Teatro

I poli
Víctima y victimario

Bruno Bert

En el Foro de la Compañía de Shakespeare, bajo la dirección de Alejandra Gutiérrez, puede verse un espectáculo de una autora griega contemporánea. Se trata de I poli (El pueblo, la ciudad) de Loula Anagnostaki.

No he leído sobre la dramaturgia griega de nuestros días por lo que resulta imposible ejercer comparaciones y determinar si es representativa o un producto atípico de ella, pero lo que de inmediato se advierte es que las raíces que la nutren tienen que ver con nuestro Occidente, tanto a niveles literarios como en la realidad sobre la que se sustenta. Una realidad urbana, alienante, despersonalizadora, dada a la incomunicación y a los juegos sadomasoquistas.

Dentro del plano literario Carballido habla de "un pariente extravagante de Pinter" y nosotros podemos ubicar tres o cuatro evocaciones más, pero en definitiva esto es porque nos cuesta ver algo desconocido, es hacer comparaciones diferenciales que nos tranquilicen: tiene cuerpo de mujer, garras de león, cola de serpiente. Es un monstruo con partes de fieras que nos son conocidas, aunque recompuesto de manera distinta. una pareja (de esposos, o hermanos, de cómplices al fin) recorre ininterrumpidamente una serie de ciudades conocidas/ desconocidas en las que reiteran un juego de memoria e identificación con las raíces que no se hallan; renuevan una relación de teatralidad, dan espacio a la muerte y engullen en cenas programadas una ceremonia que se nutre de las particularidades de un único invitado que se va cambiando en el nombre y el rol (el fotógrafo, el pintor, etc.), pero que en definitiva es la víctima y el espejo victimario de ese mundo que los rodea.

Las lecturas posibles pasan de lo directo a lo simbólico, de las patologías individuales a las enfermedades endémicas de un sistema social con sus formas de relación y destrucción. La dirección de Alejandra Gutiérrez trabaja sobre estas líneas y hace de sus actores una alternancia de seres reales a símbolos, de sensaciones y dolores específicos a muñecos que repiten, a actores que interpretan variaciones sobre una improvisación esencialmente igual, pero lo que nosotros, el público, pasaremos de la identificación a la observación crítica de ese proceso ajeno y representado pero nuestro en cuanto que maneja una matriz que nos resulta por demás conocida. Esos seres —apenas tres pero a través de los cuales vemos a todos— entrechocan en su manejo de Eros y Thánatos, entre una desesperada necesidad de vivir y una incapacidad de hacerlo excepto a través de los símbolos de la muerte y de una pérdida permanente del momento presente, reenviando la vivencia al poder de la memoria que distorsiona y recrea; que fija, como las fotos que todos anclan del invitado, una imagen falsa pero al mismo tiempo real por necesidad. Tal como la representación que la pareja hace con el mismo fotógrafo, como la ciudad hace con la misma pareja, en una serie laberíntica que sólo la muerte global del entorno (el fuego purificador) parece poder llegar a cortar.

Los actores: Néstor Galván, Luisa Huertas y Antonio Argudín, presentan una labor inquietante para una dirección eficaz y sólida dando un producto compacto sustentado en múltiples pequeñas reacciones del cuerpo y el gesto en medio de esa bruma de palabras que no comunican sino sólo señalizan los caminos bloqueados entre los que deambulan esos seres ciegos, falsos, viejos, que recurren al teatro intentando captar allí, en la proyección de las imágenes, una vida que se les niega.

Interesante espectáculo desde varios puntos de vista, material para la reflexión que nos habla bien de una autora que no conocíamos y de un elenco que vale la pena conocer.

Luisa Huertas y Antonio Argudín en I poli (El Pueblo), de Loula Anagnostaki; dirección, Alejandra Gutiérrez, Foro Shakespeare, Zamora 7, Condesa, 553-5244; jue. a vie. 20:30; sáb. 19 y 21; doms. 18 y 20 hrs.