Teatro
Cifras y evaluaciones de un año de teatro / I
Bruno Bert
Luego de 12 meses de visión y crítica, es aconsejable un alto para intentar un balance o al menos algunas reflexiones sobre lo presentado. Dividiré en dos la nota: la de hoy será dedicada a algunas "estadísticas" y la de la semana próxima a un intento de evaluación en cuanto a calidad de los materiales presentados en este periodo. Durante 1988 hemos asistido a 62 espectáculos, lo que viene a significar alrededor de un tercio (tal vez algo más) de lo que se estrena en el Distrito Federal; o al menos a ese porcentual de lo que aparece en las carteleras periódicas de las cuales extraemos los títulos que luego cubriremos, lo cual viene ya a descartar cualquier producción que no haya tenido al menos la mínima presencia promocional de un anuncio en cartelera, y no me refiero a las que son pagas sino las que, como tiempo libre, son de gratuito acceso. También debe destacarse de entre los materiales que nos servirán para estas notas todo aquello que no haya sido presentado con intenciones profesionales, es decir que no hemos cubierto ni teatro amateur ni teatro estudiantil, que exigirá todo un capítulo aparte y una forma distinta de encararlo.
El primer desglose que podríamos realizar es en relación al origen de las obras: un 10 por ciento de las mismas procedieron de creaciones colectivas; adaptaciones hechas por el Memo de materiales extra teatrales o fueron autoría del director que no es lo que habitualmente llamaríamos un escritor de teatro. De las restantes, el 50 por ciento procede de autores racionales y el otro 50 por ciento de autores extranjeros de las más distintas épocas y países.
De estos primeros datos podemos deducir que el teatro como hecho de imagen, como construcción únicamente dedicada a la escena en prescindencia de un soporte literario previo y autónomo, es aún muy poco practicado en nuestro medio, aunque la calidad de lo presentado en este renglón lo hace interesante. Ejemplo de esto podríamos hallarlo en espectáculo como Lo que cala son los filos, El silencio de las sirenas o Donceles 19, para nombrar tres de los seis títulos que constituyen el 10 por ciento al que hacíamos referencia. Se continúa, como en todo el mundo aunque aquí en porcentajes mayores que en los países con más vigencia en la experimentación teatral, apoyando la inmensa mayoría de las producciones en la literatura dramática. El porqué de este hecho obligaría a arriesgar hipótesis que exigirían un espacio mayor que el que disponemos en esta página. Dejemos entonces simplemente marcado el fenómeno.
En relación a los integrantes de las puestas, encontramos también que sólo el 10 por ciento proviene de grupos o elencos estables, mientras que el 90 por ciento restante son de elencos constituidos únicamente para el montaje en cuestión . Este dato nos recuerda el poco arraigo que tiene el teatro independiente en nuestro medio, donde son raros los ejemplos de grupo con años de aval y persistencia (Contigo América, Itaca, Rueca, etcétera). Y también, la escasez de elencos estables oficiales o privados que hayan adquirido una característica de lenguaje que los haga rápidamente identificables sirviendo como referentes al medio. Naturalmente, al menos la mitad de los materiales de experimentación sin uso de obras literarias como sostén tienen origen en estos pocos grupos. Otro dato interesante es que en un 45 por ciento de estas obras el Estado ha participado a través de cualquiera de sus instituciones en la producción total, parcial o de apoyo de los espectáculos, frecuentemente mancomunados dos o tres siglas simultáneas (UAM, INA, DDF, INBA, SEP, etcétera). Complementando en este dato podemos dar el de las salas; las obras mencionadas fueron vistas un 45 por ciento en salas del Estado, un 40 por ciento en espacios alternativos y un 15 por ciento en salas comerciales.
Para una justa apreciación de estos dos últimos datos (participación del Estado y salas) hay que aclarar que tan alta incidencia de salas alternativas o del Estado, no reflejan una baja existencia del teatro comercial sino una opción deliberada de mi parte en la exclusión de espectáculos con alta cobertura publicitaria televisiva o de cualquier índole, prefiriendo asistir a espacios que pretenden un teatro menos evasivo y que dispone de menores recursos para su difusión. Cuando hablamos de espacios alternativos nos referimos tanto a pequeñas salas como el Foro de la Conchita. La Cumbancha o la Gandhi, espacios intermedios como el Foro Shakespeare o lugares no convencionales como capillas, patios o escaleras en las que hemos encontrado algunos de los materiales que comentamos este año.
Deducimos entonces que el Estado, a pesar de su agonía, aún participa y que a su vez, el teatro ha encontrado espacios y recursos alternativos frente a lo agudo de la crisis, pero esto ameríta otras consideraciones que hacen a la calidad y continuidad que pasamos para la nota de la semana que viene.
Manuel Poncelis en Lo que cala son los filos, de Mauricio Jiménez, dirección de él mismo (Fotografías de Luis Fernando Moguel
Cecile Laversin y Pablo Aguilera en El silencio de las sirenas, autora y directora Susana Frank.
Alma Esther Levy en Donceles 19, espectáculo del grupo Contigo... América, dirección Luis Braidot.