatrales Teatro Wilberto Cantón
Cómo citar Bert, Bruno. "Propuesta sin aliento
Tereso y Leopoldina". Tiempo Libre, 1989. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
imagen facsimilar
Teatro
Propuesta sin aliento
Tereso y Leopoldina
Bruno Bert
La escena nos muestra a sólo dos personajes. Al menos presentes y vivos, ya que algunos han fallecido, permaneciendo en el recuerdo de los que están y como retratos admonitorios colgados de la pared. Dos personas en lo que sugiere el ámbito de una carpa que sirve para las representaciones del mago-prestidigitador-bailarín-pobre diablo que es Tereso, su ocupante, junto con su ayudante y media hermana Leopoldina, que comparte las características antes mencionadas. Dos seres casi cuarentones pero aún atados a las imposibilidades de la infancia, a una carencia de talento y medios y a un afecto recíproco ambiguo, como un amor al parecer imposible por la relación del parentesco.
A partir de esto se desarrolla la obra Tereso y Leopoldina, de Wilebardo López, que se acaba de estrenar en el teatro Wilberto Cantón de la Sogem.
No me resulta claro, en la visión del trabajo, cuáles son las connotaciones sociales de esto que podría ser una pieza, en parte comedia y también melodrama, ya que varios géneros aparecen entremezclados sin necesariamente chocar entre ellos. Y la pregunta viene como natural porque en otras obras vistas del mismo autor, la lectura social suele ser mucho más abierta que aquí, y lo sentía como un interés constante de Wilebaldo López. En este caso parece ceñirse más a la estructura de la trampa, con lo que ella va narrando, con las características psicológicas de los personajes que va describiendo en el sucederse de las acciones. La imagen paterna, omnipresente y machista, parece el tema central que va reteniendo a los protagonistas en esa inmadurez que les impide avanzar hacia cualquier camino viable, encerrados en la mediocridad de sus vidas, en el juego patético de un eterno ensayo como personas.
Sin embargo esto limita la visión, la hace estrecha, se siente como la necesidad de algo más para que la obra no quede en el mismo planteo que sus personajes, para que trascienda la intención de ser algo y cristalice en una visión más completa, o más poética, o más de denuncia, o más... Es como si la propuesta se quedara sin aliento, y no sólo los que transitan por ella como representantes del autor. A personajes mínimos una estructura más sólida. Y es extraño porque constantemente el espectador siente que hay un aliento suplementario y espera, en cada escena, que se haga presente en actos. Pero estos nunca llegan y el espectáculo recae en una minimización de sus elementos: una tragedia incumplida, un grotesco muy pálido, una carpa desvaída con frecuentes referencias al público presente sin tampoco agotar esa posibilidad, porque lo incluye o no, sin lógica y cuando les da la gana.
La imagen escenográfica es propositivamente correcta, pero excluye al clima porque allí no hay ni paso de tiempo —se supone que hace muchos años que arrastran la carpa de un lado a otro y todo está como recién hecho— ni resignificación, ya que todo es lo que es y no lo que ellos sienten que es, sea en deterioro o magia. El espacio nunca se vuelve mundo interior para esplender como un circo de tres pistas alguna vez soñado, o por el contrario, un pobre carromato cargado de recuerdos y fantasmas. Esa literalidad, esa falta de profundidad en la visión está no sólo en los objetos sino en la dirección y en la obra misma.
Por eso la desesperada lucha de los actores (Manuel Ojeda y Ana Bertha Espín) —es un trabajo agotador— se da en terreno de nadie y no alcanza por si para crear un mundo que seguramente fue pensado por Wilebaldo Lopez, pero no lo cuajó en el trabajo a pesar que él es al mismo tiempo autor y director. Y nos quedamos intuyendo lo que no está, no como una sugerencia que subyace y enriquece, sino como una necesidad artística y expresiva que no se cumple. Es una pena (Bruno Bert).
Ana Bertha Espín y Manuel Ojeda en Tereso y Leopoldina, autor y director Willebaldo López, Teatro Wilberto Cantón (José María Velasco 59, San José Insurgentes, 593-8534), martes a jueves (20:30), viernes y sábado (19:00 y 21:30), domingo (17:00 y 19:30 horas). Fotografías de Luis Fernando Moguel