FICHA TÉCNICA



Título obra Nadie sabe nada

Autoría Vicente Leñero

Dirección Luis de Tavira

Espacios teatrales Centro de Estudios de Teatro




Cómo citar Bert, Bruno. "Desenmascara la corrupta relación entre el poder y la prensa
La calidad, a salvo". Tiempo Libre, 1988. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



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Teatro

Desenmascara la corrupta relación entre el poder y la prensa
La calidad, a salvo

Bruno Bert

Ya lo he dicho en otras oportunidades: en general los espectáculos que presenta el CET garantizan un nivel de calidad que los hace interesantes más allá de que los preceda tal o cual director o que se trate de un autor nacional o extranjero. Es un elenco estable solvente con Una buena dirección general a cargo de Luis de Tavira.

En este caso, bajo la conducción del mismo Tavira, se ha llevado a escena una obra de Vicente Leñero: Nadie sabe nada: Se trata de un espectáculo donde se conjugan las diversas técnicas de la comunicación masiva para mostrarnos, en forma de thriller, aspectos de la realidad urbana mexicana, conjugados en una secuencia anecdótica que parece trasladarse en diversas temporalidades, pero que resulta esencialmente actual. El asunto central bien puede corresponder a un filme policial (la música de James Bond no falta), al desarrollo de la información de la nota roja o a fragmentos de una serie televisiva. Pero esto, que está dado sobre todo por la técnica narrativa, se conjuga con una actitud naturalista y en un teatro testimonial y de denuncia, elementos ambos que forman parte de las elecciones de Vicente Leñero como autor.

En el ámbito del CET, José de Santiago monta nueve (en realidad más) escenarios de acción simultánea que nos dan un corte de la geografía urbana. En estos espacios (calles, oficinas, negocios, bares, casas, etcétera) se tejerá la estructura anecdótica que no sólo los tiene como base --sino --como plantea Estela Leñero en el programa de mano— "se configuran antes que los personajes". La acción es ininterrumpida en cada uno de ellos, aunque es la visión alternada la que permite seguir el hilo de una historia. Esta propuesta de incorporar al espacio escénico no sólo las acciones significativas sino también las del entorno, de incorporar la realidad en forma masiva aunque prismada por una visión satírica y teatral, vuelve confuso el panorama, que además se satura de música y ruidos hasta la estridencia, con persecuciones y asesinatos al mejor estilo del género negro.

Se aúnan entonces distintas intenciones, herramientas e influencias en una experiencia constructiva difícil de aprender y clasificar, y por ende interesante en cuanto propuesta artística.

Elemento central, a nivel de discurso conceptual, son las tormentosas relaciones entre la prensa y los políticos a partir de los medios de represión, en manos de los cuales están todos los asesinatos (que no son pocos), ejercidos éstos tanto sobre los periodistas como entre los diversos sectores del mismo aparato de poder en pugna. De la corrupción de la prensa bien pagada por el Estado y del Estado mismo que fomenta este andar de cosas manejando un aparato que incluye el tráfico de drogas y todo tipo de hechos absolutamente compatibles con una banda de gángsters. Es justamente esta paradoja la que permite utilizar satíricamente los medios expresivos en los que se adentra De Tavira, para mostrar la contracara de nuestra realidad.

Pero esta duplicidad de condiciones se extiende a todos los estratos, rompiendo así completamente el maniqueísmo que los roles podrían dar a este género. Aquí, el salvacionista es expendedor de droga, la florista esconde a una prostituta, el policía a un asesino, el periodista a un vendedor de información al mejor postor, etcétera. No hay "buenos" y "malos", sólo existe una realidad compleja y corrupta que sin embargo Leñero y De Tavira cuidan bien de no alejar o difamar de responsables concretos. La banda tiene jefes y aunque muchas situaciones resulten cómicas y el tratamiento realista termine escapando hacia la exacerbación, el nombre de los mismos resulta claro a todos los espectadores. Forma y contenido vuelven a configurar una unidad en Nadie sabe nada y una se explica por el otro.

Tal vez, justamente por ser una experiencia teatral, en un espacio creado para ello, puedan detectarse algunas cosas perfeccionables, sobre todo en el manejo del complejo aparato escénico, pero indudablemente constituye un espectáculo que vale la pena ver y también transformar en motivador para la discusión, misma que puede abarcar desde la estructura del propio experimento teatral hasta la realidad social que lo motiva y en la que estamos inmersos muchas veces, como confusos actores simultáneos, trascendentes o intrascendentes, como los intérpretes de la obra que acabamos de presenciar.

Esta nota fue escrita y entregada antes que fuera censurada la obra.