FICHA TÉCNICA
Título obra El contrario luzbel
Autoría Anónima
Dirección Alejandro Aura
Elenco Laura Aragón, Juan de la Loza, Alejandra Díaz de Cossío, Diego Jáuregui, Margarita Isabel, Claudio Valdés Kuri, Horacio Acosta
Espacios teatrales El Cuervo
Cómo citar Bert, Bruno. "El contrario luzbel
De raíces propias". Tiempo Libre, 1985. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
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Teatro
El contrario luzbel
De raíces propias
Bruno Bert
Nos dice Alejandro Aura en el programa de mano de El contrario luzbel, una pastorela tradicional anónima que él ha montado en El Cuervo: "Hago una pastorela no por cristiano, sino porque la pastorela tenía sentido para mis padres y los padres de mis padres. Y cuando me pregunten o me pregunte a mí mismo quién soy, a dónde pertenezco, quiero saber por lo menos que no soy el primero que se hace esa pregunta y que tampoco tengo que contestarla a solas."
Indudablemente la pastorela es un género tan antiguo y ha sufrido tantas modificaciones y adecuaciones, sobre todo en México, que se ha vuelto materia flexible para las más diversas búsquedas y expresiones aún basadas en la más estricta contemporaneidad. Sin embargo, aún en sus formas tradicionales, permite siempre el encanto renovado de encontrarse con lo que nos habla Aura: aquel sentido que se transmite generacionalmente y que está en nosotros, presente como las raíces de una identidad que portamos más allá de la ideología por la que hayamos optado.
La ingenuidad de las expresiones, la simple imaginería de los retablos, el sonido de los villancicos y letanías, las imágenes seductoras de los personajes en su sencilla construcción de la más pura teatralidad, tienen siempre el poder innegable de conmovernos con la belleza no de lo nuevo, sino de lo nuestro. Y se transforma en un momento de remanso donde la vida cotidiana, que fluye demasiado rápidamente, se aquieta por unos instantes ante la contemplación y el compartir de las tradiciones de nuestro pueblo y con nuestra propia infancia que se vuelve a reflejar en los ojos gustosos y asombrados de nuestros hijos o nuestros nietos, en un ciclo que se nos hace dulcemente eterno en el tiempo del consumo y los rápidos desechos tanto materiales como culturales.
En el caso de la puesta de Alejandro Aura está claramente presente todo lo que mencionamos, y es muy interesante ver la habilidad con que logra plasmarlo en un espacio tan pequeño como es el local de El Cuervo, dando magia con la luz, el sonido y la palabra a los pequeños rincones, las escaleras de vieja madera, a los huecos de las paredes, que se vuelven otros tantos espacios para el placer del espectador. El retablo de los pastores está ágilmente sostenido por el trabajo de Laura Aragón, Juan de la Loza, Alejandra Díaz de Cossío, Diego Jáuregui, Margarita Isabel y Claudio Valdés Kuri. Es de mencionar también la participación breve pero sustanciosa de Horacio Acosta representando a los pecados a la orden de un Luzbel que se reserva Alejandro Aura con el placer de componer a ese señor de los infiernos, rebelde pero no tanto, después de todo, y siempre dispuesto a admitir la supremacía de los cielos.
La representación termina, como es habitual, con el vencimiento del príncipe de las tinieblas, y los actores bajan del proscenio invitando al público, y sobre todo al público menudo, a acompañarlos fuera del local donde los espera un burrito con una pequeña virgencita y a recorrer un trayecto hasta una calle lateral donde se pedirá posada y se procede a romper entre cantos la tradicional piñata, con gran deleite de los concurrentes que van coreando los pequeños elegidos que lanzan golpes a diestra y siniestra tratando de alcanzar el dulce corazón de barro cargado de golosinas.