FICHA TÉCNICA
Título obra Moby Dick
Autoría Hermann Melville
Dirección Ignacio Retes
Elenco Narciso Busquets, Aarón Hernán, Jacqueline Andere, Jorge Mateos, Tomás Bárcenas, Héctor Andremar, José Carlos Ruiz, Daniel Villarán, Alvaro Carcaño
Espacios teatrales Teatro Xola
Cómo citar Mendoza, María Luisa. "Moby Dick". El Día, 1963. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
imagen facsimilar
El Gallo Ilustrado, El Día
Columna Teatro
Moby Dick
María Luisa Mendoza
Hermann Melville nació en Nueva York en 1819. Cien años después su nombre era obligado en cuanto se transitaban las alturas literarias universales y, sobre todo, se revisaban a los escritores de la antología norteamericana. Hermann Melville tuvo un padre comerciante que era la clásica figura del gran fracasado, del ser amado cuyo sino fue quebrarse. Esto dio por resultado una infancia pobre apretada en deseos nunca cumplidos, y la petición de trabajo, por parte de Melville hijo, desde que pudo peinarse para atrás el cabello para parecer más grande. Pasó por muchas oficinas; quiso ser maestro, se trasladó al campo para adquirir la costumbre de respirar aire puro, hasta que subió a un barco vestido de camarero y llegó a Liverpool.
De allí habría de salir la atmósfera del mar, las ventiscas y la calma chicha que completó su travesía por el Pacífico, ya a bordo de un buque ballenero. Y allí concibió la novela Moby Dick, que cuenta el asedio de un hombre a una ballena de lomo blanco y chorro de nieve.
Moby Dick es la obra maestra de Melville, el viajero siempre de pie en cubierta, el marinero retirado que vivió en Honolulú. El turista consiente y minucioso de Egipto, Palestina, Grecia e Italia. Moby Dick o La ballena blanca es el libro obligado de toda juventud, principalmente cuando ésta es masculina. Porque narra con el puño cerrado y la piel curtida por las furias, la odisea de la caza de la ballena, y porque es sobre todo uno de los más grandes libros de aventuras que la imaginación del hombre ha dado.
Tal vez por ello, por ese amor que la ballena despierta para siempre en sus lectores, Orson Welles se propuso traer la historia al teatro. Meter barco, tormenta y naufragio, con el cuerpo enorme de la ballena de pilón, todo en escena. Pero como esto es imposible, Welles se apoyó en la generosa imaginación de un público obligatoriamente cautivado, como él, por la aventura en alta mar, y adaptó la novela a un escenario desnudo.
Es decir, que Orson Welles quiso recuperar la magia del teatro que se ha perdido con la marea alta de logros escenográficos, y sin otro recurso que la palabra de Melville, adaptada, repetida, recortada (y la creación de un director de avanzada apoyado sin duda –y esto es imprescindible– en un gran escenógrafo que supiera los secretos de la iluminación) dar la tarea de vivir la tragedia del capitán Ahab a un público cautivado en sí mismo.
En el Xola sube a escena Moby Dick, y es el caso que alcanza con creces la exigencia de Wells, puesto que la dirección de Ignacio Retes es admirable en recursos, pantomímica en su mejor grado, hermosa en barroquismo, generosa para pintar hasta la saciedad la angustia, la valentía, el miedo, y la venganza que corre a una tripulación que ha sido conquistada por un capitán baldado y demencial.
A todo esto hay que añadir la labor sin precedente del escenógrafo –porque está basada en una aparente simplicidad– que descubre paredes desnudas y varas, diablas, cajas, bambalinas nada más, sobre dos practicables y una escalera. He aquí todo lo que usó Julio Prieto para cautivar en escenas grandiosas al público. De esta manera se señala a los dos triunfadores de la nueva temporada: Retes y Prieto. Y se suma a ellos la actuación de un equipo profesional y entusiasta de jóvenes actores todos al servicio de su dura vocación.
La única objeción –y esta es de carácter personal– es la obra en sí, impresionante al leerla en la novela y apenas extraída de ella ésa magnificencia terrible, achicada, como es lógico, en los diálogos de teatro breves y que resumen. ¿Cuál fue el objeto de Welles al adaptar la novela? Desde luego, la causa, el amor, ya se dijo ¿Pero, y el resultado? A no ser ese brillante del trabajo en equipo –actuación, dirección, escenografía– y la experiencia que supone darle nuevamente la oportunidad al espectador de usar su libre albedrío imaginativo... No hay otra.
Tiene la obra escenas vívidas y perfectas, sobre todo en el segundo acto –y señaladamente la caza de la ballena. Pero hay otras en cambio morosas y demasiado discursivas –como el fervorín del sacerdote. En este contrapunto admiran de veras las actuaciones de Narciso Busquets, sobretodo, ya una realidad en el teatro de su patria. Aarón Hernán, Jacqueline Andere, Jorge Mateos, Tomás Bárcenas, Héctor Andremar, José Carlos Ruiz, Daniel Villarán. Alvaro Carcaño, etcétera.
Es la oportunidad también de ver hacia dónde va el teatro del futuro: a esa conjunción de actividades en las que sobresalen sólo los talentos.