Revista de la Universidad
Columna Teatro
Cinco de mayo
Jorge Ibargüengoitia
“Un soneto me manda hacer Violante
en mi vida me he visto en tal aprieto.”
"Cinco de mayo, Intervención Francesa y nada de bromas", me ordenaron los jerarcas de esta publicación, así que allá va.
Empezaré por una declaración de principios: no conozco la obra de Werfel, ni siquiera estoy seguro que el nombre se escriba así, ni la de Martita no sé Cuántos que se intitula Phantom Crown, ni Miramar de Jiménez Rueda; es más, no es probable que llegue a conocerlas a menos que me dé meningitis o algo; por otra parte, considero que Corona de sombra está más que discutida, y ya dije lo que tenía que decir acerca de la obra de Wilberto Cantón. En cuanto a las películas, recuerdo una toma (de esto hace unos treinta años) de unos sombrerudos masticando caña y escupiendo el bagazo, mientras contemplaban la patética entrada, en carroza de Maximiliano y Carlota que agradecían "a la Isabel II" los aplausos que nadie les tributaba; luego, supongo que esto era otra película, Medea de Novara se paseaba por las terrazas del Castillo de Chapultepec extasiada por los acordes de "Si a tu ventana llega una paloma, etcétera"; y por fin, supongo que esto habrá sido todavía otra película, un Maximiliano que bien pudo ser Enrique Herrera, vestido de chinaco, metiéndose unas pistolas en la fajilla, desentendiéndose de las recomendaciones de los que le advertían: "No salgas. Max, que te matan." Sale. Disolvencia. El calabozo. Entran Mejía y Miramón: "Su Majestad por aquí, Su Majestad por allá..." Y Su Majestad haciendo chistes acerca de que: "Mañana nos matan." Y al (día siguiente, Maximiliano les da propina a los que lo fusilan, se oye una descarga, panning del cielo mexicano: se oye "Si a tu ventana llega una paloma, etcétera"; aparece en la pantalla la palabra FIN. Como dijo el erudito don Tomás Ramos: "Esta pareja me enferma."
Aparte de Maximiliano y Carlota, la literatura de la Intervención es bastante raquítica: hay una obra de Bianchi, que trataba de soldados y de escondidos, que yo descubrí en no recuerdo qué biblioteca pública hace diez años, y otra de Marcelino Davalos cuya crónica del Mundo Ilustrado del 16 de agosto de 1908, no puedo resistir. Hela aquí: "Marcelino Dávalos, que ya ha obtenido otros triunfos en el teatro, acaba de estrenar, con la cooperación decidida de la compañía Fábregas, un nuevo drama. Así pasan… es una pieza simbólica [sic]. La protagonista es una actriz de gran talento, que, en el primer acto (época del efímero imperio de Maximiliano), se encuentra en la plenitud de su talento [sic]. La aman Gabriel, autor dramático, hijo de una familia de vieja nobleza, y Marcelino, actor también [sic]. Ella prefiere a Gabriel, que escribe para ella una obra revolucionaria, por la cual ambos son perseguidos y se salvan, gracias a la hidalguía [sic] del general Ibarrondo. Al triunfo de la República, la actriz, Victoria de Alba, obtiene el indulto del general, que estaba condenado al destierro. La madre de Gabriel exige que Victoria se aparte del teatro, para consentir en el matrimonio. Victoria se niega y Gabriel la abandona. Pasan los años, y la actriz, ya anciana, tiene que trabajar en una compañía de género ínfimo, donde es objeto de las burlas de una tiple de moda. Marcelino, que también formaba parte de la compañía, es despedido. Victoria no puede trabajar más y se resigna a morir de hambre, cuando Marcelino, que no ha dejado de amarla y acaba de obtener una canonjía [sic], le pide que sea su mujer. Ella, al fin, acepta. La obra ha tenido éxito. Ha sido puesta con gran esmero por Virginia Fábregas y su compañía. Se advierten defectos de factura en ella; pero revela al autor de talento, que indudablemente perseverará y dará mucho mejores frutos. El primer acto está dialogado con primor."
Si esta sinopsis llegara a los ojos de Libertad Lamarque, seguro que se lanzaría a filmarla y tendría más éxito que la primera vez.
Pero dejemos la literatura dramática que es bastante poco imaginativa y ocupémonos de la militar que, por el contrario, se distingue por la cantidad de recursos que emplea. Echando mano de lo que tengo en casa, sacaré a colación la hoja de servicios de mi bisabuelo, el general don Florencio Antillón (y juro por mi santa madre que esto no es broma). "1861 [termina así]...; continuó [mi bisabuelo] para la capital de México, cubriendo con sus tropas la guarnición de aquella plaza.
