FICHA TÉCNICA



Título obra La tempestad

Autoría William Shakespeare

Dirección José Solé

Elenco Miguel Córcega, Mónica Serna, Guillermo Orea, Farnesio de Bernal, José Baviera, Ricardo Fuentes, Carlos Riquelme, José Gálvez, Antonio Carbajal, Patricia Morán, Claudia Millán, Mercedes Pascual, Rosa Elena Durgel

Escenografía Julio Prieto

Coreografía Guillermina Peñalosa

Música Rocío Sánz

Espacios teatrales Teatro Hidalgo




Cómo citar Mendoza, María Luisa. "La tempestad en un vaso de agua". El Día, 1964. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



imagen facsimilar

El Gallo Ilustrado, El Día

Columna Teatro

La tempestad en un vaso de agua

María Luisa Mendoza

Suponen los conocedores que Shakespeare cuatro años antes de morir escribió La tempestad para alguna festividad nupcial, al igual que Sueño de una noche de verano. Sus semejanzas en irrealidades poéticas son evidentes, pues si bien esta última se desarrolla en un bosque de Atenas. La tempestad ocurre su mayor parte en una isla, la cual por cierto los estudiosos califican como indiana o americana. Ambas atmósferas pues son fantásticas, sobrecargadas de vegetación y aderezadas con toda clase de recursos mágicos como cuevas, veredas, páramos y mesetas. En ese ambiente feérico de verdura y rocío aquí un rey mago desterrado del poder por la ambición, allá los mismos orígenes de la magia en Oberón y Titania, reyes de las hadas.

La tempestad es su obra postrera, su testamento literario y fue estrenada en la corte inglesa en 1611 con éxito sin paralelo. Las fuentes que inspiraron la trama son españolas, y hay varias pistas para seguir los pasos del genio, algunos cautelosos por la conquista de América: con nombres como Sebastián Cabot, Miranda, Alonso y Gonzalo. Hay hasta el dato de que Calibán viene de caníbal y bien le va al símbolo del mal que lucha todo el tiempo con Ariel: el aire y lo bueno.

El asunto en sí, pletórico de sugerencias se vacía en la riquísima acción shakesperiana que va entretejiendo deliciosas escenas breves no exentas de buen humor aunque vayan cargadas de moralejas. La aventura de la salvación después del naufragio que el nobilísimo mago produce con su vara mágica, se convierte en historia de amor, de sortilegio y de perdones, de encuentros y recuperaciones, de bromas marineras y un intenso interés por los poderes del monstruo de la tierra y de la especie de hadita que es un ser masculino lleno de travesuras femeninas al puro servicio del encantamiento.

Para tal situación nada mejor que el decorado imaginativo, hermoso a pesar de su solidez que muchos repararán, funcional al grado máximo, llenando de colorido, luz y belleza el escenario del teatro Hidalgo del Seguro Social. Julio Prieto demuestra ya no digamos la madurez de una profesión asombrosa, que por sabida se calla, sino una inagotable fuente de formas bellas para realizar la alegoría de esta preciosa jornada escénica. Hay dos elementos llamados “piernas” en escenografía que recuerdan claramente el intrincado curveo del “art nouveau” y sirven no obstante al momento exacto que requiere el poder de un hechicero espectacular. Usa Prieto el escenario giratorio. Su vestuario es inusitado complemento a tanto derroche de color.

José Solé dirige sobre todo subrayando su innato sentido del humor y un buen gusto muy inocente, como si lo ofreciera a un público festivo e infantil, sencillez tal que se suma a la maquinaria escenográfica para producir ese espectáculo redondo en donde el accidente de una tempestad viene a ser lo de menos, a quedar en un simple vaso de agua.

Hay muchos nombres qué nombrar empezando por Miguel Córcega que logra un singular monstruo de dulce maldad en su Calibán bordado desde el gesto, la voz cavernosa y el dominio de la danza en servicio del teatro. Con él cantando, bailando, diciendo bien, su enemiga en virtudes, el Ariel Mónica Serna. Para rematar en la mejor simpatía y agradecible exageración: Guillermo Orea con Farnesio de Bernal. Allí también José Baviera; los malvados Ricardo Fuentes y Carlos Riquelme. José Gálvez por su parte se siente ajeno, asombroso sí en su figura poderosa, pero girando un poco fuera del perfil de su rey. También Antonio Carbajal resiente su falta de tablas escuchándose frío y recitativo Patricia Morán, Claudia Millán, Mercedes Pascual y Rosa Elena Durgel son las damas principales, acompañadas de un efectivo grupo femenino de danza.

Rocío Sánz compuso la música digna del mejor aplauso, y Guillermina Peñalosa es la autora de la coreografía.