FICHA TÉCNICA
Título obra Muerte
Autoría Woody Allen
Dirección José Luis Jasso K
Espacios teatrales Teatro de la librería Gandhi
Cómo citar Bert, Bruno. "Muerte. El segundo señor K". Tiempo Libre, 1985. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
imagen facsimilar
Teatro
Muerte. El segundo señor K
Bruno Bert
El texto de Woody Allen nos acerca a las preguntas y planteos de Kafka en El proceso, y así como el señor K deambula en el laberinto de la sociedad preguntando por un juicio incomprensible que lo conduce a una condena absurda e inevitable, así el señor Kleiman, el protagonista de Muerte, cuyo nombre tal vez no demasiado casualmente también comienza con K, recorre iguales ámbitos preguntando cuál es la misión que la sociedad le ha encomendado para conjurar la también inevitable muerte del final.
Ni uno ni otro pueden tomar partido porque no tienen fuerzas para asumir su destino ni el medio les presenta la oportunidad de constituirse en protagonistas. Son seres a contrapelo que existen sin jamás legalizarse en la plenitud de una opción.
Sólo desearían descansar, sólo evadirse y dormir, evitar la agitación y el movimiento, evitar la vida en cuanto esfuerzo dirigido hacia un sentido consiente. Y cuando la muerte sobreviene lo hace sin dramatismos ni lógica, a pesar que el protagonista intente aferrarse a los pobres girones de ésta, no tanto para comprender sino para justificar lo que esté sucediendo.
Nunca hemos visto una puesta teatral de El Proceso, aunque sí recordamos la memorable versión cinematográfica de Orson Welles y no podemos evitar que sus imágenes se nos peguen a la hora de hablar de esta puesta de Muerte, bajo la dirección de José Luis Jasso K. (otra K para sumar y hallar que los dos autores y los dos protagonistas inician su nombre de igual manera), que se está presentando en el Foro de la Librería Gandhi. No porque se parezcan sino justamente por lo contrario, porque buscando iguales efectos de distanciamiento recurren a formas muy distintas en lo plástico.
Aquí, en la puesta que nos ocupa, campea un aire expresionista que en el comienzo de la primer escena, sólo allí, nos trajo a la memoria aquella famosa película de Robert Wiene (otra vez el cine) El gabinete del Dr. Caligari, y el parangón no es banal ya que se trata de una obra maestra que da comienzo al expresionismo alemán en cine. Pero luego se nos pierde, y las imágenes se diluyen sin llegar a encarnar con fuerza la propuesta de W. Allen que queda como un texto solitario en bocas de actores que intentan, pero no logran aferrarlo a la fascinación de su figura, tal vez porque es muy difícil encontrar la desmesura absurda que cuadre justo al destino irrisorio del señor Kleiman.
El texto final nos remite a la metafísica ("Dios es nuestro único enemigo") y la reencarnación, con un sentido del humor que ya ha hecho apariciones durante todo el trabajo salpicado de frases y juegos de palabras al estilo de los primeros filmes de W. Allen. Que si el cine se nos presenta como una constante irrupción de referentes es justamente porque el autor de este texto siempre halló en él su mejor forma de expresión, y a través de sí mismo como intérprete muy difícil de transferir a terceros.