FICHA TÉCNICA
Título obra También las mujeres perdieron la guerra
Autoría Curzio Malaparte
Dirección Xavier Rojas
Elenco Beatriz Aguirre, Carlos Navarro, Jacqueline Andere, Lola Tinoco, Alicia Montoya, María Eugenia Ríos, Alberto Galán
Escenografía Jorge Contreras
Espacios teatrales Teatro El Granero
Referencia Rafael Solana, “Teatro. [También las mujeres perdieron la guerra de Curzio Malaparte, dirige Xavier Rojas]”, en Siempre!, 22 diciembre 1961.
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
Referencia ElectrÓnica
Siempre!
| 22 de diciembre de 1961
Columna Teatro
También las mujeres perdieron la guerra de Curzio Malaparte, dirige Xavier Rojas
Rafael Solana
Es evidente que Xavier Rojas tiene una clara preferencia personal por los dramones. Le gustan mucho más que las comedias, que por cierto sabe dirigir con mucho talento; pero a escuchar en su teatro risas prefiere oír gimoteos, y a divertir a la gente prefiere asustarla. Por eso tiene un gusto tan macabro para escoger sus obras, entre los culebrones más abracadabrantes del repertorio melodramático universal.
Ahora ha escogido, para ponerlo en el teatro del Granero, un dramón de Curzio Malaparte, a quien, si fuéramos a juzgarle sólo por esta obra, tendríamos que llamar "el Basurto italiano". Todo lo que los críticos mexicanos (y también los argentinos) han señalado como "defectos" del melodramático teatro basurtiano, abunda en la obra de Malaparte, con la sola excepción de los motivos religiosos; pero hay discursos, hay prostitución, hay entradas intempestivas de personajes que sólo vienen a contarle al público una larga historia sobre la que nadie les ha preguntado nada, hay efectos, golpes bajos, sentimentalismo llorón, y no poca cursilería. Por todo esto al autor nuestro lo mandan; al traducido, lo aplauden, y no dejan de aplicarle algunas de esas muletillas de que hoy echan mano los críticos para referirse a la literatura moderna, aquello de que "refleja la angustia de nuestro tiempo", y todas las demás zarandajas que son de rigor para enaltecer a los autores desagradables, que escogen temas malsanos y que sólo pintan personajes derrotados, enfermizos, pesimistas o francamente viciosos y nauseabundos.
No nos atreveríamos a considerar a Malaparte, por También las mujeres perdieron la guerra, como un gran autor teatral. Hay en esta obra mucho de preconcebido, muchos personajes que sólo entran a escena para decir algo que el autor quiere espetarnos, y mucho esfuerzo por horripilar a los espectadores con las miserias materiales y morales y con los horrores de la guerra. El clima en el que se desarrolla el drama es sofocante; todos los personajes están siempre en tensión, atormentados, retorcidos (y hasta físicamente esas actitudes toman) y a lo largo de la obra casi constantemente brillan lágrimas en los ojos de las actrices (y, debemos hacer constar, para satisfacción de ellas y del director, que también en los de las espectadoras, que "se ponen en el caso" de los personajes, y sufren mucho, y pasan un gran susto).
Pero a pesar de sus fallas, la discursividad es una de las cuales, la obra interesa y se sostiene. Y, sobre todo, brinda ocasión al selecto grupo de artistas que la interpreta para lucir muy notablemente, en manos de un director que sabe lo que hace y a quien ya muchas veces hemos elogiado sin reservas, y que una vez más se hace merecedor de esos elogios.
El papel principal fue dado a Beatriz Aguirre, indiscutiblemente una de nuestras mejores actrices jóvenes. Beatriz, a quien tal vez podría señalarse que abusa un poco en la sencillez de su vestuario, rinde toda la emotividad que su papel requiere, y transmite al público las angustias que atormentan al personaje; lo hace con una profunda sinceridad, lo siente y lo vive, vibra, como sólo las grandes actrices saben hacerlo. Quizá algunas de sus actitudes son un poco laocoontianas; les impuso el director algo del retorcimiento que hay en ciertas estatuas del barroco Bernini; pero en los tonos de voz, en la dicción, está la señorita Aguirre impecable; se le aplaude con positivo entusiasmo al término de la obra, que ella puede considerar como uno de los triunfos legítimos de su brillante carrera.
Carlos Navarro tiene el principal papel masculino; es un papel breve, episódico, pero sin embargo muy importante. No es de la cuerda de los que otras veces ha hecho Carlos; pero este actor estudioso se tomó la molestia de entrar en la psicología de su dostoievskiano personaje; al que da toda la profundidad necesaria para hacerlo sentir y pensar; sufre, por desgracia, el abandono del autor, que lo deja por ahí sentado en un escalón mientras se desarrolla una escena intrusa, un pegote, que interrumpe la trama y olvida al actor que estaba en escena; pero de esto no tiene la culpa Navarro, sino Malaparte.
Otro papel muy destacado en la obra es el que se encomendó a Jacqueline Andere, una linda y talentosa jovencita a quien no conocíamos, pero que parece ser que es famosa entre los televidentes; ella está encantadora, se mueve con desparpajo de veterana de las tablas, habla de corrido e incorpora su personaje en la forma más digna de aplauso. La experimentada Lola Tinoco acierta plenamente en su personaje, que tiene diversidad de matices; Alicia Montoya defiende, a base de su reconocida maestría, el papel más absurdo y más sensiblero de la pieza; María Eugenia Ríos nos hace apreciar importantes adelantos, desde las actuaciones que más recientemente le recordábamos, y Alberto Galán pisa firme, permitiéndonos reconocer en él, a pesar de leves fallas de voz, al excelente actor que desde hace mucho tiempo hemos admirado y aplaudido.
El arquitecto Contreras venció con habilidad las dificultades escenográficas que en ese teatro propone la falta de escenario.
Las mujeres también perdieron la guerra,(1) sin ser uno de esos éxitos sensacionales que para todos los artistas, autores y directores teatrales quisiéramos siempre, es un interesante melodrama que nos da ocasión de batir palmas en honor de un grupo distinguido de artistas y que sigue sumando puntos buenos en la carrera del talentoso joven director Xavier Rojas.
Notas
1. Que se estrenó el 22 de diciembre. Xavier Rojas medio siglo en la escena. p. 154.