"1862. El 4 de mayo, a las tres de la tarde, recibe orden del Ministerio de la Guerra para marchar con su División en auxilio del general en jefe del Ejército de Oriente don Ignacio Zaragoza...
[El parte en cuestión, dice así] : "Sección primera: Considera el C. Presidente que conforme a las instrucciones que recibió V. antes de salir de esta capital, sus marchas las forzará cuanto más le sea posible; pero como las circunstancias se reagravan de una manera muy positiva, encargo a V. por expreso acuerdo del Presidente, que las jornadas que haga con la brigada de su mando las calcule de manera que precisamente se encuentre V. el día 6 del presente en el punto de su destino [Puebla] cuanto más temprano le sea posible. –En su marcha puede muy bien encontrar a la facción reaccionaria, porque habiendo salido de Puebla dos brigadas con objeto de atacarla en sus posiciones de Atlixco y Matamoros, es probable que los traidores esquiven el encuentro y se retiren a salir al mismo camino que V. lleva. Si así sucediera, los batirá usted sobre [p. 31] la marcha y seguirá sus jornadas para llegar con oportunidad a prestar el servicio a que se le ha destinado y en que se interesa la honra de la patria. –Como V. carece en su brigada del arma de caballería, ocurrirá al C. Coronel Ignacio Cuéllar para que le proporcione la que tiene a su mando con el objeto de emplearla en explorar el camino y evitar cualquiera peligro que pudiera ocasionarse por no tener la caballería suficiente para averiguar el verdadero punto en que pueda encontrarse el enemigo. –Avíseme V. por telégrafo las jornadas que hace y todo lo que crea conveniente para conocimiento del Presidente. –Libertad y Reformas, México, mayo 4 de 1862. –Blanco. –Al C. Gral. Florencio Antillón, en Peñón o Ayotla."
Dos recortes de periódico anuncian la llegada de mi bisabuelo, con una mala suerte notable, el día 6, un día después de la batalla. Dicen así: "En los momentos en que el general Zaragoza ponía el anterior telegrama, llegó a Puebla el general don Tomás O'Horan al frente de la brigada con que había batido en Atlixco a don Leonardo Márquez y pocas horas después llegó el general don Florencio Antillón con la brigada de Guanajuato, quedando así notablemente aumentadas las fuerzas que han de operar contra los franceses".
Esto desmiente la teoría que dice que la batalla del 5 de mayo la perdieron los franceses por la impuntualidad de un mexicano: Márquez, que según parece había quedado de encontrar a los franceses con no sé cuántos miles de hombres, y que no llegó, pero no por impuntualidad como aseguraba Anfossi en su libro de texto, sino porque O'Horan lo había derrotado.
La mala suerte de mi bisabuelo siguió vigente, pues además de perderse de la victoria por un pelo, le tocó la derrota en todo su esplendor.
Sigo citando: "Desde esa fecha quedó incorporado al Ejército de Oriente, y desde fines del ataque de Orizaba formó su cuartel en Acatzingo, y recibiendo órdenes como División de Observación de retirarse a Puebla a la vista del enemigo, cuando éste avanzase, así lo ejecutó hasta dar principio a las operaciones de la plaza el 16 de marzo [1863]."
"1863. En ella y durante el sitio, que duró sesenta días, cubrió varias líneas, siendo la principal San Javier Santa Anita y la Merced. Rendida la plaza el 17 de mayo [1863] y prisionero de guerra sin compromiso alguno, logró fugarse de la casa que los generales tenían como prisión, y presentarse al Supremo Gobierno en México, para continuar la guerra contra la Invasión..."
La rendición, parece, fue como se hacían entonces las cosas: todos en camisa, despeinados, después de quemar el último cartucho, rompieron los fusiles, enterraron las bayonetas, hicieron explotar las piezas de artillería, se pusieron en fila y se cruzaron de brazos hasta que llegaron los franceses.
Todo esto parece demostrar que la batalla del 5 de mayo primero, y el sitio de Puebla después, lograron retrasar un año el desarrollo de la Invasión y quizá determinaron así el resultado de la guerra.
Los documentos de mi bisabuelo cuentan, entre otras cosas, que después de muchos trabajos logró tomar Guanajuato y después estuvo a las órdenes de Escobedo en la toma de Querétaro, pero eso ya es harina de otro costal.