FICHA TÉCNICA
Título obra Los caracoles amorosos
Autoría Hugo Argüelles
Dirección Luis Francisco Escobedo
Elenco Lilia Aragón, Luis Camarena, Manuel Ojeda, Pilar Pellicer
Escenografía Arturo Nava
Espacios teatrales Teatro Benito Juárez
Cómo citar Bert, Bruno. "Crítica moral y erotismo de la muerte
Los caracoles amorosos, de Hugo Argüelles". Tiempo Libre, 1988. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
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Teatro
Crítica moral y erotismo de la muerte
Los caracoles amorosos, de Hugo Argüelles
Bruno Bert
Los largos y barrocos títulos con inclusión de nombres de animales son ya típicos en Argüelles, aunque este — creo supera en longitud a todos los demás: Romance, bronca y misterio de los caracoles amorosos y los muertos lujuriosos en el burdel del cementerio. Como casi siempre también, campea en la obra el humor negro. el desenfado sexual, algunas "perversiones", la crítica a la moral pueblerina que tanto detesta el autor y la erotización de la muerte a la que se hace referencia en el programa de mano.
En dos actos y bajo la estructura de comedia, una anécdota más o menos sencilla le permite manejar estos temas que son tan cercanos a su interés, jugando constantemente con las polaridades opuestas, destruyendo apariencias y encontrando vinculaciones profundas y vitales entre todo aquello que parece antagónico. Así, la regenteadora de un burdel encontrará como compartir intereses con el cura del lugar; la beata cruzará el puente de sus instintos necrofílicos; las chismosas de la "alta" sociedad descubrirán que conviene apoyar el mantenimiento de la prostitución en el pueblo ya así en más, como hilos confluyentes que ya se dan en el título mismo y en la primera imagen escénica, donde burdel y cementerio conviven en un mismo espacio y tiempo y las parejas encuentran que los olvidados emplazamientos de algunas tumbas son el mejor sitio para los retozos del deseo.
Es indudablemente en el plano de las ideas desarrolladas y en el manejo del lenguaje donde están los puntos fuertes del espectáculo, así como la habilidad para hilvanar los sucesos de la trama. Pero paradójicamente, también en el lenguaje se hallan las posibles debilidades del trabajo, por el exceso de su predominancia que transforma por ejemplo el primer acto en largos diálogos de tres personajes en donde prácticamente no sucede acción alguna sino el devenir moroso del pensamiento del autor. Y es que Argüelles sublima el crudo naturalismo aparente de sus espacios para transformarlos en un mundo mágico que obviamente halla correlato en la realidad pero que expresa esencialmente el universo de sensaciones y pensamientos de su hacedor, grávido entonces de conceptos y palabras en donde los personajes son como el Virgilio del Dante: sombras aparentemente corpóreas manejadas por la voluntad clara y expresada de Argüelles, soportes directos de su creación y por lo tanto de su palabra. Pero ésto, en realidad, es una característica, así que lo que nosotros puntualizamos como una posible debilidad también tiene que ver con nuestra propia concepción del teatro y del lugar que en ella ocupa el texto.
A partir de esta propuesta Arturo Nava construye una escenografía que capta esa dualidad de realidad y ficción integrándose correcta y creativamente al espectáculo. El director, Luis Francisco Escobedo, plasma en Los caracoles amorosos su primer trabajo profesional (o al menos el primero que le conocemos luego de haber incursionado algunos años en el teatro amateur), lo hace con soltura aunque indudablemente aún no puede medir sus fuerzas con Argüelles creando esa "traición creativa" que significa la pugna entre dos roles que intentan expresar su individualidad a partir de un mismo material, más bien se pliega al mundo Argüellano y esto lo realiza con idoneidad.
En lo que hace a los actores naturalmente son Manuel Ojeda, Lilia Aragón y Pilar Pellicer los que destacan, ya que llevan los roles principales, manifestándose como particularmente interesante la labor de la segunda de ellas encarnando a la "Madama" del pueblo. El resto presenta desniveles, acentuados hacia lo positivo en el trío de las chismosas mientras que donde se ven más debilidades son en el conjunto de las "muchachas" de las que posiblemente incluso se podría llegar a prescindir sin perjudicar al espectáculo.
Un espectáculo entonces con contrastes pero que lleva la impronta segura no un autor no vanamente consagrado en nuestro medio.
Manuel Ojeda y Pilar Pellicer en Los caracoles amorosos, de Hugo Argüelles, dirección Luis Francisco Escobedo, Teatro Benito Juárez (Villalongín 15, San Rafael, 546 0820/48), jueves (20:30), viernes y sábado (19:15 y 21:30), domingo (17:00 y 19:30 horas). Fotografía de Luis Fernando Moguel.