FICHA TÉCNICA
Título obra Un hogar sólido
Autoría Elena Garro
Dirección Héctor Mendoza
Elenco Stopen, Juan Ibáñez, Manola Saavedra, Tara Parra, Carlos Fernández, Pina Pellicer, José Luis Pumar
Escenografía Juan Soriano
Espacios teatrales Teatro Moderno
Eventos Cuarto programa de Poesía en Voz Alta
Productores UNAM
Título obra La vida airada
Notas de autoría Francisco de Quevedo y Villegas / autor del entremés y los bailes; Octavio Paz / adaptación
Dirección Héctor Mendoza
Escenografía Juan Soriano
Espacios teatrales Teatro Moderno
Eventos Cuarto programa de Poesía en Voz Alta
Productores UNAM
Cómo citar Solana, Rafael. "Cuarto programa de Poesía en Voz Alta". Siempre!, 1957. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>
TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO
Siempre!
| 7 de agosto de 1957
Columna Teatro
Cuarto programa de Poesía en Voz Alta
Rafael Solana
El crecido éxito artístico de tres programas anteriores hacía esperar con gran ansiedad, a un público selecto, el cuarto programa de Poesía en Voz Alta(1), que tenía el enorme interés que ya había tenido el segundo, del estreno universal de algo mexicano, en este caso, de tres obras de una nueva autora, como en aquel caso el de una obra de un autor mexicano nuevo, que nada había presentado antes en el teatro, aunque era ya universalmente conocido como de los primeros poetas y ensayistas de México.
Ahora se presentaba como autora, por primera vez Elena Garro (la esposa de Octavio Paz), que nunca antes se dio a conocer por ninguna actividad literaria; era no solamente el estreno de sus piezas, ni solamente su debut en las tablas, sino su presentación literaria absoluta; como ella ha sido perfectamente conocida como mujer de amplia cultura y gran ingenio, de inteligencia muy despierta y de sentido crítico muy agudo, por todo el mundillo intelectual que forma en el círculo en el que como un sol brilla su marido, la expectación despertada por el anuncio del debut de esta nueva comediógrafa fue muy grande.
Estaba la sala completamente llena la noche del estreno del cuarto programa de Poesía en Voz Alta, en el teatro Moderno de un público, en el que dominaba notablemente el esnobismo literario, sin que faltaran algunas auténticas personalidades; por allí Basurto, León Felipe, Pita Amor, Eunice Odia, Carlos Fuentes, y algunos otros verdaderos escritores o poetas, pero principalmente, muchos "dilettanti", muchas personas que gustan de presumir de enteradas y de muy al día en asuntos artísticos; debamos decir que este tipo de público estuvo a punto de arruinar esa primera función, con sus premeditadas, exageradas y aun ridículas reacciones; en cuanto se dieron cuenta de que el primer paso era de comedia, ya consideraron conveniente desternillarse a cada frase, no fuera alguien a pensar que no habían captado la agudeza; este reír por obligación, que sonaba tan falso, creaba un ambiente incómodo y ficticio, parecía una claque (sic) mal ensayada, que recordaba las reacciones que se producen por ejemplo, en un teatro en que se representa una comedia en francés cuando nadie sabe francés se producen las risas a destiempo, y muy ruidosas para que nadie dude que el chiste fue entendido.
Elena Garro no necesitaba de esos porristas, de esos "paleros", pues sus obras son excelentes; especialmente la que cubrió el último número del programa, Un hogar sólido; esa es una obra de la más alta calidad poética y literaria algo de lo más bello, de lo más elevado, de lo más importante que autor dramático alguno haya escrito en México en este siglo. Cierto que ya había caído en gracia la autora por la simpatía y el buen humor de Andarse por las ramas, el gracioso sketch con que se inició la jornada (el segundo, Los pilares de Doña Blanca, no hizo mayor impresión; pero el triunfo de la autora se hizo irresistible, arrollador, indiscutible, en Un hogar sólido, felicísimo acierto, cumbre literaria, una de las más altas que el teatro poético moderno haya alcanzado y esta vez no estamos hablando solamente del México, sino también del que conocemos de otros países).
Elena Garro se llevó la noche, por un margen amplísimo. Salió al escenario a dar las gracias un poco torpemente, sin haber ensayado, y como no queriendo creer que fueran para ella, aquellos aplausos tan apasionados y furiosos. No sabemos si el teatro mexicano, y aun el teatro moderno, ha ganado con Elena Garro una gran autora, porque no sabemos si va a seguir produciendo obras de esta calidad extraordinaria, pero sí sabemos que hay una pieza en un acto Un hogar sólido, que es una maravilla de belleza, de poesía, de gracia, de inteligencia, de talento.
Se echó de menos en los repartos de las cuatro cortas piezas del cuarto programa de Poesía en Voz Alta, a los dos elementos jóvenes que más se habían destacado en el tercer programa (dejando aparte a Carlos Fernández y a Tara Parra, que ya son dos artistas consagrados); nos referimos a Juan de Saro y a María Luisa Elio, que se quedaron esta vez en el lunetario, después de haber estado tan simpáticos, tan graciosos, en la obra hilvanada con trozos del Arcipreste de Hita.
Si pensaron que no había papeles para ellos en este nuevo programa, se equivocaron, pues los había; Saro habría estado magnífico en el "Polito" que hizo Stopen en la primera pieza y en los papeles en que entró el nuevo Juan Ibáñez; la señora de García Ascot, habría estado perfectamente en los papeles que fueron repartidos a Manola Saavedra. No es que quienes los hicieron no estén bien; están muy bien; pero no habría habido necesidad de llamarlos si el cuadro se hubiera quedado como estaba, pues estaba muy bien.
Tara Parra y Carlos Fernández son, por supuesto, otra vez los amos de la situación; ellos ya son estrellas; pero de los que vienen detrás, los que están haciéndose, hay que mencionar a Pina Pellicer que ha avanzado notablemente, y a José Luis Pumar, que en el papel de "Don Fernando", en Andarse por las ramas, está perfecto. Todos los demás artistas cumplen a la perfección sin dejar nada que desear; Manola Saavedra, ustedes la conocen muy bien, es guapísima.
Es muy de alabarse en Héctor Mendoza, ese joven autor y director dotado de tan grande talento, el que no quiera estancarse, y el que busque novedades; algunas serán grandes aciertos, y otras no lo serán; pero vale la pena estar siempre buscando, tratando de ir más adelante; en el caso particular de este programa pena nos da que Mendoza no se anota un éxito tan franco como otras veces; creemos que en la dirección de La vida airada formada con textos de don Francisco de Quevedo ha ido un poco demasiado lejos; se ha tomado libertades y confianzas que no son siempre del mejor gusto; en el caso de El libro del buen amor, pensamos, se había llegado justamente al límite de lo tolerable, en materia de falta de respeto a los clásicos; en La vida airada, ya esa frontera ha sido rebasada y se opera francamente en terreno ilícito: Mendoza y sus consejeros, Juan Soriano y Octavio Paz hicieron una especie de ópera de dos centavos con los versos del caballero de Torre Abad; no podemos censurar a Mendoza, pues todo lo hace en aras de buscar una renovación, de abrirse nuevos espacios, de aplicar criterios jóvenes a lo acartonado; pero, en esta particular ocasión, tampoco podemos aplaudirlo por su acierto en alcanzar esos buenos propósitos. La dirección (y la escenografía) de Un hogar sólido tal vez habrían sido mejores y habrían servido mejor a la pieza si hubiesen sido menos estridentistas.
Notas
1. Que se estrenó el 19 de julio. Tiempo, 13 de enero de 1958.