El Gallo Ilustrado, El Día
Columna Teatro
El teatro de afuera y adentro
María Luisa Mendoza
Hoy cumple tres días el año. La lactancia de un enero frío a medias y lleno de sol por las mañanas. Año número cinco en el sesenta que transcurre plácido con sus vivos y sus muertos y sus hombres de arte haciéndolo o barrabaseándolo. Un año más para el teatro mexicano todavía tan joven. Mes de biberón y cuesta grande porque es proverbial en nuestro medio las dificultades de soledad a las que se enfrenta el tablado antes del desviejadero de febrero.
Queda la espera, una más entre tantas encadenadas a la impotencia. Esperar que todo salga mejor y el público sepa de una vez por todas, se convenza, de que el teatro no ha sido liquidado siglo tras siglo a pesar de los avatares de la mediocridad y la vejez. Siempre cambiante, continuadamente evolutivo y en metamorfosis. Con sus fórmulas nuevas y sus moldes perfectos de clásica invariabilidad.
Se nos fue el año de Shakespeare y su cuarto centenario vilipendiado a veces, sublimado en otras. A él correspondió la visita de The Shakespeare Festival Company, que el Consejo Británico de Relaciones Culturales trajo a México conjuntamente con el Instituto Nacional de Bellas Artes. Huéspedes nuestros privilegiados, con su cabeza mayor sir Ralph Richardson luciéndose en su interpretación excelente del Shylock de El mercader de Venecia. Y con Barbara Jeffor, la Porcia descotada, y la Helena deslumbrante de Sueño de una noche de verano.
De los acontecimientos más importantes puede considerarse el paso de dicha compañía. Estuvieron también el Teatro de Pantomima de Praga, con el mejor entre todos Ladislav Fialka –y el único, por otra parte. Basil Rathbone ofreció dos recitales poéticos en los que se le aplaudió su dicción y se le criticó su vestido. Y por fin el Teatro de Chile, de la Universidad Católica, tuvo a bien iniciar una larga temporada con la comedia musical La pérgola de las flores, que de Bellas Artes pasó al teatro Insurgentes con el éxito correspondiente a toda manifestación blanca, folklórica y bien condimentada de modales antiguos y sonsonetes dulzones.
Por fin, el Conjunto de Arte Acrobático de Wu Jan, de la República Popular China, vino a abrir la boca escena del teatro Iris demostrando la belleza de una disciplina física inusitada y el encanto de un payaso original: Chang Pin-Ching.
Como es ya institucional, el Teatro de Cámara de Alemania, una compañía con sede en Chile formada por elementos profesionales que viajan desde su país natal y lo siguen haciendo por toda América Latina, tuvo breve y pletórica temporada ya para finalizar diciembre pasado, en Bellas Artes.
Y así como en la capital el teatro se vistió de gala para sus invitados, la provincia ha desarrollado buenas intentonas de hacerlo con aficionados o miembros de escuelas especializadas. Tal es el caso del Teatro del Estado de Veracruz que en Xalapa prosigue el ancho anhelo de no perder la buena senda tomada desde aquel Hamlet al aire libre de años pasados. El relojero de Córdoba constituyó el amalgamiento de muchos esfuerzos y es buena muestra de lo que en aquella ciudad húmeda y fértil se hace, con un autor Cordobés, por cierto: Emilio Carballido.
En Guanajuato, las escenificaciones de Yerma, también bajo el cielo y sobre la tierra, se compaginan en noches turísticas con la ya célebre puesta en escena de Los Entremeses de Cervantes, en la Plazuela de San Roque, Los Pasos, de Lope de Vega o El Caballero de Olmedo, rumbo a la mina de La Valenciana, bajo la dirección de Enrique Ruelas, como en Veracruz de Marco Antonio Montero.
También México ha ido al extranjero. Divinas Palabras logró el triunfo máximo en Nancy, debido al Teatro de la Universidad que barrió perfecciones en Francia. En Alemania varias comedias de Rafael Solana pasearon su gracia por el lado Oriental. En Norteamérica, precisamente en California del Sur, se escenificó universitariamente en inglés Los Fantoches, de Carlos Solórzano. Por su parte Manolo Fábregas actuó en Broadway y en Buenos Aires con éxito comercial evidente y prometedor.
Esperar pues algo más grande –que lo hay– para este teatro nuestro que hoy empieza a ser alimentado al estilo 65.