FICHA TÉCNICA



Título obra Ubú Rey

Notas de Título Collage de textos de Ubú Rey, de Alfred Jarry

Autoría Alfred Jarry

Dirección Cacá Rosset

Grupos y Compañías Teatro do Ornitorrinco

Elenco Cacá Rosset




Título obra La fiera del Ajusco

Autoría Víctor Hugo Rascón Banda

Dirección Marta Luna

Elenco Ángeles Marín

Espacios teatrales Teatro Santa Catarina




Cómo citar Bert, Bruno. "Festival de Teatro Latinoamericano". Tiempo Libre, 1985. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



imagen facsimilar


Teatro

Festival de Teatro Latinoamericano

Bruno Bert

Ubú viaja a Brasil

Comentaba cierto decano del periodismo que era cuanto menos extraño que la representación teatral de Brasil traiga a una muestra latinoamericana una obra que no solamente no es brasileña sino ni siquiera de nuestro continente, ya que Alfred Jarry es un "clásico" francés. Y el razonamiento no carece de lógica, Sin embargo, el Grupo Do Ornitorrinco no solamente no sacraliza un texto francés (que sería un contrasentido siendo de quien es), sino que hace un collage de los diversos Ubues de Jarry y estalla libremente en un juego de imaginación que extrapola cualquier raíz para hacer del espectáculo resultante algo claramente brasileño a pesar de los nombres y de una supuesta ubicación en Polonia de la acción.

Cacá Rosset, director del grupo y al mismo tiempo intérprete del padre Ubú, lanza sobre un escenario completamente desnudo una pirotecnia de provocaciones visuales y verbales que nos hace olvidar completamente la problemática del idioma y nos lleva durante todo el transcurso del trabajo de una sorpresa a otra en una estimulación permanente a los sentidos.

Es claro que lo lúdico marca la línea directriz de este montaje de Ubú y es interesante advertir que ese juego transformado en fiesta está permanentemente vinculado a la transgresión: de las formas, del lenguaje y del cuerpo, dando como resultado un espacio extracotidiano que se conecta permanentemente a la sensibilidad sacudida del espectador. Una adecuación de este espectáculo para ser dado en las calles, y aún más en las calles de su país de origen, en Río o en Bahía, podría, seguramente, potenciar aún más la veta de participación lúdica y el desenfado de la fiesta popular hasta hacerlo absolutamente local.

La presencia en escena de una orquesta de rock y el sesgo absolutamente circense de muchos cuadros rescata lo más primario de la comunicación entre el público y los actores: la estimulación a la danza, el sentido del riesgo, la incorporación de los elementos sádicos donde burla y muerte no tienen un sentido trágico sino que se emparentan con el ciclo vital de la reproducción, de la renovación. Nacimiento y muerte se vinculan para completar la espiral permanente de la vida.

Abordar Ubú presupone, para evitar un fracaso rotundo, un imprescindible derroche de imaginación y desenfado. Y esto está presente permanentemente durante todo el trabajo del grupo brasileño.

No hay duda de que se trata de uno de los espectáculos más provocativamente incitantes de la muestra, y con un respaldo de profesionalismo nada despreciable. No es un espectáculo pretencioso, pero logra plenamente lo que se propone y con abundancia, al grado de hacer desear en nuestro país analogías de tal tipo de teatro, que las hay, aunque no lleguen al nivel del Ornitorrinco.

Entendemos que el teatro se fundamenta esencialmente en el actor y que todo lo demás confluye a su trabajo; en Ubú se canta, se danza, se acometen las acrobacias más audaces pero también se actúa; cosa que, al enunciarla, parece de absurdo, pero que no resulta tan evidente para los que hemos visto bastantes trabajos similares donde los actores son casi virtuosos en mil y una actividad... menos en lo que debiera serles más propio, como es la actuación.

