FICHA TÉCNICA



Título obra Y todos terminaron ladrando

Autoría Luis G. Basurto

Dirección Fernando Wagner

Elenco Fernando Mendoza, María Teresa Rivas, Arcelia Chavira, Marina Marín, Aurora Campuzano

Escenografía [David Antón]




Título obra [El inmenso mar]

Autoría Terence Mervyn Rattigan

Notas de autoría Raúl Zenteno / traducción

Dirección Lew Riley

Elenco Carlos López Moctezuma, Raúl Ramírez, José Luis Robledo, Jesús Colín, Aurora Bautista, Luis Aragón

Escenografía [David Antón]

Espacios teatrales Teatro Insurgentes




Cómo citar Mendoza, María Luisa. "En la casa del herrero el que no dirige: escribe". El Día, 1964. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



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El Gallo Ilustrado, El Día

Columna Teatro

En la casa del herrero el que no dirige: escribe

María Luisa Mendoza

Para el señor Lew Riley ha de ser pan comido convertirse en director escénico, en México, de la noche a la mañana. Él lo hizo y ya van varias direcciones teatrales que saca adelante en las que demuestra un entusiasmo tenaz y una ignorancia feroz; muchas ganas y poca imaginación; voluntariosa postura y poder monetario. Hay que admirarle sobretodo su valentía bonapartiana: no se arredra con nadie, ni siquiera con Ibsen, menos aún con Rattigan. Armado de su entusiasmo se lanza a la justa con envidiable seguridad.

Ahora con una obra de britanismo tal que cada personaje es un prototipo de Inglaterra, el señor Riley repartió los papeles entre lo más granado de los actores que puedan aunque sea recordar físicamente algo londinense, consiguiendo éxito muy menor porque Carlos López Moctezuma, Raúl Ramírez, José Luis Robledo, Jesús Colín, etcétera tiene muy poco de la bruma parlamentaria y el bigben. Ya no digamos Aurora Bautista que es ante todo de Madrid y habla de tal modo que parece que va a soltarse cantando una zarzuela de tan cetas y ces por doquier, con sus eses silbadísimas. Luis Aragón hace en las tablas de doctor alemán o algo así, claro que sin parecerlo. Sólo se acercan a la fidelidad las señoras Wagner y Alexander tal vez por sus apellidos.

El caso es que Riley apenas dirigió esta ensalada de Picadilly, pésimamente, increíblemente traducida por Raúl Zenteno: a su poca elegancia gramatical se aúna un planchado especial que aplana y hace obvio todo aquello que hubiese sido escrito con inteligencia. Así pues: modesta obra la de Rattigan, discursiva y menor. Mala traducción. El equipo desigual empezando por las maneras de expresión oral, unas distritofederaleñas y girando alrededor de la españolísima de Aurora Bautista, quien no ha dado una en México: primero por su obsesión en la comedia, segundo por su mala suerte para elegir y ser elegida (obra y director), y tercera porque se resiste heroica y leal a desprenderse de su acento que es respetabilísimo pero que marca una desigualdad tal en cualquier compañía mexicana en donde ella, buena actriz, les haga sombra a los demás que como buenos mexicanos, todo pronuncian sencillamente.

Y todos terminaron ladrando...

Luis G. Basurto es un escritor mexicanísimo, trabajador como él solo, respetable. Sus obras de teatro tienen todas un corte similar reconocible, exacto: se llama estilo. Tienen también a primera vista un gran defecto: la repetición. Desde Cada quien su vida Basurto ha logrado ser el dramaturgo más popular porque el pueblo lo sigue ya sea como espectador de sus piezas o de sus direcciones. No está siempre Basurto en el lado asoleado, conoce el fracaso y la rechifla pero también la irrevocabilidad de una vocación definida.

Lo que escribe, bueno o malo, no obstante, siempre interesa. Despierta la polémica de la rabia en algunos y del descubrimiento de inusitados valores en otros. Como es el caso de su última farsa Y todos terminaron ladrando, que es eso precisamente una farsa de óptimo buen humor por lo general de no buen gusto. Es en sí una caricaturota en tres actos, el primero muy bueno a pesar de ese alud incontenible de frases y lugares comunes y hasta de malcriadeces. Divertido porque se asoma –sin que Luis lo sepa– a la locura incandescente del surrealismo en esa reunión extrañísima en donde una cumplidora de manda franciscana es prestamista, una exprostituta dama de sociedad, una dama de sociedad apapachadora política, un sacerdote la justicia, un príncipe indígena la astucia y por fin un miembro de la aristocracia pueblerina solapado homosexual de marras.

La acción en el sur de México o sea Yucatán con los actores tratando de imitar la cortada manera de hablar de los mayas, también esto con un menorísimo acierto. Luis Basurto, además de reunir a perfiles ya conocidos (aquí hay reminiscencias de Íntimas enemigas, de Miércoles de ceniza de El Gesticulador de Usigli etc.) los hace jugar asombrosos divertimientos y los corona con una final escena en donde a plena voz ladran inaugurando en teatro fantástico, dirigido por Fernando Wagner y con influencia de Alexandro.

Desafortunadamente la noche del estreno gran parte de la utilería se vino abajo. Fernando Mendoza –idéntico–, no se sabía el papel, María Teresa Rivas exageraba su falsedad, Arcelia Chavira y Marina Marín fincaban lo inaudito y Aurorita Campuzano paseaba el teatro de revista.