FICHA TÉCNICA



Título obra La pasión de cristo

Dirección Javier Díaz Dueñas

Elenco Elizabeth Aguilar, Javier Díaz Dueñas

Espacios teatrales Claustro de Sor Juana




Cómo citar Bert, Bruno. "La pasión de Cristo
Ni arte ni comunicación". Tiempo Libre, 1986. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



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Teatro

La pasión de Cristo
Ni arte ni comunicación

Bruno Bert

Las tradiciones son valores que se conservan a través de las generaciones y que producen actos, a veces idénticos y cuidadosamente repetidos, a veces puestos al día, pero conservando las estructuras medulares que se soportan en los valores heredados. Hay oportunidades, sin embargo, en que éstos también decaen y lo que queda es la supervivencia de gestos y formas ya vacías de contenidos. Sucede también en otras, que hay aproximaciones oportunistas a esas tradiciones, y entonces el vacío imperante detrás de las formas acartonadas es prácticamente total.

Todo esto viene a cuento en relación a La pasión de Cristo, un espectáculo "tradicional" para las pascuas y que, en este caso, hemos visto montado por Javier Díaz Dueñas en el Claustro de Sor Juana.

¿Qué valor tiene la existencia de este tipo de trabajos? Podemos darnos dos o tres respuestas posibles e incluso combinarlas entre sí, ya que la realidad no suele ser unilateral. La primera podría ser que se trata de una expresión simple de la fe transformada en la repetición de aquellos actos que fueron generados a partir del nacimiento de la misma. Entonces ya no importa que allí haya actores o no actores ni las reglas estéticas, sólo está la revivencia de aquellas sensaciones donde todos se sienten partícipes en un acto que es comunitario. No parece ser éste el caso, ya que ese tipo de actos al que aludimos suele darse en las calles y con concurso masivo, y no al interno de un teatro y checando previamente una entrada de $1,600 (hay también precios populares). Podríamos pensar entonces que es la labor de un grupo de artistas que intentan manifestar a través de su arte la renovación de los compromisos morales con la fe cristiana, pero para el ojo más o menos acostumbrado es claro (y esto sin poner en tela de juicio la fe de nadie) que en la representación aludida no campeaban precisamente sentimientos de unción sino una simple y rutinaria labor donde se utilizan, como en cualquier teatro comercial, el nombre y el "gancho" de determinadas figuras como el caso de Elizabeth Aguilar, por no mencionar más que una. Además, al ver el saludo final, nos encontramos que hay una jerarquización bien estricta, desde los comparsas hasta las "primeras figuras", también muy acorde al más tradicional teatro comercial y muy lejos y en flagrante contradicción con el espíritu de igualdad cristiana que nos fue mostrado durante el trabajo.

Entonces nos queda la posibilidad de que sea pura y simplemente una obra de teatro comercial mostrada en oportunidad de la Pascua con fines de lucro. ¿Y por qué no? también es válido, pero entonces tendremos que juzgar el producto desde el punto de vista artístico dejando las otras consideraciones de lado. Y mejor no hacer eso porque no hay nada, absolutamente nada, en la versión que vimos que pueda soportar la más mínima crítica seria. Se trata simplemente de una sumatoria de clichés acartonados con pretensiones a lo César B. De Mile, pero sin sus medios.

Y a esta altura ya no nos importa lo que pasa en el escenario, porque en realidad no pasa nada, y nos preguntamos qué sucede con los centenares de espectadores presentes, para advertir que con ellos... tampoco pasa nada.

Es triste, porque no han recibido ni arte, ni fe, ni comunicación, ni deleite. Y, sin embargo, al final aplauden. ¿Por qué? y entonces se nos ocurre volver a las primeras consideraciones de la nota, donde decíamos que a veces también los valores decaen y entonces sólo quedan sombras fantasmales vagando sobre y bajo el escenario, sombras que no podrían asimilar nada vivo y que se conforman con el magro alimento de otras sombras en un convivio de muertos acordado de antemano. Triste destino el del arte cuando es llamado a servir de mortaja.