En fin, que muy pocas veces se nos da de encontrar goce y madurez en un mismo espectáculo y con la gente de Ornitorrinco lo hemos tenido y esto es una aportación fundamental al Festival Latinoamericano de Teatro. Felicitaciones a ellos y a los que tuvieron la sagacidad de invitarlos a México.

La fiera del Ajusco

El cierre del Festival Latinoamericano de Teatro se da con una fuerte obra de denuncia sobre los sistemas judiciales mexicanos y las condiciones infrahumanas en que vive una cierta parte de la población, marginada, despreciada socialmente y conducida al fin hacia la destrucción ante la indiferencia y aparente ecuanimidad del sistema, convertido así en un eliminador de sus propios desechos.

La obra fue recibida con bastante frialdad, a pesar de los aplausos de rigor, y no dejaba de ser irónico advertir, en el día de su estreno, que los personajes caricaturescos de la burguesía que muestra la obra se parecían enormemente, en su vestir y accionar, a parte del público que los presenciaba a apenas un par de metros de distancia en el pequeño foro del Teatro de Santa Catarina, en el corazón de Coyoacán.

Los gestos velados de aburrimiento, el discreto cuchichear a media voz de los espectadores acordando citas, esbozando fingidas sonrisas de fingidas sorpresas por la "feliz casualidad" que los reencontraba en una velada que se prolongaría posiblemente en algún pequeño y coqueto restaurante de la zona, eran contemporáneos a los gritos desgarrados de la protagonista, a las violaciones, los golpes, el hambre y todo ese fresco que se desarrolla en el escenario bajo la tibia aprobación benevolente del público.

Podría uno preguntarse la raíz de esta incompatibilidad y tal vez se llegue a la conclusión de que, a pesar de la crudeza de ciertas imágenes y de la claridad de la denuncia, es necesario mucho más de lo mostrado (o tal vez otras formas), para sacudir, sensibilizar u horrorizar a ese tipo de público que ve la contra cara de su clase en el espejo deformante de la obra.

Nadie dejó de dar su aprobación verbal a la denuncia, pero en una reacción epidérmica e intelectual muy propia de la gente-que-es-culta. Podemos comprender al horror; el problema está en sentirlo, y la obra no consigue traspasar la gruesa capa quitinosa de nuestros sentidos y nuestra buena conciencia. Esto sobre todo en los textos de Víctor Hugo Rascón Banda, un poco más en la puesta en Marta Luna y en la actuación de Ángeles Marín, más desgarrada que desgarrante, entregada a un trabajo serio pero que pide más profundidad, desbordando muchas veces tensiones que debieran tal vez haberse retenido para minar aún más, interiormente, la frágil dualidad de ese cuerpo.

No hay duda del empeño que ha puesto el equipo de Marta Luna en su trabajo, ni la hábil resolución de muchas escenas por parte de ella con un texto nada fácil de resolver por ser uno de los menos sólidos de un escritor reconocido como Víctor Hugo Rascón. Pero la obra, no es sólo una sumatoria de partes más o menos buenas sino un todo que sólo se resuelve como tal.

Sería injusto, sin embargo, no destacar la intensidad con que Marta Luna acomete este trabajo, único en casi todo el Festival donde no es el humor un factor importante ni hay casi ingredientes de distracción a la desgarrante historia de esa mujer que mata a sus cuatro hijos acorralada en la desesperación.

Tal vez no sea casual que una visión de este tipo cierre el Festival, como una advertencia sobre la realidad latinoamericana, en momentos en que la crisis agudiza aún más las contradicciones de nuestras sociedades, y donde los espectadores tienen opciones cada vez menores entre la sordera y la conciencia real del entorno. No hay dudas que las nueve obras expuestas a lo largo de estos veinte días ofrecieron un panorama rico en disimilitudes y analogías y que no pasaron en balde a juzgar por la afluencia y el interés demostrado hacia el desarrollo de este Festival Latinoamericano de Teatro.