FICHA TÉCNICA
Título obra Entre ratas
Autoría Pablo Salinas
Dirección Alfredo Méndez
Elenco Stella Inda, Estela Bracamontes, María Bustamante, Ricardo Ancona
Título obra Andorra
Autoría Max Frisch
Dirección Fernando Wagner
Elenco Xavier Marc, Rosa María Caloca, Farnesio de Bernal, Marcela Velarde, Regina Cardó, Rubén Calderón, Juan Felipe Preciado, Eduardo Borja, José Luis Moreno. José María Bastús, Bernarda Landa
Escenografía Rodolfo Montalvo
Cómo citar Mendoza, María Luisa. "Tragedia del celibato teatral". El Día, 1964. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
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El Gallo Ilustrado, El Día
Columna Teatro
Tragedia del celibato teatral
María Luisa Mendoza
En el Teatro Urueta levanta el telón y pasan tres actos que están recordando, con insoportable tenacidad, a otros titulados como Señoritas a disgusto. Todo porque aquí hay un terceto de solteronas que sufren horrorosas penas y mortificaciones porque no tuvieron el “divino don” del casamiento como dicen en la provincia olorosa a santo pan. Entonces, están enojadísimas y se pasan agrediéndose con goce sin igual y disputándose a un novio valiente que se acercó una vez al balcón de la virgen más chica que parece la más grande, galán tal, que volvió loca a la quedada más grande que parece la más chica.
La noche del estreno de Entre ratas, escrita humildemente por Pablo Salinas, que pintó como magnífico escritor hace algunos años, se decía que no iba a presentarse más la pieza porque no tenia permiso de Espectáculos. Se ignora qué motivo podrían impedir que estuviera en escena el asunto ya que lo más que pasa de “inmoral” es que una doncella duerme con un retrato, la otra con un niño-sobrino y la última tiene sólo mucho calor de tantos malos pensamientos. Tal vez, se dijo, sea un acto de amistad de un funcionario caritativo.
Y es mala la pieza porque los personajes fueron concebidos en la más absoluta falsedad. Nadie habla así, ni lo haría en 1939. Las que vestían santos en tierra adentro no tenían esos perfiles melodramáticos de hermanas de la Cenicienta. Una prueba más de que el autor no conoce su material es hacerlas reír con maldad escalofriante mientras se desplazan lenta, pero inexorablemente, por el escenario. Y si está mal construido el melodrama, débil y carece de telones importantes, la dirección de Alfredo Méndez se preocupó por subrayar dicha pobreza dejando que a cámara lenta las célibes se destrozaran con la peor dicción imaginable. Porque si Stella Inda tiene emotividad y señorío, en cambio lamentablemente no posee dicción ni tonalidades y texturas enla voz siempre monótona e inexpresiva. Para Estela Bracamontes los mismos defectos, pero más rotundos. María Bustamante trata de ser crudelísima consiguiendo impresionar al director nada más, quien le permitió tal desaguisado en movimientos primarios y estentóreas carcajes. Del niño Ricardo Ancona hay que señalar su talento indudable para el teatro y su necesidad de estudio de vocalización.
ANDORRA. Alguna vez, quien esto escribe conoció a un andorrano, era fotógrafo y había nacido, por accidente –como buen andorrero– en Andorra, principado en los Pirineos que mide 452 kilómetros, con seis mil habitantes y cuya capital es Andorra la Vieja. Bueno, pues allí, aparentemente, en ese lugar que parece que no existe y en donde unos dicen que se bebe y se canta a toda hora, Max Frisch fincó su obra para decir que se delata y se odia de la mañana a la noche. Frisch, el dramaturgo alemán que en este momento es, junto con Dürrenmat, el más importante en la vanguardia. Nada más que ahora es el perfil del judío el que sella todos los sentimientos. Entonces sus personajes están dibujados asquerosamente antisemitas, y cuando traza uno que en verdad no lo es, se permite involucrarlo en cobardía y contagiarlo de otro dolor del bajo ser: de relaciones con una negra. Claro que dice “negra” y no saca a escena a nadie que lo parezca, pero es como ver un horrible juego de ajedrez entre el judío y el negro, manejados por el ario que se considera –según su soberbio saber– como el unico hombre verdadero.
Doce cuadros, doce conforma la obra, por lo hay una docena de mutaciones que Fernando Wagner estará haciéndolas correr ya a la velocidad necesaria y con ello configurando un ritmo perfecto para no escapar en la oscuridad del drama que se presencia. Drama secular, viejo como la historia del mundo y muy inteligente y humano en cuanto el niño judío no es judío y sí es judío. Si en algo peca la dirección wagneriana es en esa indebida y aparente pereza de ritmo. La obra podría ser considerada como extensa, para el tiempo que nuestro público aguanta, pero Fernando no ha querido cortar ni una coma y es su derecho como director y como traductor.
Una bonita escenografía de Montalvo (aunque podría haber sido más sugerida para dar facilidad a las mutaciones), la sobresaliente actuación del joven Xavier Marc y, por fin, la plenitud como actriz de Rosa María Caloca hacen que el espectáculo merezca una gran concurrencia (que aprenda que todos los hombre somos iguales y que en todas partes se cuecen habas). Allí y muy bien Farnecio de Bernal, Marcela Velarde, Regina Cardó, Rubén Calderón. Juan Felipe Preciado, Eduardo Borja, José Luis Moreno. José María Bastús y la notable participación de Bernarda Landa.