Revista de la Universidad
Columna Teatro
¿Qué es el teatro?
Jorge Ibargüengoitia
(Entrevista al doctor Horacio Recto, celebrada en la ostionería La Perla de Veracruz.)
No tengo la más remota idea (me contestó mi erudito entrevistado cuando le hice la pregunta que sirve de título al presente artículo, y prosiguió:) y conste que a resolver esa cuestión he dedicado los treinta más floridos años de mi vida.
"Theatre, is abridgment" –me dijo Winston Churchill, "el teatro es resumen". No vaya usted a pensar que me refiero al conocido estadista inglés. No son ni siquiera parientes. Éste es el famoso autor dramático que actualmente cumple una condena en la penitenciaría de Oklahoma. Antes de caer en desgracia, adaptó al teatro las obras completas de Thomas Wolfe, de Virginia Woolf y Peter and the Wolf. Su máxima es: "En vez de leer una novela de novecientas páginas, vea usted un espectáculo de dos horas y media." Actualmente está trabajando en una comedia musical basada en la Historia de los papas de Ranke. Éste no es más que uno de tantos conceptos contradictorios. Verá usted:
En términos generales puedo distinguir cuatro corrientes de pensamiento: la de los que creen que el teatro es creación, la de los que creen que es diversión, la de los que creen que es reconstrucción, y la de los que creen que es imitación. Todos están equivocados, como demostraré a su debido tiempo.
El primer grupo de nuestra clasificación, la de los CREADORES, no es un grupo propiamente dicho, sino muchos, formados respectivamente por un creador y sus discípulos. Estos grupos se odian entre sí francamente, o en secreto, pero se odian. La principal labor de cada creador consiste en convencer a sus discípulos de que ellos son creadores también. Excuso decirle que es una labor ardua e ingrata; ardua, porque es difícil convencer a alguien que no ha dado golpe de que sí lo ha dado, e ingrata, porque una vez convencido el sujeto, se lanza al mundo a formar otro grupo que odiará al primero. Los frutos de esta escuela, o concepción, son abundantes, y algunos de ellos interesantísimos. Se me viene a la mente, como ejemplo, la famosa mise en scène que Beck hizo de Hamlet, con un enano en el papel principal, un negro en el de Ofelia, dos bicicletas parlantes en los de Guildernstern y Rosenkranz, y una boa constrictor en el de Gertrude. Una obra que pertenece al mismo género es la famosa de Roland Zenobius llamada Mac becomes a pot, en la que el personaje central es una cafetera, nadie sabe por qué.
Salta a la vista que el gran defecto de este concepto del teatro es que encierra en sí mismo una contradicción: un creador es el que saca algo de la nada, es decir, es un dios, ergo un dictador. Los autores creadores (casi todos los autores se creen creadores y algunos lo son) estarán incómodos si acotaciones tales como suspira o sale por la derecha no son respetadas rigurosamente. Un director creador le exigirá al autor que escribió una pieza histórica que la convierta en una fábula de La Fontaine. Un escenógrafo creador leerá la acotación "el decorado representa una sala Luis XVI", y se lanzará a construir el interior de una locomotora, etcétera.
Las personas que piensan que el teatro es creación también suelen pensar que es una experiencia mística, una religión, una trasmutación, o bien un asesinato; pues bien, a su vez, las que piensan que el teatro ES DIVERSIÓN lo consideran una industria.
Como usted sabrá, el problema vital de toda industria, es el mercado. ¿Cómo se domina un mercado? Conociendo las necesidades del consumidor. ¿Si compra usted un Volkswagen, qué pretende obtener? Economía. ¿Y qué, si compra usted un Rolls-Royce? Elegancia. Es natural, entonces, que la empresa fabricante de los Volkswagen esté tan atenta en producir el coche más económico, como la del Rolls en producir el más elegante. Pásese usted veinte años montando comedias vagamente graciosas y tenuemente románticas, y tendrá usted un público de treinta o cuarenta mil espectadores que con sólo ver su nombre en la cartelera pagarán los doce pesos para ver lo que usted presenta; deles un día un plato fuerte, digamos El despertar de la primavera y no los volverá a ver en su vida; es como embotellar permanganato en envase de cocacola. Recuerde esta máxima: "El industrial debe tener en la frente, a la vista de todo el mundo, un letrero que especifique claramente lo que ofrece": ¿Quiere usted reír? Hágalo con Nadia. ¿Quiere usted llorar? Hágalo con Libertad Lamarque. ¿Quiere usted sentirse conmovido por el buen corazón y mejor trasero de una prostituta? ¿Quiere usted horrorizarse de la hipocresía de ciertos ricos? ¿Quiere usted saber cuál fue la última aberración que se le ocurrió a Tennessee Williams ¿Quiere usted saber quién asesinó a la Dama del Alba?, etcétera.
Una industria debe estar económicamente sana. Supongamos que Manolo Fábregas quiere montar La maestra milagrosa. ¿Cuántas gentes responden al estímulo "Manolo Fábregas"? Digamos un número A. ¿Cuántas gentes vieron Locura de amor?, B. ¿Cuánto cuesta traer a Aurora Bautista?, C.
Si A+B-C es mayor que A, la cosa es factible.
Si A+B-C es menor que A, no lo es.
El grave defecto de este concepto del teatro consiste en que produce un organismo subordinado al más imbécil de todos los elementos del fenómeno dramático: el público. ¿Me mira usted con incredulidad? Vea usted las gráficas y los electroencefalogramas; son de lo más elocuente.
(Don Horacio Recto me mostró las gráficas y los electroencefalogramas y comprendí que tenía razón: sólo las acomodadoras son más tontas que el público.)
Los RECONSTRUCTORES se apoyan no en un concepto, sino más bien en una equivocación, que consiste en suponer que cada obra dramática tiene una sola interpretación correcta... la suya. Es una equivocación, porque la obra ideal existe, en todo caso, sólo en el cerebro del autor; en el momento en que éste la escribe, está produciendo una multitud, que son las interpretaciones que hará del texto cada uno de los lectores, de acuerdo con su raza, condición, sexo, clase social, etcétera. ¿Ha visto usted la Comedie Française? Son grandes reconstructores.
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Los reconstructores creen a pie juntillas en la Historia del Arte, en la Historia del Teatro, en la Historia Universal, en la Enciclopedia Espasa Calpe, en la Real Academia de la Lengua y en el Directorio Telefónico.
Los IMITADORES creen que la vida no es un sueño, sino que es vida y que está llena de significados; creen que vale la pena de ser copiada y que repitiendo la copia noche tras noche llegarán a producir en los espectadores la impresión de que están vivos, lo cual –como usted puede ver fácilmente– es, en la mayoría de los casos, una equivocación lamentable. Los espectadores, en general, no están vivos, sino sólo funcionando, que son dos cosas muy diferentes.
(En ese momento, don Horacio Recto se comió un ostión envenenado y dejó de funcionar. Así terminó, de una manera trágica, la entrevista.)