FICHA TÉCNICA
Título obra El extensionista
Autoría Felipe Santander
Dirección Felipe Santander
Elenco Pedro Gámez, Carmen Torres, Martín López, Adriana Chapela, Rodolfo Odi, Hugo Larrañaga, Víctor Porcayo
Espacios teatrales Teatro de la juventud, del CREA
Cómo citar Bert, Bruno. "El extensionista
2,500 veces no". Tiempo Libre, 1986. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
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Teatro
El extensionista
2,500 veces no
Bruno Bert
Acercarse hoy a ver El extensionista, la obra de Felipe Santander que hace poco conmemoró sus dos mil quinientas representaciones, es acercarse a un fenómeno en el que sería trivial ponerse a juzgar si los actores son buenos o menos buenos o si los recursos escénicos tienen una mayor o menor efectividad. Importa mucho más el análisis de la situación que permite una repetición tal del trabajo y tal vez detectar, conjeturalmente, el porqué del mismo.
Claro que no se trata de un fenómeno único, lo podemos rastrear en obras que se mantuvieron (y algunas continúan manteniéndose) en otras partes del mundo por décadas enteras, como La ratonera o La lección de anatomía; pero eso no explica nada, incluso en la imposibilidad de hallarles una conexión entre sí, ya que las temáticas y las formas son completamente diferentes y cada cual arraigó en su terreno aun junto a otras que eran de la misma familia y muchas veces no inferiores en calidad, y que sin embargo resultaron efímeros brotes de temporada con el destino normal —al menos en nuestro occidente— del arte teatral.
¿Qué ha hecho que El extensionista escapara a esa suerte común? Una visión somera del trabajo —que puede haber cambiado a través de los años y los intérpretes, pero que se mantiene en sus estructuras fundamentales— nos hace pensar que el valor de la persistencia se halla en su temática y en la estructura narrativa de la misma. La anécdota narra (vaya la información para aquellos pocos que aún no la han visto) el intento de inserción en una comunidad campesina de un nuevo ingeniero agrónomo, que advierte prontamente que los problemas de los lugareños residen en la explotación y en la injusticia a la que son sometidos, mucho más que en su posible ignorancia en relación a los temas específicos por él aprendidos en forma incontaminada en la Universidad; y que las modificaciones a introducir deben partir de allí y no del trasvasamiento de nuevas técnicas de cultivación. Intenta esta lucha en contacto con los que al principio le rechazaron como un cuerpo extraño y que terminan aceptándole en su seno; es engañado por los poderosos al intentar un cambio pacífico y al vulnerar entonces sus intereses con acciones directas es eliminado junto con el líder local. La acción posterior que debe desenvolver el pueblo es planteada a manera de debate con el público, tratando con este final abierto de integrarlos a una reflexión común.
Nada de lo que vemos formalmente es realmente importante a nivel artístico, como tampoco lo es el texto literario que lo soporta. Uno y otro -son sólo medios en un arte claramente didáctico que pretende radicar sus fines en la reflexión inmediata en el ámbito mismo de la sala. Entonces la obra -por deseo expreso en su estructura - pasa a un segundo plano y lo que queda es la reflexión política subsiguiente como un primer plano absoluto en el interés de todos.
Es claro entonces que el fenómeno que ha logrado la supervivencia de El extensionista durante tantos años no se encuentra en la obra misma sino en ese indicador fundamental que es el problema que plantea y la necesidad de una común participación para su resolución. Y allí sí parece que todo sigue vigente como el primer día de estreno, porque nada ha cambiado en la realidad que inspiró a Felipe Santander para construir su obra: tanto los explotados como los explotadores siguen en cada pueblo repitiendo ad infinitum los actos del extensionista con una persistencia inclaudicable, mientras que el pueblo —también al igual que en el caso de la obra— continúa debatiendo en las butacas cuáles son los medios más pertinentes para acabar con la situación. Si la revolución armada, si la transición pacífica, si la educación popular, si...
Nuestra teoría, nada novedosa por cierto, es que una obra de arte comienza en la realidad —fuente inspiradora de la misma—, se continúa en la plasmación de un metalenguaje —la obra misma— y concluye nuevamente en la realidad, a través de la decodificación que cada uno hace de ella, accionando sobre su entorno para transformar aquella realidad primera. Así, cada uno tiene su rol específico: el autor, el plantel teatral, el espectador. Los dos primeros cumplen creando, ya que esa es su función, su medio de acción, su herramienta. Y el último, accionando y transformando la materia prima, la realidad misma, y de esta manera auto transformándose, asumiéndose como creadores, en este caso de la historia, que es el escenario más importante y más permanente por el que todos transitamos.