Diorama de la Cultura, Excélsior
Sobre las piernas largas de papacito
Óscar Liera
Es innecesario comenzar por decir que Teatro de la Nación presenta esta obra que produce la señora Angélica Ortiz y dirige el maestro José Luis Ibáñez. Es innecesario, pero como dato curioso puede ser interesante para los que creen en el calendario que lenta pero inexorablemente, está llenando Teatro de la Nación con su importante labor presentadora.
De esta manera, y gracias a las instituciones teatrales del país, Angélica María regresa a los escenarios capitalinos a comprobar su simpatía con un público que le responde a la altura que se merece "la novia de México". El teatro se llena entre vendedores de coca-cola y gente que se acomoda desesperadamente. El director de la orquesta inicia la obertura sintiéndose más estrella que las dos Angélicas y más simpático que un cáncer –nos referimos al signo. Finalmente se levanta el telón y nos trasladamos, sin dejar la ciudad de México, a principios de siglo.
Principio de siglo: el país se encontraba desconcertado por la sexta reelección de Porfirio Díaz. "¡La nación tiene miedo! –se dijo en un discurso. La agobia un calosfrío de duda, un vacío de vértigo, una intensa discipación de desconfianza, y se agarra de la reelección como a una argolla que oscila en las tinieblas". La mortalidad de los niños se elevaba al 65% en 1904; en 1906 los mineros de Cananea se declaran en huelga después siguieron los trabajadores textiles de Puebla y Tlaxcala, y los primeros días del año siguiente fue la terrible matanza de Río Blanco; pero nada de esto parece importarle a Papacito Piernas Largas, su problemática, a pesar de que se da en esta época, se circunscribe a una huérfana que el buen hombre saca del orfanatorio para inscribirla en el mejor colegio de la ciudad de México, y después, enamorado de ella como una tórtola, se atreve a pedirle matrimonio. Entran en conflicto los apellidos, las clases sociales, las organizaciones benefactoras, el alma piadosa de los ricos porfiristas y el Colegio del Sagrado Corazón.
La obra es divertida y esto entretiene y agrada al público quien tiene necesidad de olvidarse de los problemas cotidianos. El público se entrega a los viejos conflictos de las clases sociales y de los apellidos de "abolengo" que, aunque siguen existiendo han dejado de preocupar y hasta da infinita pereza actualmente, oír y ver tambalearse árboles genealógicos; sin embargo, el público se comprometía con el asunto de la obra y Papacito Piernas Largas, con espíritu de dama vicentina quedó convertido en un gran héroe.
Esto demuestra con tristeza que nuestra búsqueda de identidad no sólo se da a nivel de comunidad, sino que, como en los viejos tiempos, se sigue dando a nivel individual que no hay integridad, los apellidos siguen contando y para ello se buscan árboles genealógicos, más importantes que los árboles de la vida de Metepec en regiones de Europa que encierran religiosamente nuestro "glorioso" pasado.
Los hijos del sol, los mayas y los tepehuanes nada importan; fueron vencidos, Tenochtitlan fue destruida y la mayoría de los códices quemados o robados como robado fue el oro. Y como "Jalisco nunca pierde", los mexicanos se pusieron del lado de los vencedores, y estaremos desenterrando rancias cofias medievales como si el mundo entero anduviera por la Mesopotamia en busca de sus ancestros para sentirse mejor. Aquí está el acierto de Papa cito piernas largas; hay una tajante división en nuestra sociedad: vencedores y vencidos, indígenas y europeos, huérfanos y poderosos los que tienen apellidos rimbombantes y los que no tienen. No hay síntesis posible, no hay mezcla, no ha y mestizaje, seguimos divididos y la integración nacional se vuelve cada vez más difícil.
Papacito piernas largas es una obra netamente individualista; lo que importa es una huérfana y todo gira a su alrededor. María Isabel, Simplemente María y algunos personajes de Corín Tellado mirarían con beneplácito a la heroína, escalar hasta las esferas más altas de la sociedad en busca de un apellido y con ello su integridad, su identidad, su vida.
El ineludible final feliz tan propio del melodrama llega como una purificación pueril, el ejercicio de las pasiones que han sufrido los espectadores y la presencia de Angélica María en su eterno papel de niña buena y sufrida, desquitan los pesos que ha gastado el público para ver Papacito piernas largas.
A pesar de que la obra es súper reaccionaria, funciona bien como espectáculo para la clase media de la cultura. El trabajo de los actores mantiene un nivel aceptable de calidad. No se puede negar que Angélica María sea una cantante, una cantante que representó con los Costas, Guzmanes y Muñoces toda una época, y nunca nadie podrá olvidar aquellos éxitos como Fortachón, Eddy - Eddy, Dile adiós y Johny el enojón.
Siempre se ha considerado a José Luis Ibáñez un muy buen director de teatro a pesar de los horrores de las puestas en escena de Nada de sexo que somos decentes y aquella cosa de las mariposas. Ahora se reafirma como un director con verdadero oficio y con muy buen sentido del humor; hay cierta finura en el tratamiento de algunas escenas, a pesar de que vemos la obra poco teatral.
Después de salir del teatro, entre el alboroto de los merolicos que venden tazas con un grabado de Cepillín, pensamos: ¿Qué curioso mecanismo maneja aún nuestro público, quien falto de una auténtica identidad se solaza con los personajes de alcurnia y prosapia? ¿Cuál sería la problemática que debería plantear un teatro nacional al pueblo mexicano?
Realmente el público de México es el público más heterogéneo que existe, maneja dos culturas que no logra sintetizar y cree que todavía quedan por ahí algunos Papacitos Piernas Largas desbalagados, en busca de alguna huérfana, y eso los hace conformarse. Seguiremos, pues, esperando hasta que los artistas quieran comprometerse con el arte y con la sociedad a la cual pertenecen y a que deberían permanecer solidarios.